El sol irradiaba su luz en la tierra de manera benigna, ni muy caluroso ni muy frío, con el anillo cortando el azúl firmamento en dos y unas cuantas nubes hasta donde se alcanza a ver. Una campesina de ropa blanca y verde se hallaba cortando los cultivos de maíz con su hoz aprovechando las primeras horas del día. Uno a uno fue acumulando manojos de trigo para luego cortarlos con su herramienta, tirando los manojos de trigo a un lado. Cerca suyo estaba una carretilla y un caballo amarrado, esperando a que la mujer. Todo parecía en calma hasta que la campesina vio algo a lo lejos, una figura negra por la distancia que poco a poco se hacía más nítida. Rápidamente notó con temor el brillo del sol reflejado en el metal que tenía encima la figura, esto hizo que se escondiera dentro del campo de trigo, esperando que aquello aproximándose siguiera de largo.
—Gavidia bendito en tí confío, Gavidia bendito en tí confío—Reza la campesina escondida.
Cuando llegó la figura se hizo visible a sus ojos, casi como si pasara al lado de ella. Vio una mujer grande en armadura, cargando varios sacos y lo que parecía un hombre mareado sobre sus hombros. La campesina nota enseguida que aquello era una mujer, no solo por sus curvas y largo cabello, sino también por su exuberante busto que se meneaba de lado a lado acompañado del tintineo de la cota de malla.
Cuando la pelirroja pasó corriendo por el pequeño campo de trigo redujo un poco la velocidad al ver la carreta y el caballo. Sacó un poco su lengua cuya punta se dividía en dos y miró a los alrededores. al no detectar nada y percatarse de un casi imperceptible movimiento entre el trigo ella pudo deducir que quien estaba allí escondido era una mujer. Metió su lengua dentro de la boca y siguió su camino al deducir que aquello solo era una campesina su labor del día a día, intentando esconderse al haberla visto pasar por la zona.
— ¿Cómo vas allí atrás? —Preguntó Aria a Jack.
—No siento nada de la cintura para abajo...—Responde Jack algo soñoliento acabando de despertar.
—Oh, es normal, se ha entumecido por mantenerse en esa posición por varias horas—Dijo Aria de forma tranquila—. Aguanta un poco más y te bajo para que camines, ¿Dormiste bien?
—Dormì, o eso creo… Me preocupa que mis piernas no las siento en absoluto—Dijo Jack.
—Hmmm
Temiendo que el jóven herrero no sienta su parte inferior del cuerpo la pelirroja le da golpecitos en los costados de las piernas a ver si eso le hace reaccionar.
— ¡AHH! ¿¡Qué por qué hiciste eso!? —Exclama Jack moviendo sus piernas del dolor aunque algo entumecidas aún.
—Buenas noticias, aún tienes tus piernas. Aguanta un poco más dormilón, haremos parada en unos kilómetros, si se te duermen las piernas muevelas—Responde Aria centrada en seguir el camino.
Así siguieron un buen rato hasta que llegó el mediodía. Aún seguían en unas extensas llanuras hasta donde llegaba la vista pero ahora estaban en una zona un tanto diferente, numerosos lagos individuales más pequeños y otros grandes adornan el paisaje, como gotas de pintura caídas sobre un lienzo. En mitad de varios de estos la pelirroja fue deteniendo el paso hasta llegar a un suelo verde y despejado. Ella no quería detenerse de golpe debido al joven herrero por lo que fué cuidadosa con este.
—Al fin… Ahhh... —Expresó Aria entre gimoteos de cansancio, sintiendo un gran desgaste en sus piernas.
Casi de la misma manera en que una persona despreocupada lanza sus sandalias hacia direcciones aleatorias la pelirroja hizo lo mismo con los sacos arrojándolos al suelo. Al jóven herrero lo baja algo despreocupada, olvidando que este tenía las piernas dormidas por lo que cae de espalda.
—Ahh… esto sí que me dejó cansada… ahhh—Dice Aria recobrando el aliento.
El joven con sus piernas un poco dormidas y algo adoloridas pudo ponerse de pie apenas logra hacer que la sangre circule de nuevo. Acomoda un poco su espalda haciéndola crujir al estirarse ve con asombro a la mujer pelirroja que aún sentada le supera en altura.
—Mierda, mujer, eres un maldito caballo—Dijo Jack mientras se acomodaba la espalda. «Oh, espero no lo malinterprete» Piensa Jack.
—Gracias… Supongo—Responde Aria para luego mirarse de reojo la cintura pensando que Jack se lo decía por nalgona, pero recordò fugazmente la época en que aún podía montar a caballo y lo cansado que queda un jinete de tanto estar sentado en la montura.
—… —« ¿Y lo toma como un cumplido?» —Pensó Jack—. Bueno, eh… ¿ahora qué?
—Ahora, descansar—Responde Aria estirando sus brazos.
El joven herrero ya reincorporado se dispuso a ordenar los sacos, tal desorden por parte de la pelirroja no le dejaba estar tranquilo. Mientras ordenaba vió la espada de la pelirroja y se dispuso a levantarla por curiosidad. Para el jóven no era un arma ajena a él, ya había hecho algunos modelos de espadas grandes antes pero esta era bastante particular, lo primero que pudo resaltar fué la longitud, una docena de centímetros más larga que la estándar y su peso era bastante para una persona normal. Con su experiencia pudo calcular un estimado de 8 kilogramos al sostenerla. A primera vista pudo intuir que era un arma hecha a medida para la pelirroja. Lo siguiente que le llamó su atención fué la pechera, una protección hecha de bronce y con una silueta de pechos femeninos.
Editado: 21.01.2025