Geal Ali Crónicas: Poder Absoluto.

Capítulo 1

Nadie tiene tiempo para saber qué hay más allá, es decir… y los que toman el tiempo siempre ven lo que ellos quieren que veas. Estoy de acuerdo que mi vida se centra en lo que dice mi tío, pues fue él quien me crio, en un hogar modesto a unos cuantos kilómetros de la ciudad, lo que localmente conocemos como rancho o finca. La mansión está en el centro, es de un color cremoso, que se camuflan con la tierra, para esconder algunos secretos, caballerizas, animales exóticos que solo los invitados pueden ver, que el resto de quienes no nos conocen no tienen idea que hay en estos terrenos. Tengo 25 años, estudié Biología, no la terminé, pero el tío me regaló un mini zoológico, por qué no puedo tener las especies que quiera con un tío rico, no sino hay papeles que documentar y mi tío no es quien gusta de la legalidad de sus actos. Es bueno, pero su trabajo fuera de nuestro círculo familiar lo hace verse poderoso, peligroso, el viejo cojea por eso siempre lleva bastón, pero me ha cuidado desde nacida según mi nana, la mujer que cocina platanitos fritos, frijoles y por su movimiento en mi rústica cocina mientras esperó, ella hará pozol para beber. Bebida de dioses, en el mejor estado de México.

La cocina es mi lugar favorito, no quiere decir que coma todo el día, simplemente los olores hacen que deje de preocuparme por lo que ocurre en la cabeza de todos, pues sí, leo mentes, como cualquier de mi puta especie, hay un espejo cerca de la puerta, la mansión es rústica con todo lo típico bordado del Tabasco, un estado caluroso, pero si vives ahí te acostumbras, la casa no está toda climatizada, solo lo esencial las habitaciones, o la sala de juntas del tío, pues en el rancho rodeado de ceibas, el aire corre fresco, pero si estás en la ciudad es un verdadero infierno por el asfalto.

Me miró al espejo, morena, con mi piel cuidada por las cremas que logró sacarle de vez en cuando al tío mientras me siga pasando esa tarjeta de crédito, mi especie eligió este lugar porque nos asemejamos al color de piel y cultura, tenemos algo similar, pero los humanos no leen mentes, no son tan fuertes, no son tan rápidos, yo no soy fuerte, ni rápida, solo leo mentes ¿Por qué? Es sencillo, tacto de sangre, es nuestra religión convivir con la familia nos hace fuertes, sentir tu raza nos hace sobresalir, por eso llevo guantes ligeros siempre.

No he tocado la piel humana en años, leí la mente en cuanto por accidente tropecé y el tío me sostuvo, pero rápidamente me soltó, un tacto de sangre es algo que se da con un bautizo, tu madre debe tocar tu mano para que puedas recargar tu poder y ser por completo un… mi tío jamás me ha dicho la raza a la que pertenezco.

Existen 9 razas en el sistema solar, todas ocultas de los humanos, todas ellas no habitan en la tierra, y los humanos pues tienen telescopios (los cuales se pueden manipular) y de igual manera nunca han estado fuera de la tierra, bueno no tan lejos.

Mi nana cocina sin parar, tal vez vendrán invitados porque sacó el cuchillo de sacrificio, caminó hacia la puerta, seguramente traería pollos, pero prefiero continuar pegada a mi libreta donde hago garabatos para quitarme el estrés, a veces dibujo, a veces no, depende de mi sentido, tal vez tenga alguna enfermedad, no sé si mi especie pueda tener una discapacidad, o tal vez es que saco mi ira haciendo garabatos, el tío dice que es porque tengo ganas de pelear.

El tío Rapel está en la sala con su teléfono móvil en mano, de aquí para allá, le compré unos lentes para hacerlo a manos libres, pero el viejo siempre se queda con lo viejo. No me dejaba salir sin una escolta, no podía seguir haciendo cosas en la libreta, así que decidí observar en que ayudar a la nana, pero alguien entró para interrumpir mi aburrida existencia, mi guardaespaldas personal, un extranjero guapo, musculoso, caucásico con ojos de cielo, sus risos dorados me incitaban a burlarme de él, pues el racismo es la pasantía de los tabasqueños en el sur de México, un racismo que no es un ataque, más bien un te quiero. Vestía con guayabera y pantalón de vestir, pues debe verse bien, no como los guardaespaldas del centro del país o cualquier país, ósea en traje negro, morirá de calor el pobre chico, no debe de pasar los treinta o casi mi edad, pero nunca le pregunto su edad. Y no me importa.

—¡Buen día! Sean. — su nombre es Sean, puedo pronunciarlo hablo 3 idiomas, así que no se me va mal el suyo. Pero a veces siento que me miente, porque su acento se pierde y se vuelve neutro, o quizá lleve tiempo en México. —El 31 de octubre, como cada año, lista para que me lleves de compras todo el día, porque el tío tiene una puta reunión importante.

Él no dijo buen día, solo sonrió. Años de conocernos, unos cinco más o menos. Camina hacia el refrigerador, tan guapo que se ve, pero lo mío no es lo rubio, quizá si su pelo fuese negro, tal vez sí. Pero que digo es la servidumbre, abre el refrigerador y sacó una cerveza, cada 31 de octubre es su descanso general, él puede hacerlo, pero sus descansos son en casa, él casi vive con nosotros, pues casi es un pariente, pero tal vez está estresado y necesita una bien fría. Y odia su departamento.

—Esta vez, por primera vez podemos… ¿Podemos quedarnos en la casa? — pregunté y él levantan las cejas, esperando que él diga algo.

Bebía lentamente, a cualquier mujer se le hubiese humedecido algo, pero conmigo no pasa, lo veo más como un amigo, un idiota amigo que sigue las putas órdenes de mi tío, la persona que quiero más en el mundo.

—No. Ya conoces las reglas. — una voz fuerte típica de un hombre que no creo que esos músculos sean naturales. Deja la botellita de cuarto vacía y la coloca en el portador de objetos que se reutilizan. —¿Nana hizo pozol?




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