No sé. ¿Cómo me convencieron en seguirlos? Entré en el auto, tenían en la parte del piloto una computadora con pantalla táctil y plana. Todos abordaron junto conmigo, el último fue el ciborg que seguía haciendo raros escáneres y poniéndome nerviosa. Sergio notó lo estorbada que estaba con la situación, aunque la palabra sobre mi hermano fue lo que me hizo seguirlos, tomé en cuenta la motocicleta que había dejado, Sean podía asesinarme por ese abandono, era importante para mí, saber cuál es mi origen, sí es que Sean y el tío siguen con vida. El auto arrancó solo, no había piloto en el asiento mientras estaba sentada atrás junto con los Dantes y Sergio; el anciano Meller iba en el asiento del copiloto.
—Tecnología Otpige— menciona Sergio. — Todo lo que usamos es nano tecnología de tu planeta de origen, aunque nos dieron lo más viejo, entregada por la misma reina.
— ¡No me interesa! —dije, me hacía la enojada y vi el volante que se movía solo. —Sólo quiero ver a mi “hermano”. La reina y el planeta no me importan— hubo silencio por segundos. — ¿Cómo está hecho el ciborg? Es sólo un robot parecido al humano. ¿Pero? — escuché de repente algo. — Genial. Escucho su corazón. ¿Tiene alma?
—Claro que sí. — Dandecito me responde—Es un ciborg mitad humano, mitad máquina, hermano mayor fue mutilado por Panos hace cinco años, lo único que Pak Wilson podía hacer era manos, brazos y la mitad de su cerebro de máquina…— descanso la voz. — para lograr salvarle la vida; lo peor que le pasó a hermano mayor fue vivir después de la mutilación…
—Es posible hacerlo para los mejores soldados espaciales humanos de los Otpieg. — termina Dante. — de tu raza, si no fuera por su tecnología, nuestro diseñador Wilson no lo haría. Tuve suerte de resistir las prótesis.
—Aficionado. ¿Qué hay sobre lo que soy? — pregunté y coloqué en mi rostro una mueca a la máquina. —Ustedes me darán respuestas. Comiencen.
—No puedo decirte más, mi misión es llevarla con el Diamante, nos dirigimos al aeropuerto. —El celular que Sergio cargaba desde el bar aún lo tiene consigo, lo usó marcando un número de muchos dígitos, con mi velocidad de visión logré ver cuáles marcó. — Sean. ¡Sigues vivo! Vamos para allá, prepárense. El Diamante debe verla, es tiempo al sufrir ese ataque nicolaíta— después colgó.
Sean está vivo. Gracias Dios. Sigue vivo.
— ¿Sean? — sonreía al ver que le marcó, a un número que ni siquiera yo conocía.
El auto nos alejó de la ciudad dirigiéndonos más al sur en donde observé los letreros del aeropuerto, pasar entre lagunas y el paisaje verde, las respuestas no serían en el estado sino en alguna otra parte.
Pasaron minutos, entre unos diez a veinte.
Al fin logré ver el edificio y la torre, el sargento se bajó lentamente para tomar el boleto de entrada al estacionamiento, cuando él subió el auto continuó hacia dentro un poco más cerca a la entrada principal, en cuanto se detuvo, lo primero que hice fue empujar a Sergio para que saliera deprisa. Al bajar tomé aire, no me gustaba estar entre personas desconocidas, tan cerca de mí por largo tiempo. Aunque conozca a los Dantes me causaba estrés estar muy pegada o me acostumbré al detalle de no tocar a nadie ni por accidente.
—Bien— dije, pero noté personas ir y venir, tensé mis músculos al ver la entrada del aeropuerto, viendo civiles. — ¿Qué hacemos aquí?
—Esperamos al jefe Sean.
Sean tiene un puesto en nuestra civilización. ¿Raro? No. Espero que no esté herido, no quiero sentirme mal por ello, por siempre estar pendiente de mi protección.
Entramos al aeropuerto, adoró el olor que genera este, maletas nuevas, maletas viejas, huelen bien. Sergio miraba a su alrededor y los Dantes no estaba dentro para detectar a otros como mi especie, no cuando uno es un ciborg y el otro tiene armas extrañas consigo. No van a bajar del auto.
Sergio estaba totalmente intranquilo, el anciano Meller estaba a casi diez metros lejos de nosotros.
Continuaba buscando, señal de Sean. Luego noté que el celular sonó, Sergio había recibido una llamada, él escuchaba con mucha atención. Entonces al colgar, nos hizo caminar con rapidez a una zona, pasando las zonas de entrega y de carga, zonas que debes pasar con autorización, pero había influencia en cada paso con esos uniformes, entonces noté que la bandera americana estaba a lado de la bandera mexicana y japonesa en el uniforme.
El auto donde llegamos se estaba estacionando cerca del hangar del cual entramos, era enorme y tenía un avión privado de color negro, claro que lo reconocí era el avión privado del tío. Los Dantes bajan del auto lentamente, Dandecito armado, mira a su alrededor, era claro que todos estaban entrenados.
—Es extraño. — Sergio se encogió de hombros hablándome con su mirada perdida— Sean dijo que estaría aquí con el Diamante…— respiró profundo. — y por fin comenzará todo por lo que esperamos por años.
— ¿Por qué no me adelantas de qué se trata? — sugerí. — Estoy demasiado confundida— estaba irritada— ¿Qué va a comenzar?
—No, creo que ya me pasé, no es mi deber, debe ser tu familia quien te diga más… — dijo con algo de nervios por el tiempo — Eres la misión para lo que fuimos entrenados, tú liberarás al hombre del mal, el tiempo para el apocalipsis ha comenzado contigo al encontrarte, lo demás tu hermano te lo explicará. No debo decir más. El artefacto.
— ¿Artefacto?
—Quién lo usará la princesa del sistema, primera en nacer líder de los congresistas que llevará al bien a la victoria. La heredera a reina legítima por ser la mayor del planeta Otpieg, está en el cinturón de Orión. Te llevarás una gran sorpresa cuando Frerick te diga todo.
—El bien siempre gana según los libros, para qué me necesitan. — tenía miedo de lo que puede que pronto vendría, necesitaba a mi familia y esa era Sean y el tío Rapel.
—Exacto, Dios no te necesita, él puede hacerlo todo. — dijo casi enojado. — Pero, ellos sí— su rostro señalando a los Dantes. — Seres humanos me incluyo, nosotros los seres humanos te necesitamos más que nunca, si no le enseñas al resto de los humanos a creer … la mayoría no se salvará, los días están contados, si no hay Fe no habrá salvación para nuestros hermanos.