Los escombros podían verse por todas partes y Sean estaba cerca de mí, más herido, pero podía moverse, su sangre estaba en todas las partes que podía ver de su piel. Había un objeto parecido a una pistola que sostenía en su mano, pero sin el gatillo. El arma tenía un tubo pegado por la parte de las balas insertado de color morado, cuando lo observé más de cerca era un metal brillante y negro en forma de un Glock 17, de las que colecciona el tío.
Me tendió su mano para sujetarla, me levantó con una fuerza que superaba la mía. Logré sentir su nivel de poder.
¡Estoy sintiendo! ¡Siento el nivel de poder! Desde que escuchó esa voz en mi cabeza, me siento más fuerte. La energía que emitía Sean no era común para un peleador humano que practica algún arte marcial, esto era mejor y excitante. Él se sentía fuerte, me sentía bien estando cerca de él.
Vi moverse con cuidado a Dandecito. Dante quitaba escombros en busca de Sergio que gritaba de dolor bajo de estos, sobrevivieron al impacto, pero Sean y yo sabíamos que era un mísil láser de advertencia, aun así, no sabían que los había golpeado, otros pensaban que era un ataque terrorista de los sicarios del sur. Lo primero que hice fue ponerme de pie, estar cerca de Sean y no moverme lejos de él. Él era mi seguridad.
Sergio estaba malherido a unos metros, en su pierna un gran agujero sangrando con rapidez. Dandito se acercó y le hizo un torniquete, arrancando parte de la camisa blanca de Sergio que estaba debajo de esa chaqueta de color camuflaje azul que el mismo traía.
—Alfa-betarios. — Sean dijo con la rara pistola en una mano.
Dandecito hizo que la pierna de Sergio dejara de sangrar. Todos estábamos en alerta entre el humo que nació a nuestro alrededor.
—Están aquí— Sean me miró. — Sólo nosotros los podemos ver— explicó con la mirada fija en cada punto que casi yo no lograba ver por la bruma, alrededor de los escombros y pedazos del avión que sufrieron el impacto. — Debes estar preparada no te servirá de nada estar sin armas, tómala— señaló una especie de placa de metal en su cinturón, uno al que se podía observar pequeñas líneas plateadas que brillaban por las luces del edificio que se apagaban y prendían en un tintineo que pronto dejará de dar luz y el color que reflejaba algunas llamas.
— ¿Qué es eso? — pregunté.
—Un arma. — Sean responde con una voz cortada que hacía que me preocupase, sus ojos se volvieron demasiado blancos, como si controlara ese efecto aterrador, después pasó a ser una pupila felina. Sean estaba sacando lo que nunca me imaginé ver en alguna especie. — Están aquí, debemos tener cuidado, princesa. — era imposible no dejar de ver sus ojos felinos.
Nunca me enfadé tanto por no conocer más sobre mi propia especie, su nivel de pelea de Sean estaba aumentando, lo podía sentir en el ambiente, era extraño, pero existente el conocer esos niveles o esas presencias que hace tu cuerpo como un arte que quiere explotar, al oprimir mi mano en la placa de metal que tomé del cinturón de Sean comenzó a estirarse formando un sable delgado, la transformación fue igual que cuando observas el propio mercurio moverse.
«Sorprendida de esta pendejada, concéntrate tú eres la más fuerte»
—Nuestra debilidad es también nuestra mejor arma. — Sean dice con la voz agitada mientras yo lo sigo porque no quiero separarme de él. — El mercurio insertado en tu cuerpo sería mortal. Otra cosa importante, no confíes en nadie que no sea congresista, debes entenderlo. Lo que sigue se pondrá muy feo. ¡Mantente alerta! ¡Observa bien, abre tu mente! ¡Yo sé que puedes!
No entendía, pero no sé por qué no le hice caso en todo esté tiempo, si en verdad era muy guapo, pero había algo que no era físico que me hacía sentirme como en casa y segura con él.
—¡Entiendo! — dije. No, no entendía nada. Sujeté el arma con fuerza por la furia personal que todo me daba, pero debo admitir que me gustó sentir que podía hacer algo, si tuviese otra placa igual sería mejor que una.
—Entonces… ¿Cómo son los alfairos? … supongo como los que estaban en el bar… —Pregunté sin separarme de él con movimientos alrededor. Ambos sabemos que los Dantes ayudaban a Sergio, pero no encontraban rastro alguno del sargento Miller.
— ¿Te atacaron?
—Sí.
—Abre bien los ojos Gea. — él parecía conocer a la especie humana y sus costumbres a pesar de estar lejos del hogar como yo y lo comprendía; pensé que cuidar a una chica por sólo ser de la realeza marciana o no sé qué no estaba en sus planes. La Tierra era un lugar perfecto, pero a la vez horrible— ¡Hay dos aquí!
—Lo sé, lo siento, se siente pesado el ambiente—recordé cada aura en el bar como los extranjeros o lo correcto: Alienígenas.
Podía notar la presencia de algo maligno, no los podía ver, pero había algo diferente en esa especie de alienígenas, algún truco para ser invisibles. Sean disparó al humo, un cuerpo cayó, continuó disparando cuando todos sentimos que estábamos rodeados. Sean dispara al aire matando dos iguales que los que me atacaron en el bar, me daban terror los ojos escarabajos de esos seres, y derretirse con el fin de su vida. En un momento, Sean dejó el arma y tomó su placa de metal al oprimir y colocar todo su espíritu en este la placa se formó en un sable, ataca con todo en el aire, pero es sus ojos en forma de felino el que lo hace ver donde está, jamás había visto como mi guardaespaldas personal era capaz de ser: feroz y ágil.