Geal Ali Crónicas: Poder Absoluto.

Capítulo 7

Finalmente, conocería a Denia, quien es la causante de la destrucción de una familia y la verdadera razón por la que mi madre me dejó al cuidado del tío, tanto como los congresistas odian a todos los seguidores de mi tía... ¿Cuánto dolor ha causado?

Frerick al ver que estaba bien corrió hacia el lago, el Napaleano lo siguió, yo decidí quedarme, cuando ambos llegaron a la orilla del lago, la sangre podía verse clara desde mi posición, comenzaron a flotar cabezas… no cabezas humanas gracias a Dios.

Frerick quería seguir el espíritu de pelea de Denia, tal vez para poder saber dónde estaba su paradero. Era posible que el artefacto estuviera cerca, algo como eso se sabría, incluso los humanos lo sentirían.

En el lago hubo un movimiento extraño, se agitaba igual que un cocodrilo jugara para aparearse. Burbujeaba... algo andaba mal.

Ryan caminó despacio con dirección hacia mí de espaldas, sus sables volvieron a nacer para recibir la segunda amenaza, ambos hombres estaban armados de dos sables.

Y yo con dificultad de hacer crecer un sable. Traté, pero no lo sacaba de todo.

Fuera lo que vendría estaría en peligro, sin un arma que pueda sacar por completo no sería capaz de poder contra la propia Denia, ni menos con un nivel más alto que el mío, y es Denia quien sobrepasaba ese límite.

Salieron cascos de metal como cuando las tortugas emergen, eran robots que salieron del lago, máquinas tipo humanoides y por aquella razón no los detectaron, se movían hacia Frerick y Ryan lentamente con terror en el diseño de sus caras. Estaban hechos de lo mismo que Dante en el bar, alguna tecnología que podría manipularlos, era peligroso incluso para mi hermano. Los robots parecían una especie humanoide con el fin de aniquilar lo que está vivo. Sin espíritu en su ser pasaron desapercibidos.

—¡Geal! — gritó Frerick desde su posición. —¡Corre! —Mierda son muchos. — Ryan se quejó. — ¡Ya sé! Y es tu turno.

No me moví a la orden de mi hermano, observé como los robots los atacaron a ambos y se defendían, los vi moverse Ryan y Frerick, son talentosos guerreros. Sus sables perfectamente destrozaban en algunas ocasiones pedazos de máquinas con líquido plateado, algunos robots tipo humanoides eran tan fuertes, usando sus mismos brazos metálicos despedazados como armas para chocar con los sables. Estaba asombrada de lo que mis ojos veían. Ryan era increíblemente rápido, mortal y sanguinario si los robots sangraran sería una alfombra de puro color carmesí de diseño hecha por un artista como el Napaleano.

—¿Nunca habías visto nada igual? — escuché. Una voz femenina detrás de mí. Fue raro, el nivel de pelea de esa mujer era oscuro, pero no como la primera presencia que sentí.

Miré el velo rojo alejarse con el viento.

Decidí ver a la mujer con mis propios ojos, su piel era bronceada, más clara que la mía, pero su cabello era… rubio. Dorado. Una hermosa mujer, mis ojos observaban la belleza filosa que enmarcan sus ojos.

—Una cosa de entrenarte toda la vida… puedes ocultar tu espíritu guerrero… lástima que no puedas ocultar el tuyo, desde tu tacto de sangre…— ella sacaba soberbia, orgullo, honor en sus palabras, era tan perfecta como podría ser letal.

Vestía con ropa ajustada del color de la misma sangre, sus ojos azules, sus labios rosas, con una fresca y relajante sonrisa. Si yo fuese un hombre el explicar su belleza, me haría arrodillarme a sus pies, o es los años de oscuridad que ha pasado, que sabe invadir sentidos. Cubría con su cabello largo la mitad de su rostro izquierdo.

Ryan y Frerick no lo notaban, ellos estaban ocupados con la distracción.

—¿Denia? — me preguntaba en voz suave. La mujer sonrió como si fuese una divertida adivinanza.

—Geal Ali—dijo con un tono de voz tierno. —Un placer. Increíble el parecido, a tu estúpida madre, la reina, Luz. Patético. Un estúpido nombre, si jamás demostró luz para su familia. ¡Imagínalo! Usar el poder sagrado para contra... — sus manos se ven relajadas, no planeaba atacarme, aún.

—Mierda— no sabía qué decirle era parte de mi familia, la mitad de ella era mi sangre, una Otpieg. — Matar humanos está prohibido.

—¡Enserio! — sonrió burlona. —No me di cuenta… que lástima, a veces se me olvidan las leyes, merezco hacer añicos a humanos, todos los que yo quiera, algo a lo que mi padre conocía a la perfección al engendrarme... Soy la mujer más fuerte del universo. La perfección del futuro. Y tú tienes… lo que yo quiero… Dame el artefacto.

—No sé qué es… — pregunté. Aún no sabía cómo evitarla. Ella acomoda su cabello atrás de las orejas, su marca Otpieg está en su rostro.

—El Artefacto. Entrégamelo. — Denia me sonrió extendiendo la mano hacia el frente. No paraba de ver su marca Otpieg, en forma de estrella.

Me asusté dando un paso atrás, el suelo se agitó vi que algo salía escondido de la tierra, una tabla de plata que se creaba de la misma nanotecnología que toda la nave en la que viajamos. La especie de tabla la controlaba con su guante cual lucia brillante. Denia subió encima de la tabla, en su rostro se expresó ira, sus manos estaban sobre mí con la rapidez de los Otpieg, apretando mi cuello y me había hecho subir con su fuerza bruta en esta, con su control nos elevábamos pasando por grandes árboles raspando nuestros cuerpos sobre las ramas. Yo intentaba huir de sus brazos, pero ella era demasiado fuerte.




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