—Cinco mil rubíes que tiene miedo de verte —escuché una voz juvenil resonando en la oscuridad, porque tenía los ojos aún cerrados.
Me encontraba recostada cómodamente, envuelta en suavidad sobre una lujosa cama, quizás.
—¿Por qué? —respondió otra voz femenina, fuerte y madura.
—Axtrex— volvió a hablar la voz ... ¿Adolescente? —Eres absolutamente hermosa, pero ella ha pasado toda su vida en la Tierra, la vas a sorprender.
—No entiendo por qué Mai me dejó a cargo de la Otpieg, que posee gestos parecidos a los humanos— al parecer, la chica madura llamada Axtrex estaba expresando su insatisfacción por ser la sirvienta de alguien, refiriéndose específicamente a cierto o cierta: Mai.
Escuché atentamente, con los ojos cerrados.
—¿Celos? Ella, Geal Ali, liderará toda nuestra organización de congresistas.
—No, nunca estaría celosa de ella, es la ley, y así está estipulado. Solo que no sé qué va a decir sobre mi apariencia. En la Tierra, los juicios sobre los colores pueden ser horribles.
Si es negra no me importaría. Los colores me dan igual. Intenté abrir los ojos, pero me sentí incómoda. Distinguí luces y figuras, aunque estaban borrosas. Una de las chicas parecía vestir de negro, mientras que la otra parecía estar vestida de azul. Se quedaron en silencio al notar mi esfuerzo por levantarme de la cama.
—Se ha despertado —comentó la más joven. —Y lleva su marca de Otpieg. El tacto de sangre fue beneficioso. Evidentemente, ella es la heredera del artefacto.
—¿Debería irme? —preguntó la figura más alta, presumiblemente Axtrex. —Arcy, atiéndela.
—¡No! Esa es tu responsabilidad. Mai lo dijo. Dudo que se asuste al verte, especialmente después de encontrarse con Alfairos y Betarios. La princesa Ali está completamente preparada para enfrentar todo. Como dicen los humanos. ¡Se va de un solo golpe!
—Dudo que esa sea la frase que usan los humanos —dije, mi voz se sintió suave, y el sabor dulce era raro, con mi poca visión borrosa me quejaba de las luces. —Putas luces. Pero... tienes razón—me descosté un poco moviéndome para ver el punto más cómodo de la cama, sintiendo un dolor agudo en la garganta. —¿Quiénes son?
—Amigas, congresistas—dijo la más pequeña, identificada como Arcy. —¿Estás bien?
Congresistas. Soldados de un planeta lejano que alguna vez fue habitado por los antiguos hace miles de años. ¿Cómo lo sé? Ahora he adquirido un conocimiento extra. Al recuperar la visión, lo primero que observé fue el ambiente metálico que me rodeaba. A mi izquierda, una gran ventana revelaba una vista de estrellas y montañas, lo que sugería que el lugar podía estar oculto en una selva, posiblemente en Tabasco, Chiapas o una región similar.
La habitación parecía un hospital en miniatura, equipado con dispositivos desconocidos para los profesionales médicos humanos. Sentí una de mis manos rígida y sentí una aguja insertada en ella, administrando un líquido desconocido. Noté dos mangueras o tubos de metal en mis fosas nasales, que quité, prefiriendo respirar sin ayuda. Al tocarme la cara, detecté algo inusual en mi piel. Al inspeccionarla más a fondo, sentí un peso metálico, una realidad alarmante me golpeó. Recordé las marcas plateadas de Sean y su presencia en Frerick. Mi propia cara tenía marcas similares, ubicadas entre mi ojo y mi oreja, aunque no podía verlas en un espejo, pero sí podía sentirlas.
Vi una chica delgada, de aproximadamente dieciocho años, con su cabello castaño atado. Su piel pálida contrastaba con sus llamativos ojos verdes, y sus pequeñas pecas me parecieron particularmente entrañables. Ella tenía que ser Arcy. Si bien su espíritu de lucha era bueno, no rivalizaba con el de su compañera. Cabe destacar que Arcy no tenía marcas, no era una Otpieg. Lo sorprendente: la mujer llamada Axtrex realmente me dejó perpleja.
La miré con cierta preocupación, olvidando por un momento las marcas en mi rostro. Comprendí la fuente de su ansiedad, sí, su apariencia me intimidaba, solo podía imaginar cómo se sentía ella.
—¿Estás considerando un insulto por mi apariencia?— preguntó, cruzándose de brazos con una expresión indignada. — Habiendo vivido parte de su vida en la Tierra, debe ser racista e ignorante.
—No soy verdaderamente racista. Además, soy parte de una minoría, como tú supongo. Eres completamente azul— respondí, señalando mi mejilla izquierda debido a mi tono de piel morena.
Ella es una figura hermosa, con piel completamente azul, capaz de provocar ofensa en cualquiera. Su belleza era extraordinaria, me resultó difícil de procesar. Es guapa, pero azul. Sus ojos eran oscuros, un lunar adornaba sus labios, y de un tono menos azul que su piel, su cabello. Parecía trenzado en mechones texturizados. Ambas mujeres tienen un atuendo similar al que llevaba Sean cuando lo encontré medio herido para facilitar nuestro escape de los Alfa-Betairos: un elegante traje militar. Me encontré deseando tener uno también.
—¿Sigues siendo humana o qué?
Claramente, la mujer de nombre Axtrex no era amistosa.
—Tengo que irme— respondí, intentando levantarme de la cama mientras desconectaba tantos cables de mi cuerpo como fuera posible.
Esperaba que me detuvieran, pero ambas se hicieron a un lado. Un escalofrío me recorrió el cuerpo, estaba expuesta y vulnerable.