¿Qué saldría en las noticias humanas sobre lo que les pasó?
Tendrían que inventar algo. La rampa de la nave descendió para que subiéramos a bordo, y entonces la vi, una gran nave circular oscura, parecida a una gota de agua, que yacía con un movimiento continuo como un líquido flotante, tal como lo imaginé. Desapareció en segundos. La rampa no se fue con un pestañeo como lo hizo la nave. Los Otpieg, era obvio que no querían ser vistos por los humanos, por su seguridad.
Subí a la rampa, sintiéndome débil, al igual que mis dos compañeros; Ryan seguía aturdido, pero eso no le quitaba su rostro soberbio y perfecto. Este hombre debe ser muy guapo si se quita la ropa para mostrar sus músculos y tatuajes. Cambiemos de tema: ¡Mente idiota!
Frerick estaba malherido, no me había dado cuenta.
Al principio, él se llevó la peor parte con los robots; su respiración era lenta, como si la esperanza de encontrar el artefacto se estuviera desvaneciendo. Ryan no dijo nada, no sabía nada. Eso era bueno. ¿Pero por cuánto tiempo?
Y estaba más que claro que Frerick sabe que los Napaleanos son más rápidos, es decir, que vuelan con su don. Si mueven objetos, mueven sus cuerpos. Los Napaleanos vuelan: es genial. Podría volar.
Cuando la rampa nos elevó, recordé que conducía directamente a la sala de control. A nuestra llegada, todo el equipo nos observa con preocupación, sus expresiones serias y carentes de preguntas. Sus rostros transmitían una necesidad urgente de información sobre las noticias que llevábamos, ya fueran malas o buenas. Esperaban que habláramos primero, de ahí su silencio. La misión de recuperar el artefacto fue un éxito. Dudé en revelar todos los detalles. Mai se acercó a mí con una lámpara de bolsillo, dirigiendo la luz hacia mis ojos para evaluar mis signos vitales, demostrando una pericia que recordaba a un profesional médico. Su estúpida lámpara que molestaba tenía una pantalla que flotaba que daba la información necesaria y todo a través de los ojos.
—Signos vitales estables— anunció Mai, sus ojos evocando recuerdos de la Tierra, ya que era el único humano entre nosotros. —Vamos a revisar a Ryan. — Volvió su atención hacia él, sintiendo que algo andaba mal mientras lo examinaba. — Pupilas dilatadas. ¿Estás bien, Alteza? — preguntó.
—Aturdido—dijo, con la mirada fija en el suelo.
Luego, Mai evaluó las heridas de Frerick antes de apagar su lámpara y guardarla dentro de su uniforme.
—Ve a la sala de curación— ordenó Mai. —Te seguiré en breve con un poco de medicina para cerrar tus heridas. No tendrás ninguna cicatriz, te lo aseguro. ¿Te enfrentaste a un ejército?
Frerick solo sonrió y levantó una ceja y se dirigió con calma al segundo piso. Cuando salió de la sala de mando, los demás me miraron con curiosidad. Axtrex, que jugaba con su pelo largo, tenía una expresión que reflejaba su decepción por la marcha de Frerick, tal vez buscando una respuesta definitiva, claramente consciente de la atmósfera preocupante. Los miembros restantes de la tripulación asumieron sus posiciones. Ryan tomó el asiento de Frerick como segundo al mando y exhibió un nivel de agotamiento similar al del resto de nosotros. Se tocó la frente con una mueca de dolor, luciendo tan aturdido como yo, aunque tal vez menos visiblemente. Ordenó hacer unas cosas a los demás, cosas que aún no entendía, pero no se me daría nada comprenderlas más adelante.
Tacto de sangre: un linaje difícil de identificar debe permanecer oculto.
—¿Qué pasa?—preguntó Arcy desde el segundo piso. El tipo aún seguía mirando con desdén, pero no le quitaba lo guapo, pero sin la complexión muscular de sus compañeros, posiblemente debido a su participación en otro deporte.
—No—dije instintivamente. —Denia... pero ella escapó... — Inquieta bajo el escrutinio de su mirada, me moví incómoda.
—Oh... —respondió él, meneando su cabeza, olía a pura hipocresía, medía lo mismo que yo de pie a mi altura.
Comenzó a buscar en la pantalla holográfica que tenía frente a él. Al inspeccionarla más de cerca, los controles de la nave parecían utilizar nanotecnología, con botones y bucles casi invisibles. Observé sus dedos moviéndose con una elegancia similar a la energía generada por sus dispositivos.
—¿Es tan poderosa como dicen? — hizo una pausa. —¿La suprema?
—¿Suprema? —Esto provocó una reflexión, lo que llevó a un silencio prolongado que hizo que me mirara con incertidumbre. —Sí —respondí después de una pausa de diez segundos. —Es fuerte. Tal vez un nivel por encima de Mortal.
—Excelente —dijo con una leve sonrisa, aunque carecía de entusiasmo genuino. —Más complicaciones para todos. Me interesaría ver cuán poderosa eres realmente tú.
Ciertamente, encontré eso poco atractivo.
—¡Arcry! —gritó Mai. —¿Has encontrado alguna información sobre el soldado que nos envió la señal, Sean?
—No, descubrimos veintitrés cuerpos de Otpieg, veintiún Napaleanos y ochenta y seis humanos vivos, pero ninguno de ellos coincidía con la identificación del soldado que envió la señal. Es extraño que estén vivos, después de haber muerto.
—Gracias. Ya mandé a un equipo a revisar su sangre para saber un análisis de lo que pasó, o qué milagro ocurrió. Veré a Frerick.
Lo seguí al enorme monstruo pelón guapo. Cuando salí de la sala de mando detrás de Mai, sentí una sensación de incredulidad. Me resultó intrigante que fuera humano, dada su constitución física sustancial, en medio del equipo de élite de la realeza y los nobles. No pude evitar preguntarme: ¿Cómo? ¿Testo? ¿Sustancias desconocidas?