Gemelos

Despedida

Muy lentamente llevé ambas manos hasta el pecho de Myung Soo, dejándolas ahí con suavidad, apenas rozando, intentando no hacerle daño, intentando que no notara mucho mi presencia. Mientras que las suyas se hallaban en torno a mi cintura. Sus labios sobre los míos, moviéndose con cierta vacilación. Comprendí que no deseaba apresurar las cosas, pero yo si quería hacerlo. No podía dejar de pensar en lo que Sung Kyu había dicho unos minutos atrás en mi habitación, que Soo Min llegaría esa noche. Dándome cuenta entonces de lo egoísta que podía llegar a ser, porque ya no quería que ella volviera, no quería que ese sueño con Myung Soo se acabará. Así que las ultimas palabras de mi hermano mayor antes de ser interrumpidos por Sung Yeol habían quedado grabadas en mí como si lo hubiesen sido en piedra: aprovecha tu último día con él. Mi último día...
Aparté eso de mi cabeza, concentrándome en el presente. Intentando no pensar en el futuro, pensando sólo en el presente, ese presente donde Myung Soo era mío, no de mi hermana.
Moví mis labios sobre los suyos, correspondiendo la ansiedad en aquel beso. Sabía que él lo deseaba tanto como yo; e imaginaba que había una parte de él que debía desear algo mas también. Tal vez no tuviera experiencia en esas cosas, pero yo también era un hombre y mi cuerpo me exigía al igual que el suyo.
Myung Soo se separó, sonriendo tiernamente antes de rozar su nariz con la mía.
—También podrían funcionar los besos de esquimal.
Susurró y no aguanté mas, abrazándolo por completo, muy consciente de mis sentimientos y de mi actuar. Yo de verdad estaba enamorado. Yo de verdad... Y pensé en decirle la verdad entonces, tal vez si le hablaba francamente y le explicaba... tal vez me escogería a mí.
—Te quiero, Myung Soo.
Le dije y alce un poco el rostro, esperando conseguir otro beso. Él sonrió y lo hizo, mas suave que el anterior.
—También te quiero, Soo Min.
Bajé el rostro, aun entre sus brazos, intentando no dejar salir mi tristeza. Si, era a ella a quién él quería. No a mí.
—Déjame curar tu cara.
Le pedí, yendo por mi pequeño botiquín. Obedeció, sentándose en una de mis butacas, sin despegar los ojos de mi mientras pasaba un algodón por su labio partido. Se quejó en voz baja, pero eso fue todo.
—Espero que nadie lo note —dije —Yeollie a veces no piensa con claridad. ¿Por qué fue la pelea?
—Nada importante.
Y aunque insistí un par de veces mas, no quiso decírmelo. Pero debía ser algo importante. Sung Yeol pese a tener una personalidad muy parecida a la de Soo Min solía tener un poco mas de sentido común. Y Myung Soo no parecía del tipo violento. No, estaba seguro de que no lo era. Myung Soo era algo así como un príncipe de algún cuento.
Escuchamos una campañilla sonar desde el comedor.
—¿Qué es eso?
Preguntó él, abriendo la puerta para asomarse. Me mordi el labio inferior mientras mis ojos recorrían su cuerpo de arriba a abajo. Que guapo era, que atractivo y que perfecto. Todo de él me gustaba. Y me pregunté como era que no había caído enamorado en cuanto lo había visto. Aunque casi había sido así. No le había tomado mucho a mi corazón dejarlo entrar y temía que fuese incapaz de dejarlo salir.
—El anuncio de que la cena esta lista —dije en voz baja, intentando que mis pensamientos no se reflejaran en mí.
—Creo que en esta casa comen a todas horas.
Bromeó, volviendo su rostro hacia mí. Le sonreí por toda respuesta, si él supiera como era realmente la vida en esa casa, en esa cárcel. Esa cárcel que tanto odiaba Soo Min y a la cual volvería en unas cuantas horas.


¿Alguna vez han deseado que ocurra algo con todas sus fuerzas y no ocurre? ¿Alguna vez han deseado que no ocurre algo con todas su fuerzas, pese a saber que ocurrirá? Ese era mi caso, porque mientras la tarde se alejaba y la noche llegaba yo deseaba que ocurriera algo que retrasara la llegada de Soo Min y Hoya. 
Myung Soo y yo estábamos en la sala, con sus amigos, algunos jugando nuestros viejos juegos de mesa, otros simplemente charlando o bebiendo té. 
Sung Kyu me lanzaba miradas de vez en cuando, pero casi de inmediato se volvía al tablero de ajedrez; jugaba una partida con Woo Hyun. En una pequeña mesa que tenía un enorme mantel rojo. No pude evitar imaginarme lo que podría estar ocurriendo de nuevo abajo.
En determinado momento Myung Soo se levantó del sofá donde estábamos sentados, muy juntos. Él me contaba sobre su carrera y sus planes a futuro, sobre el departamento que pensaba comprar cuando nos casáramos. Según me dijo quería que lo escogieramos entre los dos.
—Ven.
Dijo, ofreciendome su mano. No dudé ni un segundo en tomarla, pensando que seria capaz de seguirlo ciegamente a cualquier lugar que él quisiera. Y me llevó escaleras arriba, al principio me desconcerte un poco cuando me pidió que esperara un momento y se alejó rumbo al ala que papá le había asignado a los Kim. Me mordi entonces el labio inferior, pensando en que debí haber ido con él. No quería ni desperdiciar un segundo del poco tiempo que me quedaba de estar a su lado. 
—¿Qué haces aquí?
Esta era mamá, quien me miraba desde abajo, con una copa de algo entre las manos.
—Espero a Myung Soo—. La vi fruncir la nariz. Así que añadí: —él me lo pidió.
—No te olvides que...
—Lo sé.
—Ve a dormir a las nueve. Y hazlo en tu habitación.
Y se fue, aunque lo hizo hacia afuera. Tal vez a su jardín. Lo cierto era que nunca sabría que era lo que pasaba por la cabeza de mamá. Nunca podría comprenderla; y aunque hubo un tiempo en que eso era justamente lo que máss deseaba, esperando que si la comprendía tal vez ella me amase más, en la actualidad ya no me importaba. Pero había algo que sí. Tendría que irme a dormir a las nueve. Y eran las ocho. Lo que significaba que sólo me quedaba una hora. Una hora más y el sueño se terminaría.
—Ya estoy aquí. Perdona la tardanza.
La voz de Myung Soo me hizo sonreír de nuevo, casi olvidando mis tormentos. Lo miré, traía con él una cámara fotográfica. Me había dicho que le apasionaba la fotografía y que si su carrera como economista no funcionaba se dedicaría a ella.
—Que bonita.
Comenté, mientras entrelazabamos nuestras manos y echabamos a andar por el pasillo. Me bastó andar unos pocos pasos para saber a donde íbamos. Y era raro que Myung Soo lo conociera, siendo la parte menos concurrida de la casa ya que mamá consideraba que el balcón no combinaba con el resto de la propiedad.
Y fue entonces que vi lo que Myung Soo sin duda planeaba fotografiar: las estrellas. Las había visto prácticamente toda mi vida arriba de mi y estaba acostumbrado, pero Myung Soo se veía realmente impresionado.
—En Seúl no es posible verlas —me explicó mientras acomodaba el lente y empezaba a fotografiar —demasiadas luces para ello.
—Nunca he estado en Seúl —dije, mirando también.
—Esto es más bonito —respondió y bajó la cámara para mirarme—. Sé que las has visto antes, pero aún así quería compartir este momento contigo.
—Me gustan las estrellas —dije —son hermosas y fascinantes —lo vi ladear la cabeza, sintiendo una ola de ternura llenar mi ser. Se veía tierno haciendo eso, como si fuese un gatito —es increíble como se ven tan cerca de nosotros, pero están tan lejos. A millones de años luz.
—No lo había visto de esa forma —las miró de nuevo —sí, son fascinantes. 
—Myung Soo.
Me recargué en su hombro, él rodeando mi cintura con un brazo. ¿Quée debía hacer ahora? ¿Cómo despedirme sin que sonase como tal?
—Tomemonos una foto.
Dijo entonces, levantando la cámara y apuntando hacia nosotros. No me negué, en ese momento habría hecho cualquier cosa que él me pidiera. Sonreí ante la cámara.
—Será una de mis favoritas —comentó.
Asentí, mirando el cielo de nuevo, pensativo. Una foto mía y de Myung Soo. Una foto que el creería suya y de Soo Min. Volví mis ojos hacía él, quién miraba el cielo también, con una sonrisa pintada en sus labios. Era feliz. Y así era como debía ser siempre. Mientras lo miraba tomé una resolución, si yo no podía estar a su lado y hacerlo feliz me encargaría de que Soo Min lo hiciera, aún si ella era todo lo contrario a míi, la convencería de casarse bien con él. Si Soo Min era la felicidad para Myung Soo entonces le ayudaría a obtenerla, le ayudaría a que mi gemela se enamorase de él.
—Te amo.
Confese en voz baja, sintiendo el final muy cerca.
—Te amo también, Soo Min.
—¿Puedes... decirlo de nuevo, pero sin mencionar mi nombre?
Pedí, con mis ojos fijos en los suyos.
—Te amo.
Dijo entonces y solté un suspiro. Por un momento podría dejarme llevar. Creer que era a mí a quién amaba.
—Gracias.
Myung Soo me miró, pero ya no le dejé decir nada. Esa era nuestra despedida. Nunca más podría acercame a él de esa forma, desde mañana seria simplemente su cuñado. Así que lo besé, enredando mis brazos alrededor de su cuello y dejándole a él hacer lo mismo con mi cintura, nuestros cuerpos tan cerca como nos era posible, separados apenas por la tela de la falda del vestido que usaba.
Lo sentí morder mi labio inferior con algo de rudeza y abrí la boca, experimentando algo nuevo cuando su lengua penetró en mi cavidad bucal, empujando la mía con insistencia, como si intentara pelear contra ella. Solté un gemido, separándome unos pocos segundos antes de que sus labios volvieran a atraparme, sus manos recorriendo mi espalda de arriba a abajo, las mías sin atreverse a mover.
—Myung Soo.
Gemi cuando sentí una de sus manos colocarse en mi trasero, rozandolo apenas, pero lo suficiente para alejarme. No podía dejarlo continuar.
—Perdona.
Se disculpó, alejándose también, con las mejillas rojas. No lo culpaba, se había dejado llevar, tal y como había hecho yo.
—Está bien —tomé aire con fuerza —de todas formas ya... ya debo irme dormir.
—Entiendo.
Y no parecía deseoso de retenerme. También lo entendía, yo mismo estaba luchando contra las ganas que tenía de salir huyendo ya mismo.
Me di la vuelta, pero antes de irme lo llamé, su rostro brillando bajo la tenue luz de la luna. Supe en ese momento que era así como quería recordarlo, era así como lo vería durante todas y cada una de las noches que viviría sin él.
—Sung Jong regresa hoy en la noche.
Su expresión se llenó de alegría, aun si su rubor continuaba.
—Que bueno. Al fin podré conocerlo —rió dulcemente —me preguntó si le agradare, a Sung Kyu no...
—Lo harás —le interrumpí, sintiendo que estaba a punto de llorar —le vas a caer muy bien.
—¿Tú crees?
—Sí. Yo le hablaré bien de ti.
Me sonrió y ya no pude soportarlo. Me di la vuelta de nuevo y me alejé corriendo por el pasillo, el rostro empapado en llanto. Lo amaba tanto... pero él no... 
Llegué a mi habitación, mirando de reojo la de Soo Min antes de entrar. Eché llave de nuevo y, sin dejar de llorar, me arranqué la peluca y la ropa de Soo Min, arrojándola a un lado. Todo había terminado.
Seguí llorando mientras me daba un baño, dejando que las lágrimas que sabía no podía dejar salir mañana hicieran lo suyo. Mañana volvería a ser yo. Mañana no tendría permitido llorar, así como no tendría permitido acercarme a Myung Soo.
Salí del baño y me dediqué unos minutos a mirar mi reflejo en el espejo. Sin maquillaje, con mi cabello corto y mi pijama puesto. Ya no era Lee Soo Min, la chica que Kim Myung Soo amaba, ahora era sólo Lee Sung Jong, el hermano gemelo de la chica que Kim Myung Soo amaba.
Me acosté a dormir, aunque no lo hice. Estaba inquieto, mirando el reloj en la pared cada pocos segundos. Hacia un rato que las lágrimas se habían terminado,secándose en mi rostro, pero por experiencia sabía que estas no tardarían en volver. Y no debía dejarlas. Sung Jong no podía llorar para nada al día siguiente.
Alrededor de las tres de la mañana, mientras me giraba en la cama intentando dormir, escuché el suave sonido de unos pasos en el pasillo. Si no llevara toda mi vida a su lado seguramente habría sido incapaz de reconocerlos, pero ella era mi gemela, mi otra mitad y podría reconocerla como fuera y donde fuera. Soo Min había llegado.
Me levanté de la cama, pero cuando escuché otro par de pasos detrás de ella me inmovilice. También esos podía reconocerlos. Papá.
Y cuando ninguno de los pasos se detuvo al llegar a la habitación de Soo Min supe lo que ocurriría. Supe a donde iban. El ático. La pesadilla de los tres.
Y no pude hacer nada, salvo quedarme inmóvil frente a la puerta cerrada de mi habitación.
Sung Kyu se había equivocado. Aquello aún no terminaba. Y algo me decía que no había hecho sino comenzar.



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En el texto hay: homosexual, infinite, myungjong

Editado: 01.11.2021

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