Gemelos

Reencuentro

No había dolido tanto como había esperado, no como me había atormentado toda la noche y buena parte de la mañana mientras me preparaba para hacer mi aparición. Ver a Myung Soo desde la perspectiva de Sung Jong no había sido tan doloroso como había pensado. No negaría que tampoco había sido la experiencia mas feliz de mi vida, pero de traumática no tenia nada. Lo había visto después de todo. Y había visto su sonrisa ante lo que supuestamente Soo Min pensaba de él. Y eso lo hacia feliz.
Sonreí interiormente mientras caminaba rumbo al jardín de mamá, sabiendo muy bien porque me había enviado si era obvio que Hoya no necesitaba mi ayuda. No me quería cerca de Myung Soo. Y aunque doliera debía admitir que tenia razón. Él y yo... Él y Sung Jong jamás funcionaría. Él jamás estaría con un hombre. Soo Min era perfecta para él, así que tenía que hacer que ella también lo entendiera. Era mi gemela y la conocía, me sentía capaz de hacerla amar a Myung Soo como él se merecía; y él era tan perfecto que mi hermana no podría quejarse. Así las dos personas que mas amaba serian felices, ¿verdad? Claro que yo no, pero... eso no importaba. Amar sin ser correspondido era mi castigo por mentirle a Myung Soo. Y lo aceptaría con gusto si con ello conseguía verlo feliz.
En cuanto a Soo Min sabia que ella también lo seria. Por eso debía darme prisa en decírselo. No había podido verla aun. Esa mañana al ir a su habitación me topé con que la puerta estaba cerrada con llave. Por dentro. Y aunque llamé un par de veces ella no respondió. Y la entendía. Después de esas sesiones en el ático yo tampoco deseaba ver a nadie. Y no era sólo por el dolor físico o las marcas en la espalda, sino por la humillación. La terrible humillación de ser azotados como si fuésemos animales.
Divisé a Ho Won unos metros mas adelante, con una manguera sujeta en su mano derecha, mientras que con la izquierda manipulaba un teléfono celular. Ladee la cabeza con curiosidad. No sabía que él tuviera uno de esos aparatos.
Levantó el rostro antes de que terminara de llegar a su lado, apareciendo una sonrisa canina en sus labios. Me di cuenta que también lo había echado de menos.
—Jongie, ¿como has estado?
—Voy pasando.
Respondí, riendo un poco mientras nos abrazabamos, él dejando caer la manguera a un lado.
—Me alegro, pequeño —pese a su sonrisa no dejé de notar su preocupación—. ¿Has visto a Minnie?
—Aun no —negué—. ¿Como esta?
—Ya la conoces. Soo Min es Soo Min —se encogió de hombros —estaba mas que decidida a volver cuando le dije lo que el tío te había obligado a hacer.
—Lo imagino.
Suspiré, pensando en la forma en que Soo Min solía protegerme. Ella era mayor que yo por dos minutos, así que a veces se sentía como mi madre. Bueno, si mi madre fuese del tipo cariñoso y protector y no del tipo que sólo se preocupa por si misma.
—Y además —siguió hablando Hoya —estaba decidida a enfrentar a papá. Minnie quiere romper el compromiso, pero yo...
—¿Que?
No podía ser. Soo Min no podía hacer eso. Ella tenía que casarse con Myung Soo, de lo contrario él moriría debido al dolor. Él amaba tanto a mi gemela que no podría vivir sin ella, lo sabía.
—No puede hacerlo.
Y sin mas eché a correr de regreso a casa. Tenía que verla antes de que Myung Soo lo hiciera. Le suplicaría de ser necesario, pero Soo Min no podía dejar a Myung Soo, pasara lo que pasara no podía dejarlo.
Una de las chicas de servicio se hallaba recogiendo los restos del florero roto. La miré de reojo con culpa, ya llevaba dos en menos de veinticuatro horas. ¿Se podía ser mas torpe de lo que yo lo era?
Subí las escaleras de dos en dos, no tener que usar zapatillas ni vestidos pomposos tenia sus ventajas. Y mi ropa era infinidad de veces mas cómoda que la de Soo Min.
Di la vuelta en el pasillo, rumbo a la habitación de mi hermana cuando me topé con mamá. Y Myung Soo. Los dos me miraron entonces. Y sentí como mi corazón se derretia como mantequilla cuando posó sus ojos en mi, aun si en ellos no había calidez ni amor. Yo sólo era el gemelo, no Soo Min.
—Eh —vacilé—. ¿Donde esta Soo Min?
—En su habitación —respondió mamá al momento —le he dicho a Myung que esta un poco nerviosa por lo cerca que esta la boda y que puede actuar un poco extraña —mamá rió tontamente—. ¿Podrias ir a verla y decirle que se ve encantadora con el vestido que escogí para ella?
Soo Min odiaba los vestidos, aun si tenía cantidades industriales de ellos, siendo algo así como la muñeca personal de mamá. Hice memoria de cuantas veces mi hermana había accedido a usarlos desde que se convirtió en adulta.
—Si, mamá.
Y pasé al lado de Myung Soo sin decirle nada, intentando no mirarlo, aun si sentía sus ojos fijos en mi. Tuve miedo de que pudiese reconocerme, pero era una tontería. Éramos gemelos, así que era normal parecernos, pero nada mas. Y pese a nuestra diferente personalidad nadie tenía porque enterarse de la verdad.
Fui a la habitación de mi gemela e intenté abrir. No me sorprendió ver que estaba cerrada por dentro. Se suponía que encerrarnos en nuestras habitaciones estaba prohibido, pero esa era una prohibición que mi gemela siempre ignoraba.
—Soo Min —llamé entonces —soy yo, Sung Jong.
No tuve que decir mas, la puerta se abrió de golpe y unos delgados brazos me rodearon, haciéndome entrar con ella. Cerré los ojos un segundo, aspirando el dulce aroma de mi hermana. La había extrañado mucho.
Levanté mis brazos entonces y la rodee a mi vez, pero un suave quejido escapó de sus labios, lo cual me hizo separarme de ella. Sus labios entreabiertos y sus mejillas sonrojadas, mientras me miraba con complicidad.
—Déjame ver.
Pedí y eché llave de nuevo, sin embargo ella negó con la cabeza. Y me di cuenta que no usaba ningún vestido. Se había puesto una camiseta de manga larga y sobre esta un chaleco negro, usaba pantalones de mezclilla azules y había sujetado su cabello en una cola de caballo. No había ahí nada del estilo suave y dulce que mamá intentaba recrear en mi.
—Soo Min.
—No fue grave —dijo —ha sido peor.
—Pero te duele.
—Siempre dolerá que una bestia te azote con un látigo —y se encogió de hombros antes de tomar mis manos entre las suyas—. Perdoname por dejarte aquí con toda esta mierda, Jongie. De haber sabido te habría llevado conmigo.
—No tengo que perdonarte nada —repuse, sujetándola con fuerza, mirando sus hermosos ojos y mi reflejo en ellos. Ella era mi otra mitad—. Yo también habría huido.
—No. Tú no habrías hecho algo tan estúpido.
Y recordé lo que Hoya había dicho. Sujete a Soo Min de las muñecas y acerqué su rostro al mío.
—Escuché que quieres romper el compromiso.
—Esa era mi idea inicial, pero Hoya ha dicho que no.
—¿Por qué?
Sin embargo Soo Min se encogió de hombros antes de decirme que estaba hambrienta y sugerir que fuésemos a desayunar algo. Pensé en insistir, pero no lo hice, siguiéndola dócilmente. Por suerte ni mamá ni Myung Soo seguían en el pasillo, aprovechando el momento para obligarla a detenerse.
—¿Ya has visto a Myung Soo?
—No. Y ni quiero. Debe ser un tipo odioso.
—Te equívocas —repliqué —es un buen chico. Por favor, sé amable con él.
—No veo porque hacerlo.
—Hazlo por mi.
Pedí en voz baja, ganándome un ceño fruncido por su parte, pero antes de que pudiese decirme algo mas sobre esto su estómago gruñó de hambre, haciéndola reír y enredar su brazo con el mio.
—No sabes cuanta hambre tengo, llevo días sin comer bien. Huir sin dinero no es la mejor de las ideas.
—Lo sé.
Repuse y llegamos al comedor. Pasé por un mal rato al pensar que pudiese estar ahí alguno de los amigos de Myung Soo, pero por suerte el comedor estaba vacío. Soo Min tomó asiento y llamé a las muchachas para que nos sirvieran algo. Observé las sonrisas de todas al hacerlo, felices de que mi hermana hubiese regresado aunque no lo dijeron. Era otra de las reglas de papá: no hablar con la servidumbre; claro que mi gemela también violaba esa regla, haciéndoles comentarios graciosos y sin mucho sentido. Todo mientras yo miraba. Soo Min siempre había sido así, extrovertida y alegre, nunca pasaba desapercibida, era todo lo contrario a mi.
—Echaba de menos la carne asada —la oí decir mientras devoraba un buen trozo, usando sus dedos en vez de los palillos —algo bueno debía de salir de este matrimonio después de todo.
Y se inclinó para servirse mas arroz. Sonreí un poco al verla tan alegre, como si no hubiese pasado la noche anterior siendo azotada en el ático, pero así era Soo Min. Podían pasarle miles de cosas y ella las superaría todas. Myung Soo se llevaría una gran mujer a casa. Y ella, se llevaría al mejor hombre.
La puerta del comedor se abrió y me giré, con la sonrisa aun en el rostro, la cual se congeló para dar paso a mi rubor habitual al ver a Myung Soo entrar. Desde la mañana en que lo había "conocido" me había dado cuenta de lo guapo que se veía. Como si hubiese puesto un poco mas de empeño en su arreglo, aún si alguien como él no lo necesitaba.
—Hola.
Saludó con formalidad, haciendo una ligera reverencia. Si acaso se sorprendió por el extraño (para él que sólo me había visto con vestidos) atuendo de Soo Min logró disimularlo muy bien.
—Hola.
Murmuré, pese a que sus ojos sólo estuvieron sobre mi unos segundos, pasando de inmediato a mi gemela, aunque Soo Min ni siquiera lo miró. Saludando sin interés mientras seguía comiendo carne. Y me sentí incómodo ante esto, tomando los palillos y pasándoselos.
—Usalos.
Pedí en voz baja, ganandome una mirada de Myung Soo, la cual devolví, con cada parte de mi ser estremeciéndose, dándome cuenta de lo mucho que de verdad dolía aquello. Lo mucho que me hería no poder acercarme a él como antes, no poder tomar su mano, no poder rozar sus labios con los míos. No poder decirle cuanto lo amaba.
—De verdad que son idénticos —dijo Myung Soo entonces —si no fuesen chico y chica me costaría trabajo diferenciarlos.
Soo Min levantó los ojos de su plato entonces, frunciendo el ceño. La vi abrir la boca, probablemente para decir algo ofensivo y me apresure a darle un puntapié por debajo de la mesa. Ella dándome una mirada de rencor. Y yo sólo la miré, esperando que comprendiera porque no podía dejar salir su yo real, un yo que yo mismo no poseía y que por lo tanto Myung Soo desconocia.
Nuestros ojos se cruzaron un segundo y vi como entendía lo que pasaba, volviéndose hacia el que seria pronto su esposo.
—¿Myung Soo?
Dijo, pero sonó mas a pregunta que a afirmación.
—Me alegra ver que ya están juntos.
Añadió él, con una sonrisa cálida y hermosa en el rostro mientras miraba a mi hermana.
—Gracias.
Murmuró ella, mirándolo con atención. ¿Podria ser que se hubiese enamorado de él a primera vista? ¿Podia tener esa esperanza?
—Pero Jongie y yo nunca hemos estado separados —agregó ella, apartando la vista y dedicándole más atención y más interés a su comida —nosotros somos como uno mismo.
Vi como el ceño de Myung Soo se fruncia un segundo, pero de inmediato una expresión agradable se formó en su bello rostro, quitándole importancia a la dureza en la respuesta de Soo Min. Y mi corazón se estremeció. Ella no se había enamorado, pero él si la amaba a ella. Y dolía ver como sus ojos no se despegaban del rostro de Soo Min, mientras ella lo ignoraba sin piedad. Mis propios ojos clavados en Myung Soo, deseando que él me mirase aunque fuese una vez mas, cosa que no hizo. Siendo mi gemela lo único para lo que él tenía ojos.
Y la puerta volvió a abrirse, esta vez dando paso a quien menos deseaba ver en ese momento. Chin Mae o como se llamase la chica que, al parecer, sabia de nosotros mas de lo que debería.



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En el texto hay: homosexual, infinite, myungjong

Editado: 01.11.2021

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