Gemelos

Acto final

El pasillo que conectaba las escaleras con el resto de las alas de esa gigantesca y horrible casa era un caos total. Había gente corriendo y chillando, mientras una humarada se extendía por todas partes.
No tardé nada en perder de vista al chico alto, al primo y a Soo Min. Y me habría pasado lo mismo si no me hubiese aferrado a la mano de Sung Kyu con fuerza una vez ví que los hombres armados que el padre de los chicos había contratado eran los encargados de evacuar la zona. Por lo menos hacían algo bueno para variar.
Sung Kyu se giró al sentir mi mano sobre la suya, sus ojos entrecerrados. Eran tan pequeños que me sorprendía que fuese capaz de ver.
—Esto es obra de papá —comentó y tiró de mi para apartarme del camino. 
Ví a los padres de Myung Soo abandonar la casa, aunque su madre no dejaba de llamarlo a gritos. Me hubiese gustado decirle que él estaba bien, que venía detrás de nosotros, pero cuando lo busqué con la mirada no le hallé. Ni a él ni a Sung Jong.
—No me cabe la menor duda —repliqué, acercándome más a él —tenía la gasolina en esa botella.
—¿Hasta cuando es que...?
Empezó, con su voz levemente angustiada, utilizando un tono que me erizaba lo vellos debido al dolor que había ahí. Porque Sung Kyu sufría no sólo por sus hermanos, sino también por sus padres. Me pasó por la cabeza que, pese a todo, los quería.
Y entonces la detonación de un arma de fuego nos llegó de golpe a todos. Algunas chicas que corrían a la salida pegaron un grito, mientras que las manos de Sung Kyu se aferraban a mi ropa, tirando de mi camisa.
—Jongie.
Gimió, percatándose de la ausencia de su hermano y, haciéndome a un lado, echó a correr rumbo al ala norte, justo al sitio desde donde veníamos, donde habíamos dejado a su psicópata padre.
Me mordí el labio inferior, demasiado consciente de que no tenía un motivo válido para seguirle. No tenía porque ir corriendo detrás de él como un perrito faldero, excepto por el hecho de que... me preocupaba. Si él se angustiaba pensando en que algo pudiese pasarle a sus hermanos yo me angustiaba pensando en que algo pudiese pasarle a él.
Chasqueé la boca, sintiéndome un completo idiota mientras echaba a correr detrás de él.
Lo vi doblar la esquina del pasillo que conectaba con el resto de la casa cuando comenzaron los gritos. Una voz demasiado aguda, una que fácilmente podría pertenecerle a Sung Jong.
Apuré el paso, apretando los puños, con toda clase de malos presagios en mi cabeza. Temiendo lo peor. Temiendo por Myung Soo...
Pero la escena que me encontré cuando finalmente le di alcance a Sung Kyu no fue ni por asomo lo que había imaginado.
Sung Jong era quién había gritado, obviamente; y Myung Soo lo abrazaba con fuerza, impidiéndole seguir viendo aquello.
La señora Lee, su madre, de pie, con una escopeta entre las manos, mirando hacia el cadáver de su esposo con una mirada vacía. Sentí arcadas al mirarle yo también, el hombre tenía la cabeza reventada.
—Mamá... —susurró Sung Kyu, mirando también.
—Iba a matarlos —respondió ella, con la voz sin emoción alguna —a todos. Los iba a matar a todos, pero —los ojos de la mujer se clavaron en Sung Kyu —ustedes son mis hijos. Kyu, Minnie y Jongie. ¿Cómo podía dejarle asesinarlos?
—Tal y como dejaba que el hombre los golpeara —hablé, acercándome hasta Sung Kyu para atraerlo hacia mí.
—Lo sé —el rostro de la señora Lee se veía rojizo—. Lo sé muy bien.
—¡Mamá! —la voz chillona de Sung Jong nos hizo dar un salto. —¡Mamá!
Ví como Myung Soo batallaba para que el chico no se le zafara de los brazos.
—Perdón, Sung Jong —respondió ella y vi como una lágrima resbalaba por su mejilla—. No quería que vieras eso. Pensé que el incendio los haría salir antes —posó sus ojos en Sung Kyu de nuevo—. Ya deben irse.
—Mamá, nosotros...
—Cuida de ellos como lo has hecho hasta ahora —la mujer se dio la vuelta —hazlo como yo nunca pude hacerlo.
—¡Ven con nosotros! —ahora era yo quién batallaba para que Sung Kyu no se alejara de mí—. Aún no es tarde, mamá. Nosotros aún podemos ser una familia.
La mujer sonrió de forma horrible, con el rostro desencajado.
—Nosotros nunca hemos sido una familia, Sung Kyu.
Y se alejó por el pasillo, adentrándose más en aquella siniestra casona.
—¡Mamá! ¡No te vayas, mamá!
Los chillidos de Sung Jong serían capaz de explotarle la cabeza a alguien. Escuché muy levemente la voz de Myung Soo tratando de calmarlo. Y, mientras los miraba, Sung Kyu me apartó de un empujón para echar a correr detrás de ella, saltando el cadáver de su padre sin echarle apenas un vistazo.
—¡Sung Kyu! —Sung Jong había dejado de forcejear—. ¡Traela de vuelta! ¡No la dejes! ¡Sung Kyu!
Era poco probable que su hermano le hubiese escuchado. Pero eso era lo de menos, en ese momento no pude evitar sentir rabia. ¿Por qué? Por lo injusto de todo. Esa... mujer se había encargado de hacerles la vida miserable desde siempre según palabras del propio Sung Kyu la noche en que casi son azotados en el ático; y, sin embargo, ahí estaban ellos, preocupados. Angustiados de que algo le pasará. Porque ellos la querían. Y era tan jodidamente injusto...
Padres tan hijos de puta como ellos no se merecían esos hijos.
—¡Sácalo de aquí!
Le grité a Myung Soo, señalando al gemelo, quién había vuelto a llamar a su madre de forma histérica.
No me quedé a comprobar si me obedecía o no, sólo eché a correr detrás de Sung Kyu, sintiendo otra vez ese estúpido miedo a que le pasara algo, un terror irracional a perderlo... Era tan estúpido y ridículo. Sabía que el amor existía, creía ciegamente en él, pero de haber escogido dudaba mucho que Sung Kyu fuese mi primera opción. Solté un gruñido bajo, ya era demasiado tarde.
Giré por una esquina que no sabía estuviese ahí y me encontré cara a cara con el infierno.
Al parecer el incendio se había extendido hasta allá.
Sung Kyu corría aún, esquivando como podía las llamaradas. Observé también a su madre, unos metros por delante.
—¡Mamá! ¡Espera, mamá!
Y un trozo del techo estuvo a punto de caerle encima. Me mordí la lengua al sentir el miedo que esto me provocó. Si algo le pasaba yo...
Aceleré mi propia velocidad, viendo a la mujer abrir una puerta, alcanzando a ver un infierno aun peor del otro lado. Y a Sung Kyu con toda la intención de seguirla. Me impulsé con mi cuerpo y lo derribé, cayendo sobre él, impidiéndole seguir avanzando.
—¡Quítate!
—No. Debes dejar esto, Sung Kyu.
—¡Dije que te quitarás, maldito entrometido! ¡Es mi madre!
Una madre que no merecía serlo, pero supe que no podía decírselo. Ni en ese momento ni tal vez nunca.
En su lugar me aferré con fuerza a su cintura, sintiendole retorcerse.
—¡Mamá! ¡Espera!
La mujer se detuvo, con una mano en el marco de la puerta.
—Lo siento, cariño.
Y la cerró, dejando que el infierno al otro lado la absorbiera. Los gritos de Sung Kyu podrían dejarme sordo en cualquier momento, pero ni aun así lo solté.
—Hijo de puta —recriminó entre sollozos —te dije que me soltarás.
Y entonces lo hice, ambos poniéndonos de pie.
—¿Para qué? ¿No ves que ella no quería que lo hicieras?
—¡Está confundida!
Y lloraba. Maldición, de nuevo lloraba. En aquel infierno que no tardaría en atraparnos también si no nos dábamos prisa.
—Es mi madre.
Añadió e intentó ir detrás de ella de nuevo, pero una varilla se desprendió en ese momento del techo. Solté un grito para prevenirlo, pero mi cuerpo ya había actuado por si mismo. Le aparté de un empujón, recibiendo el objeto sobre mí en su lugar.
—¡Woo Hyun!
Solté un gemido, sintiendo sus manos sobre mi rostro. Y un dolor intenso en la pierna izquierda. No quería mirar, porque ya sabía lo que me encontraría. La varilla aplastandome desde mi muslo para abajo.
—Estoy... bien —mentí, sintiendo sus manos tirar de mi camisa de nuevo.
—¡Idiota! —chilló—. ¿Por qué me seguiste?
Y sus puños me golpearon el pecho. Me hizo reír un poco su reacción, tomándolo de las muñecas.
—¿Sabes porque lo hice? Porque te quiero grandísimo imbécil, porque me aterroriza que algo te ocurra. Porque me enamoré de ti —sus ojos se abrieron lo más que pudieron, deteniendo su ataque—.. Sí, me enamoré de ti, de cada parte de esa repelente personalidad tuya. De la forma que tienes de ignorarme, de tu arrogancia, de tu preocupación exagerada por lo que te rodea, de esa fragilidad que ni siquiera tú sabes que tienes, de tu manera de besar, de tu forma de mirarme, de...
No pude continuar, sus labios se habían posado sobre los míos. Fue un dulce roce.
—Yo también —murmuró —me enamoré de ti.
Sonreí contra su boca, feliz pese al dolor que experimentaba. Era algo increíble eso de estar enamorado; y aún más increíble el ser correspondido.
El estruendo de un librero al caer nos hizo reaccionar. La casa se consumía y teníamos que salir de ahí.
Sung Kyu se puso de pie y, utilizando ambos brazos, apartó la varilla de mi pierna. Aunque noté el esfuerzo que esto le costaba.
Rodeó mi cintura con un brazo, dejandome rodear sus hombros a mi vez para ayudarme a andar. Era probable que me hubiese roto el tobillo.
—Sung Kyu.
Lo llamé cuando lo vi mirando de nuevo la habitación cerrada donde su madre había ido a ocultarse.
—Adiós mamá —susurró y me llevó a rastras hasta la salida. 
El fuego se extendía demasiado rápido por los pasillos. Cuando llegamos al vestíbulo pudimos constatar que no quedaba nadie en la casa. Todos habían logrado salir a tiempo. Sólo quedábamos nosotros dos.
—Cuando estemos en Seúl te obligaré a ir al karaoke conmigo —murmuré —y te venceré.
Él soltó una suave risa, con su rostro bañado en sudor debido al esfuerzo. Le imité, feliz en cierta forma. Aunque ya sabía como sería todo para ellos desde ese momento. Para los tres, Sung Kyu, Soo Min y Sung Jong. Lo supe aunque a ellos les tomaría más tiempo averiguarlo y aceptarlo. Porque ya nadie podía cambiar los hechos.
Salimos al jardín, encontrándonos con los demás. Sung Jong aún en brazos de Myung Soo, soltándose a llorar en cuanto nos vio salir sin su madre.
Ellos la amaban pese a todo.
Sung Kyu también comenzó a llorar, pero se volvió hacia mí y buscó consuelo entre mis brazos, aunque terminamos pronto en el suelo. Escuchando el inmenso fuego gruñir frente a nosotros, llevándoselo todo.
Pero entonces me vi deseando que no sólo se llevase los muebles, el papel tapiz o los cuadros, sino también los malos recuerdos, que dejase sólo lo bueno que esos tres niños hubiesen podido tener en sus vidas. Deseé que esa tragedia no les durase mucho en sus vidas. Ni en la de Sung Kyu, aferrándose a mi pecho con todas sus fuerzas, ni en la de Sung Jong, siendo consolado por L y los padres de este; y, por supuesto, tampoco en la de la gemela, Soo Min, quién esperaba fuese camino al hospital en ese momento.
Miré la casa una vez más, pareciendome tan inmensa como la primera vez que la vi, aterradora. Una casa que había presenciado hechos monstruosos y que ahora, por fin, descansaba en paz.



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En el texto hay: homosexual, infinite, myungjong

Editado: 01.11.2021

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