Jane baja lentamente las escaleras del edificio donde trabaja, el dolor en su vientre es cada vez más fuerte, como puede, estira su mano derecha aferrándose a la barandilla, comienza a sentir mareos, su vista se pone un poco más borrosa, ya no puede más, se recuesta en un escalón y espera el momento de su fin.
Un hombre al que no puede reconocer se acerca temeroso, Jane abre sus ojos y ve una silueta, pero en su corazón pudo verlo, era él. Después de todo lo que hizo, después de todo lo que pasaron, él no la ha abandonado, escucha lejos que pide calma y todo va salir bien, y en ese momento Emma empieza a recordar el camino que la llevó hasta allí, donde todo comenzó.
La ciudad es un caos, el tráfico es más pesado los fines de semana, Jane camina lo más rápido que puede, se niega a llegar tarde en su primer día, es la oportunidad por la que tanto luchó. Llega al majestuoso edificio beige, uno de los más altos en la ciudad de San Francisco, también el más popular en los negocios, es todo un honor lograr un lugar allí. Industrias Jalt abre sus puertas, Jane siente como las piernas tiemblan, soporta las terribles ganas de vomitar, en su mente comienza a contar hasta cien para lograr calmarse.
En recepción una mujer trigueña de cabello largo y negro la recibe, Jane avisa que tiene entrevista con el señor Mattsson; la secretaria, quien en la identificación dice que se apellida Hudson, la mira de arriba a abajo despectivamente, después de cinco minutos de espera le ordena seguir por el pasillo, sin mirar y casi ignorándola. Jane respira profundo, este tipo de personas la molestaban demasiado.
Sigue el pasillo, al final hay una gran puerta café oscuro, el inicio de su carrera está detrás de esa puerta, Jane no puede dejar de pensar que tiene que salir todo perfecto o nunca volverá a tener esa oportunidad, llega al final del pasillo, con un sutil movimiento golpea la puerta, alguien desde adentro la invita a seguir, obedece y abre la puerta sigilosamente, la oficina es espaciosa, organizada y elegante, un escritorio flamante se encuentra en la mitad, un hombre de unos treinta y cinco o treinta y seis lo ocupa, la recibe recio, ninguna expresión se dibuja en su rostro, esto atemoriza aún más a Jane que solo puede recordar las palabras de su madre “Si tienes miedo, cierra los ojos y piensa en tu mejor momento, eso te reconfortará”. Pero Jane aún no ha tenido su mejor momento, hasta ahora todo le ha salido mal, hizo tan importante esa entrevista porque está segura que hoy tendrá su golpe de suerte:
- Por favor tome asiento - El señor Mattsson se levanta y señala la confortable silla.
- Gracias - las palabras salen con un leve suspiro.
- Vino por el cargo de CMO señorita Paulis, ¿Por qué aspira a ser Directora de Marketing?
- Porque… - Jane queda sin aliento, pero sabe que tiene que hacer salir las palabras como sea, piense en un momento que le haya dado tranquilidad, lo encuentra - amo los retos y sé muy bien que esta empresa está lleno de ellos, quiero atravesar las fronteras y dejar en alto el nombre de Industrias Jalt y mi nombre, ese será mi reto, estar en el número uno del planeta.
Mattsson la mira absorto, titubea unos segundos, revisa la hoja de vida, tiene un par de doctorados, seminarios y un máster, no puede encontrar alguien mejor preparado que ella. La entrevista termina después de un par de preguntas más, Mattsson se levanta y se despide de Jane, le asegura que la llamaran antes de finalizar la semana, Jane sonríe, siente que esta vez todo es a su favor, al salir se despide de la secretaria, que esta vez si la ignora por completo.
Jane camina radiante por las calles, su felicidad la pueden notar los transeúntes, un vendedor de churros al percibir su energía, decide obsequiar uno, lo recibe con gratitud y sigue su camino, tiene su mente en la entrevista, entrando a un parque ve un pequeño pozo de los deseos, una moneda se le cae a un pequeño rubio, Jane se encorva y recoge la moneda, al subir da la vuelta y estampa el churro en la camisa de un joven claro, cabello castaño y bien peinado. Jane se siente avergonzada, queda paralizada y sus palabras se quedan atoradas en la garganta, el joven sonríe y pasa la mano por la camisa manchada intentando quitar lo que queda de churro:
- A mí sí me gustan, pero no en mi ropa - él no se ve disgustado y parece disfrutar de la situación.
- Lo siento… lo siento tanto - Jane trata de limpiar la camisa celeste, pero lo que logra es esparcir más la mancha.
- Descuida, eso se limpia o se compra otra, no tiene importancia.
- Déjeme llevarla a casa y la devuelvo como nueva.
- Solo si yo te acompaño a casa, claro, para supervisar que salga ilesa mi camisa.
Jane siente que él se burla, la irrita un poco pero resuelve controlarse, se niega a llevar a casa un desconocido, así que propone ir a una lavandería, él acepta complacido e inician el camino para salvar la camisa. Jane se inquieta por no saber el nombre de él, pero le incomoda preguntar después de ir caminando por un buen rato:
- Soy Zach, por cierto - casi como leyendo sus pensamientos, él interrumpe la conversación.
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Editado: 28.09.2019