AGOSTO - 2019
Nunca les había pasado que en sus vidas tuvieran esa sensación de no encajar en ningún lugar. Esa sensación de que tu vida, no era tuya. Esa sensación que te grita que ese no es tu lugar, que debes correr hasta encontrar donde verdaderamente perteneces.
Yo siempre sentía esa sensación, cada vez que me levantaba, cada vez que caminaba, que comía, que dormía sentía que esa no era mi vida, que esa vida era solo un sueño del que pronto despertaría. Me gustaría decir que después de tanto tiempo pude despertar, pero eso simplemente nunca paso.
Aprendí a vivir con esa sensación, aprendí a encajar con la gente que me rodeaba y logre hacer algo que ahora mismo podía llamar vida.
— Necesito dinero — Llama mi atención Karen, la señora que me acogió desde que yo tenia seis años, quien se limita a mirarme con molestia desde el umbral de la puerta.
—No tengo dinero —Susurro en su dirección, pues lo ultimo que tenia se lo había dado al rentista a cuenta de las muchas rentas que Karen debía.
—Entonces, ¿para que trabajas? —Suelta con enfado antes de empezar a caminar lejos de mi habitación —Así es como me pagas, te viera dejado morir —Grita antes de salir por completo del departamento, no sin antes azotar la puerta.
Y justo en estos momentos era cuando mas sentía que no encajaba, que en definitiva esta vida no era la mía. Aun a pesar de los años, no lograba comprender el porque de todo lo que me rodeaba, el porque del no tener padre, el porque de ser abandona y mucho menos encontraba el porque de seguir viviendo. Simplemente trataba de seguir con la vida que me había tocado, con el talento de dibujar que me había regalado Dios, los dos trabajos que me ayudaban a vivir y aquella señora que me había acogido hace doce años la cual no trataba de disimular ni un poco el desprecio que me tenia.
No podía quejarme de todo, no viviendo en una ciudad tan hermosa como lo era Milan, un hermoso lugar, donde podía regocijarme en sus cultura, en sus hermosos edificios, en sus alegres calles en todo lo que rodeaba Milan. Era lo único que iluminaba mis días, pues gracias a ello podía plasmar cada una de las cosas que me enamoraban en el papel que tanto me comprendía.
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— Una estrella puede tardar millones de años en morir... — Les informo a los pequeños niños de no mas de ocho años que se encuentran sentados a mis pies, mirando el enorme lugar lleno de miles de estrellas.
Y es que era sensacional poder trabajar con personas tan pequeñas, contándoles un poco acerca de las estrellas que solían rodearnos. Pues trabajar como guía para el museo "Planetario di milano" era el primer trabajo que me había ayudado a sobrevivir en este mundo, donde podía aprender, enseñar y soñar junto a los pequeños que solían visitarnos en la semana.
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— Seis vasos de Whisky — Me grita una de mis compañeras de trabajo desde el otro lado de la barra, a lo cual acato de inmediato, poniendo seis vasos llenos sobre su bandeja para verla desaparecer de nuevo.
Para terminar en mi segundo trabajo, en un pequeño bar en el centro de la ciudad el que me ayudaba a cubrir las necesidades o los vicios que Karen solía tener.
Y así era como vivía mi día a día y digo era porque después de ese día nada volvió a ser lo mismo.
Y si digo nada, es porque nada lo volvió a ser.
Ni si quiera yo misma.
No con la llegada de aquel rubio de ojos negros.
Editado: 19.07.2021