- No puedes llamarnos cada vez que te hagan una broma pesada.-
Me dieron ganas de colgar el teléfono en su cara.
- No era una broma pesada, mamá. Eran los rusos, habían pétalos de peonía por todos lados.-
- Estás a salvo ahí, no te pasará nada. Tienes a Valeria que te hará compañía, y poco a poco te irás adaptando.-
- Veleria es una marioneta más. ¡Estoy harta de esto!. Sacame de aquí, pueden ponerme guardaespaldas, o si quieren dejo de salir por las noches.-
Suspiró.
- Lilith, ya lo hablamos. Nada de lo que digas nos hará cambiar de opinión, esto es por tu bien. -
- Sí, claro.-
Colgué el teléfono. Hablar con mi familia me irritaba, en especial con mi madre. Era tan... insensible.
- Gracias.-
- ¿Sabes que usaste la llamada de esta semana?.-
- Sí, lo tengo claro.-
Giré sobre mis pies y empecé a subir escaleras, mi habitación estaba en el cuarto piso. En este internado solo podías llamar a casa una vez por semana, injusto, pero no tenía de otra.
Una vez más mi madre pensaba que solo intentaba llamar la atención. Quizás tenían razón, y estaría mejor aquí.
Entretenida en mis pensamientos no me percaté que había ido a parar a otro piso, que no era el mío. Sentí algunas voces en una habitación y no dudé entrar a preguntar. Mala decisión.
Nunca debes entrar en una habitación cerrada, y menos si es de un internado.
Un grupo de chicos tenían a otro amarrado, con el rostro lleno de golpes y sangre. Era obvio que le habían proporcionado una buena golpiza. Al entrar todos me observaron.
- Perdón, no debí entrar así.- Dije entre susurros.-
El que parecía el "líder" esbozó una media sonrisa y se sentó en la silla que estaba en mi dirección. Los demás, incluyendo el golpeado, miraban expectantes.
- Ah, pero si es la nueva.- No contesté. - Lilith, ¿no?.-
No me atrevía a mirarlo a los ojos o al rostro. Solo afirmé con un leve movimiento de cabeza. Algo me decía que esto no se quedaría así.
- Y bien Lilith, ¿No te enseñaron a tocar puertas?.- Tenía un acento raro, no era italiano, a la legua se podía notar.- Creo que esa no debería ser la pregunta, ¿Sabes hablar, Lilith?.-
Todos los presentes se rieron a carcajadas. Pude sentir calor en mis mejillas.
- Creo que debería irme.-
Abrí la puerta y salí lo más rápido que pude de ese piso. Tenía que adaptarme a caminar por este lugar tan grande.
Bajé las escaleras y me encontré con Antonella saliendo de lo que parecía ser la enfermería.
- Antonella.- Llamé con alivio.- ¿Vas a la habitación?.-
La chica me miró con curiosidad.
- Sí.- Caminé a su lado, me sentía más segura. - Te has perdido, ¿verdad?.- Su voz era algo suave.
- ¿Es normal perderse por aquí?.-
- Cuando eres nueva sí, yo lo hacía todo el tiempo. Después te acostumbras.-
- Espero no tener que acostumbrarme...- Susurré.
- Todos pensamos eso al principio, y nos terminamos quedando.-
- ¿Qué tiempo llevas aquí.? - No quería preguntar eso, pero la curiosidad era mayor.-
- Tres años.- La melancolía en sus palabras era evidente.- Solo voy a casa en las vacaciones de invierno y verano, si mis padres lo piden.-
No sabía como responder a eso. Para mi suerte habíamos llegado ya a la habitación. De alguna manera ver a Valeria me hizo sentir menos sola. Al verme, esta se levantó de la cama, parecía preocupada.
- ¿Dónde estabas?, te habías tardado mucho.-
- Me había perdido, y de no ser por Antonella seguiría vagando por los pasillos.-
- No hay de qué.- La chica estaba en su cama abriendo lo que parecía ser un pomo con... pastillas. Al percatarse de que la mirábamos nos respondió.- Son calmantes, no estoy durmiendo bien en estos días.-
Un bombillo en mi mente se encendió.
- ¿Pueden tomar pastillas aquí?.- Valeria preguntó por mí.
- Solo si te las receta la doctora, o si tus padres permiten que las tomes.-
Mi madre jamás me permitiría tomar pastillas. Y no conocía a la doctora. Creo que Antonella me ayudaría con mi plan, sin saberlo.
- Pero si las necesitas, puedes tomar de las mías. Pero no te acostumbres, no quiero que seas una adicta por mi culpa.-
- Gracias, lo tendré en cuenta.-
Sonreí para mis adentros.
***
A los dos días de estar en este lugar me había adaptado . Aunque los horarios eran estrictos, y no podía dormir tanto por las mañanas.
No había hecho amistades, salvo por Valeria y Antonella. Algunas veces hablaba con Kim, pero los encuentros eran rápidos. Los estudiantes me miraban mal, y no me hablaban en lo absoluto.
No me sentía bien aquí, pero no tenía de otra. Había planeado la manera perfecta de llamar la atención, la única manera para que a mi madre se le ablandara el corazón y me llevara de vuelta a casa. Corría muchos riesgos, pero me había jurado hacer de todo por lo que quería. Una manera cobarde de hacerlo, aunque quizás valiente.
Era de noche, tres de la mañana , la hora perfecta para hacerlo, se tardaban en hacer efecto, a las seis nos daban el de pie, y se darían cuenta de todo, en menos de 48 hrs estaría en casa. Tenía esa sensación de que todo saldría bien, estaba loca, de eso no había duda.
- Antonella.- Quería saber si estaba despierta.-
- Uh.- Sí, lo estaba. No del todo pero sí.
- No puedo dormir. - Piensa Lilith, piensa bien.- ¿Puedes darme una de tus pastillas?.-
- Claro, están sobre mi escritorio. No tomes muchas, en exceso son peligrosas.-
- ¿Qué tan peligrosas?.- Debía saber a lo que me enfrentaba.
- Puedes morir si tomas más de tres.-
Saqué cinco pastillas del frasco naranja.
- Gracias.- Dije mientras volvía a la cama.
- Hasta mañana.- Por su voz supe que tenía mucho sueño.
- Hasta mañana.- Hasta nunca más, si todo sale bien solo sabrás de mi por postales y las veces que te invite a casa en vacaciones.
Miré las pastillas una y otra vez, era dificil hacerlo. Pero ya la decisión estaba tomada. Me las eché en la boca, mi corazón latía rápido, y me prometía que todo saldría bien. Al lado de mi cama había un vaso con agua que de seguro Valeria había puesto para mí. Di grandes tragos al líquido. Ahora solo debía esperar.
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Editado: 08.10.2021