Capitulo 1 (hombres lobos) parte 1
¿Cómo se podría describir el momento? Pues no se sabría cómo describir lo que pasa exactamente en una batalla con exactitud sin dejar de pasar algo por alto.
El día había empezado feliz y radiante como cualquier otro día de verano, o eso era lo que se creía la manada principal del alfa real Erick. Pero cuando el reloj marcó las diez de la mañana, inesperadamente el cielo empezó a oscurecerse de repente. Se podría decir que algo o alguien había molestado a los dioses, pero el alfa sabía que el cambio de clima solo significaba una sola cosa: la guerra.
Sin perder tiempo, Erick alistó a sus mejores soldados y se encaminaron a los límites de la frontera mientras las familias se refugiaban lo mejor que podían.
Cuando el alfa llegó lo más rápido que pudo a la frontera, él y sus hombres se dieron cuenta de cómo el ambiente se sentía muy pesado y el viento se movía con más rapidez, siendo así un obstáculo para poder caminar. Pero los soldados, el beta y el alfa real se detuvieron cuando el viento cesó y en su lugar varias flechas fueron impactadas en el pecho de cinco hombres.
La tensión en el aire iba subiendo de nivel y todos se pusieron en guardia cuando los cuerpos cayeron al piso, dando así inicio a la pelea.
El tiempo empezó a correr muy rápido, al igual que la sangre de muchos soldados que comenzaba a manchar sus ropas por las heridas. Pero el momento se volvió decisivo cuando hieren al alfa con una flecha en el hombro.
Perder no era una opción, pero ganar se veía muy lejos como para ser una alternativa. La batalla se volvió interminable, y el alfa, desesperado, dio órdenes a los soldados que aún se encontraban de pie y a su beta que se mantuvo a su lado en todo momento.
—¡No se rindan!— los animaba, para no dejar de pelear.
Esta se consideraba la batalla más difícil, por el simple hecho de no ser un enfrentamiento cuerpo a cuerpo, donde los hombres lobos eran unos expertos.
—¡Max! ¡Cuidado!—exclamaba el alfa a su beta.
La meta del alfa era pelear sin parar contra la oscuridad y proteger a su manada, pero uno a uno iban cayendo. Los guerreros estaban cansados, algunos, aunque heridos, seguían peleando, y otros ya se encontraban en el suelo luchando entre la vida y la muerte. Todo parecía que pronto no terminaría y que muchos morirían, pero nadie se esperó que, de un momento a otro, las sombras desaparecieran, anunciando inesperadamente el final de la guerra. O eso se creía, ya que el traidor, al ver al alfa en la posición acordada, dio la señal sin que nadie se diera cuenta, y una flecha golpeaba en el corazón del alfa real.
Todos los que aún se podían mantener en pie corrieron a auxiliar a su alfa, pero un grito desgarrador se escuchó cerca del campo de batalla. Una loba blanca llegó hasta el cuerpo del alfa, y débil, vio a su pareja eterna morir. Así, la loba blanca recostó la cabeza en el hombro mientras se convertía en una humana completamente desnuda e inconveniente. Aunque el beta y los soldados que aún se mantenían con vida escucharon cómo el corazón de su luna empezó a detenerse.
El beta se transformó en humano y cargó rápidamente a la luna, para salir corriendo al pueblo a buscar al doctor y ver si podía hacer algo por ella, aunque todos supieran la respuesta.
Al llegar a la manada, el beta siguió corriendo a la casa del doctor, mientras los habitantes salían de sus escondites y del refugio, así que el beta esquivaba lo mejor que podía a las personas. El doctor sintió la llegada del beta a su casa, así que le abrió rápidamente y empezó a revisar a la luna cuando la acostó en la mesa de la cocina.
—Beta, la luna ha muerto, no podemos hacer más nada. El lazo era tan fuerte que la pérdida del alfa Erick, el dolor, la llevó a la muerte instantáneamente —le dijo el doctor mientras tapaba el cuerpo de la ex luna en silencio.
Afuera, se empezaba a escuchar a la gente reuniéndose para saber qué había pasado, aunque todos sabían por el lazo que se compartía con sus líderes que había desaparecido, y eso solo significaba su muerte. Y el hecho de que el beta saliera con sangre por todos lados y heridas profundas lo confirmaba todo.
—Es momento de traer a los caídos, ya es hora de despedirnos de los héroes de batalla y de empezar una nueva era —les dijo Max a la manada.
Mientras tanto, en las sombras, los ojos de Damián brillaban con una malévola satisfacción. Su plan había funcionado a la perfección. Con la muerte del alfa real y de su luna, la manada quedaría desprotegida y vulnerable, lista para ser conquistada. Ahora era el momento de enviar a sus huestes demoníacas a terminar el trabajo. El universo pronto estaría bajo su dominio, y nada ni nadie podría detenerlo. Una risa macabra escapó de sus labios mientras se preparaba para la siguiente fase de su retorcido plan.