Capitulo 7 (vampiros) parte 1
Los vampiros eran los únicos que habían proporcionado información falsa sobre los ataques de Damián. Sin embargo, habían recolectado datos muy provechosos, aunque ninguno de los seis mundos sabía de dónde el Rey de los Vampiros obtenía dicha información. Todos tenían sus dudas, y aunque contaban con infiltrados, nadie logró descubrir nada, por más que lo intentaron. A pesar de que el consejo pensaba que la "strigoi" era toda la culpa de los vampiros, no se atrevieron a enfrentarlos por miedo a lo que podrían encontrar.
Jack, el rey de los vampiros, guardaba un secreto que solo dos personas conocían. Necesitaba el apoyo de su esposa, la mujer más venenosa de todas. Era una guerra en todos los sentidos, y se decía que ella había tenido una relación cercana con el enemigo. Presumía de todo lo que sabía sobre Damián, y algunos decían que era su familiar, mientras que otros suponían que era su amante y que solo estaba engañando a Jack.
Pero lo que nadie sabía era que ningún ser que respirara podía engañar a Jack. Él lo sabía todo, incluso cosas que el rey Rayan ignoraba por completo.
Uno de los más grandes secretos de Jack se encontraba en las profundidades del castillo, en el calabozo más alejado y oscuro. Allí, una mujer estaba atada con los brazos y piernas extendidos en forma de "X". Estaba débil por la falta de luz, desde hacía tres semanas, o eso era lo que ella creía. Aunque se encontraba en una celda, esta no estaba custodiada por nadie, pero eso no significaba que no la estuvieran observando. Desde la oscuridad, sentía la presencia de seres oscuros que provocaban un ambiente tenso en todo momento.
Por las escaleras que llevaban a la celda, venía una mujer tomada de la mano de un hombre con un semblante serio y estresado por lo largo que se estaba haciendo el día. Antes de abrir la puerta de la celda, la mujer se colocó frente a su acompañante, sin soltar su mano, mientras que con la otra le acariciaba la barbilla con cariño. El hombre, sin saber qué pretendía, tomó su melena negra y le echó la cabeza hacia atrás, acercándose un poco a sus labios. Ella pensaba que iba a besarla, pero se quedó inmóvil, estático en su lugar.
—¿Sabías que me encanta cuando estás en tu modo sádico? —preguntó Luciana, con una sonrisa traviesa.
—No estoy para tus juegos en estos momentos, Luciana. Así que compórtate o te das la media vuelta y te vas por donde viniste —respondió él, su voz grave resonando en la penumbra.
La tensión en el aire era palpable. Luciana, sintiendo el poder que emanaba de él, decidió dejar de lado su provocación. Sabía que estaba lidiando con un hombre que no dudaba en hacer lo que fuera necesario para proteger sus secretos.
Mientras tanto, en la celda, la prisionera sintió un escalofrío recorrer su espalda. La atmósfera se tornaba cada vez más opresiva. Desde su posición, podía escuchar susurros lejanos, ecos de conversaciones que nunca debería haber oído. La oscuridad la envolvía, y un miedo profundo comenzaba a apoderarse de ella. Sabía que algo terrible estaba a punto de suceder.
De repente, la puerta se abrió con un chirrido ominoso. Luciana entró primero, seguida por el hombre, que ahora parecía aún más decidido. La prisionera levantó la vista, sus ojos llenos de desesperación.
—¿Qué quieren de mí? —preguntó, su voz temblorosa.
Luciana sonrió, una sonrisa que no prometía nada bueno.
(***)