Capitulo 11 (cambiaformas) parte 1
Los cambiantes eran conocidos por ser seres pacíficos; la guerra no era para ellos, y Damián lo sabía. Por eso los atacaba de manera diferente, ya que para nadie era un secreto que los strigoi estaban del lado de la oscuridad. Sin embargo, lo que nadie entendía era cómo se reproducían en cantidades incontables. Por ello, los curanderos que pertenecían a los cambiantes buscaban cómo hallar un antídoto natural para las personas no nacidas, ya que era más fácil extraer el veneno que reconstruir a una persona completa.
De todos los mundos, los cambiantes eran los únicos que permanecían unidos y no se dividían en pueblos, porque sabían que eran más fuertes juntos que separados. Pero lo que ellos no consideraron era que si todos los cambiantes estaban juntos, facilitarían las cosas a Damián, quien disfrutaba que sus strigoi se transformaran y pasaran desapercibidos.
Erick Spears era el curandero con más años de experiencia tratando de encontrar la cura. Aunque había probado muchas fórmulas, aún no lograba dar con la solución. Justo cuando pensó que la fórmula que había creado estaba casi lista, sucedió algo increíble.
—¡Erick! ¡Erick! —se escuchaba un revuelo fuera de la tienda del curandero, donde su nombre dejaba de ser gritado. Cuando abrió la puerta, vio cómo varias personas cargaban a cinco hombres en camillas, y a cada uno le faltaba una de las dos manos.
Erick no se sorprendió al ver el estado de los hombres; era algo normal. Cada vez que se peleaba con un strigoi cambia formas, la única manera de matarlos era colocando una cabeza de ajo debajo de la lengua, y así era como la mayoría perdía la mano en el proceso.
—Chicos, si me hubieran dicho que iban a hacer una fiesta para personas de una sola mano, me hubiera cortado yo mismo una para unirme a la diversión —dijo Erick, riendo, mientras le amputaba el brazo a uno de los chicos.
—No es momento de chistes, Erick, se están desangrando —le reprendió Lola, su asistente, mientras él solo soltaba una carcajada.
—Lola, qué aburrida eres. Al menos ríe un poco; aún tienes tus dos manos.
Después de que amputó las manos de los chicos e inyectó un tranquilizante para que descansaran unos minutos, Erick se dirigió a su oficina, seguido de Lola.
—¿Terminaste la cura? —le preguntó Lola, mientras leía sus apuntes sobre las pruebas de la cura.
—No, pero creo que encontré otro tipo de cura que quizás ayude al club "sin dedos" a recuperar sus manos.
—¿Cómo?
—Somos cambia formas, ¿verdad? Cada uno tiene la habilidad de transformarse en cualquier animal o forma humana. Los ciempiés y las lagartijas tienen la capacidad de regenerar partes de su cuerpo que han sido cortadas...
—Quieres decir que, tomando un poco de sangre de alguien convertido en un animal que pueda regenerar, podrías hacer que los que perdieron algún miembro de su cuerpo como humanos puedan regenerarse —lo interrumpió Lola.
—Exacto, pero solo funcionará con nuestra especie, ya que nuestra sangre y cuerpo están acostumbrados al cambio de forma por ser esta nuestra naturaleza.
Lola soltó un grito de felicidad mientras saltaba a abrazar a Erick.
—¡Eso es excelente! ¿Sabes cuántas personas recuperarían sus manos?
—Muchas.
—Exacto, eres un genio. ¿Y qué te falta para terminar la cura?
—Necesito sangre de un animal que regenere sus miembros y unas semillas —dijo Erick, revisando una pequeña lista.
—Yo iré a buscar lo que falta, mientras tú adelantas todo —dijo Lola, muy emocionada, tanto que no dejó que Erick le respondiera. Solo se dio la vuelta y se marchó. Erick se sorprendió cuando ella se volvió y le dio un beso en la mejilla antes de que volviera a salir corriendo por la puerta. Él solo soltó una pequeña sonrisa mientras negaba con la cabeza.