Génesis ( Saga el Hoyo#0.1)

La Amenaza Silenciosa

Capitulo 15 (los hechiceros, brujos y druidas) parte 2

En ese momento crítico, Elle recordó un antiguo hechizo que podría ayudar a contener al strigoi. Concentrándose, comenzó a murmurar las palabras, canalizando su energía hacia el pequeño. Eliza, sintiendo la conexión, se unió a ella, creando un vínculo más fuerte. La luz del hechizo iluminó la cueva, y el strigoi, momentáneamente desorientado, retrocedió.

—¡Ahora! —gritó Elle—. ¡Concentra tu energía en el escudo!

Eliza, con todas sus fuerzas, reforzó el campo de fuerza, y por un breve instante, el caos se detuvo. El strigoi, atrapado por su magia, luchaba por liberarse, pero la unión de sus fuerzas lo mantenía a raya. Sin embargo, sabían que esto solo era un alivio temporal. Necesitaban un plan para enfrentar lo que estaba por venir.

La lucha interna de Eliza se intensificaba. ¿Debería sacrificar a su hijo para salvarse a sí misma y a Elle? La angustia la consumía, pero también sabía que el amor por su hijo debía prevalecer. La decisión estaba en sus manos, y el tiempo se agotaba.

Mientras mantenían el hechizo, Eliza recordó las historias que su madre le contaba sobre el poder de la sangre. La sangre de un strigoi, aunque peligrosa, poseía propiedades mágicas únicas. Podría ser la clave para revertir su transformación o, al menos, debilitarlo. Pero, ¿cómo podría usar esa sangre sin perder a su hijo en el proceso?

Elle, sintiendo la confusión de Eliza, le dijo: —Debemos actuar rápido. Si podemos extraer una pequeña cantidad de sangre, tal vez podamos utilizarla para crear un antídoto. Pero necesitaré tu ayuda para hacerlo.

Eliza asintió, comprendiendo que no había otra opción. Con el hechizo aún activo, Elle se acercó al strigoi, que seguía luchando contra el campo de fuerza. Con manos temblorosas, comenzó a preparar un pequeño frasco. La tensión en la cueva era palpable; cada segundo contaba.

—Confía en mí, Eliza —dijo Elle, mientras se concentraba en el pequeño—. Esto es para su bien.

Con un movimiento rápido, Elle utilizó un pequeño cuchillo encantado para hacer una incisión en la piel del strigoi. La sangre oscura fluyó hacia el frasco, y Eliza sintió un escalofrío recorrer su espalda. El grito del strigoi resonó en la cueva, un sonido que mezclaba dolor y furia.

—¡Rápido! —instó Elle—. Ahora, mezcla esto con los ingredientes que traía en mi bolsa. Necesitamos crear el antídoto antes de que sea demasiado tarde.

Eliza buscó frenéticamente en la bolsa de Elle, encontrando hierbas y cristales que podrían ayudar. Mientras lo hacía, el strigoi seguía retorciéndose, su mirada llena de rabia y hambre. Eliza sabía que el tiempo se agotaba y que cada segundo que pasaba era un paso más hacia la oscuridad.

Finalmente, con el antídoto preparado, Elle se volvió hacia Eliza. —Ahora, debemos dárselo. Pero ten cuidado; su naturaleza es volátil. Si no lo hacemos bien, podría volverse aún más peligroso.

Eliza miró al strigoi, su corazón latiendo con fuerza. Sabía que este sería el momento decisivo, y aunque el miedo la invadía, no podía permitir que su hijo se convirtiera en un monstruo. Con determinación, se acercó, el frasco en mano, lista para enfrentar lo que sea que viniera.

A medida que el tiempo pasaba, Dean no aparecía por ningún lado para entregar el alimento que Jack había prometido. Por más tiempo que transcurría, los ojos del bebé se volvían rojos y no dejaba de mirar a ninguna de las dos. Eliza, sintiendo una creciente inquietud, tuvo que crear un campo de fuerza a su alrededor para protegerse a ella y a Elle. Pero lo que ninguna sabía era que en la sangre de este strigoi no solo había sangre de vampiro y druida, sino también de demonio. Esto significaba que el strigoi podía atravesar el campo de fuerza como si no existiera.

El caos comenzó en el momento en que ambas se quedaron dormidas, mientras esperaban el alimento. El bebé logró escapar de su cuna. Elle se dio cuenta justo cuando estaba pegado al cuello de Eliza, absorbiendo su sangre. Elle soltó un chillido tan alto que Eliza *p*n*s pudo moverse. El strigoi, en vez de alejarse, apretó más fuerte su agarre, tomando las últimas gotas de su sangre.

Eliza, sintiendo que su vida se desvanecía, intentó recordar las enseñanzas de su madre sobre cómo lidiar con criaturas como esta. Había escuchado historias sobre strigoi que se volvían extremadamente poderosos cuando alimentaban de sangre humana. Ella sabía que debía actuar rápido. Con un último esfuerzo, logró crear un escudo de energía, pero el strigoi, alimentado por su sangre, parecía más fuerte y decidido.

En un último intento por salvarse, Eliza corrió hacia la salida de la cueva, pero el strigoi la alcanzó. En un instante de desesperación, ella se teletransportó al mundo de los vampiros en busca de ayuda, pero lo que no sabía era que la traición se sirve como plato principal de aquellos en quienes confías.

Mientras tanto, en el mundo de los vampiros, la noticia de su llegada se esparció rápidamente. Varios vampiros, intrigados por la historia del pequeño strigoi, se reunieron en la sala del consejo. Allí, comenzaron a discutir sobre la posibilidad de aprovechar al máximo el potencial del niño. Algunos vampiros veían al strigoi como una amenaza, mientras que otros lo consideraban una oportunidad.

La tensión aumentaba en la sala. Algunos proponían eliminar al strigoi antes de que se convirtiera en un problema, mientras que otros argumentaban que era mejor mantenerlo vivo y estudiarlo. Eliza, aún en estado de shock por lo que había sucedido, se dio cuenta de que su vida estaba en peligro. No solo por el strigoi que había creado, sino también por los vampiros que la rodeaban. La traición y la ambición eran moneda corriente en ese mundo, y ella se encontraba atrapada en medio de una tormenta que *p*n*s comenzaba.

Mientras tanto, en la cueva, Elle intentaba mantener la calma. A pesar de la creciente tensión, sabía que debían actuar. Se concentró en el campo de fuerza que había creado, intentando reforzar su energía. Pero el tiempo se estaba agotando. Eliza, cada vez más débil, luchaba por mantenerse consciente. La conexión con su hijo, aunque peligrosa, era lo único que la mantenía en pie.




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