Capitulo 23 parte 1
Las sombras son un misterio para todas las especies. Los únicos que entran y salen son los demonios y los strigoi. Intentar cruzar las sombras hacia un mundo desconocido sin la autorización adecuada puede causarte la muerte instantáneamente. ¿Cómo lo saben todos? Fácil: por el primer líder del consejo que se quiso dar de listo y enfrentar a Damián directamente. Aún sin conocerlo, ya había formado un plan, y el primer paso era entrar por la única puerta que todos conocían: las sombras.
Me gustaría decir que triunfó en el proceso y dejó su cargo por los años para comenzar de nuevo, pero sería mentir. La triste verdad es que cuando entró en las sombras, nadie lo volvió a ver con el paso de los años. Así que ya tienes la respuesta de dónde está Cristiano Müller, el primer licántropo líder del consejo universal de las especies.
De seguro te preguntas por qué les cuento esto. La respuesta es fácil: porque Cristiano, aún muerto entre las sombras, está viendo todo y diciendo nada. O eso era lo que se creía. ¿Cómo lo sé? Porque yo lo vi.
Sí, como lees, vi sus ojos entre las sombras, escuché su voz murmurar el lado en el que prefería estar y sentí su poder recorrerme todo el cuerpo. ¿Tuve miedo? No. ¿Lo conozco? Más de lo que me gustaría. ¿Me encontró? Efectivamente; eso es lo que Meredith podría decir y es lo que pensaba.
Meredith, el baúl de los secretos, mujer de las verdades y estratega de batallas ganadoras; esas palabras describen a Meredith. El lugar donde se encontraba era gracias a que su tío biológico se lo permitió. Aunque estaba acompañada, se sentía sola mientras caminaba hacia la persona que la esperaba de espaldas, a unos metros de ella.
—Padre... —se podría decir que fue un murmullo lo que pronunció Meredith, pero aun así la persona delante de ella la escuchó.
Para Lola, escuchar a su amiga pronunciar esas palabras fue como un balde de agua fría lanzado justo en su cara. No sabía qué decir, ya que lo dicho la tomó con la guardia baja.
—Meredith, estás muy hermosa, hija —dice el desconocido mientras le levanta la cara y la mira—. ¿Sabes por qué te mandé a llamar, verdad?
Le sostiene la cara mientras habla, y al darse cuenta de que no le contestaría con palabras, sino con un leve asentimiento de cabeza, prosiguió hablando.
—Necesito los diamantes que te pedí.
—¿Para qué los necesitas? Por lo que tengo entendido, eres uno de los demonios más poderosos de todos, junto a tu hermano. Y diamantes es lo que más tienen —pregunta Lola antes de que Meredith pudiera decir otra cosa.
—Oh... pequeña Lola, no me había dado cuenta de que estabas cerca. Pero, respondiendo a tu pregunta, los diamantes que ustedes me traen son de otros universos. La forma, color y textura son diferentes, además...
—Aquí está lo que pediste. ¿Necesitas algo más o ya nos podemos retirar? —Meredith le interrumpe antes de que diga algo más y le extiende un saco lleno de diamantes.
—Siempre quieres ir al punto, pero te entiendo, el tiempo es oro. —Toma el saco de diamantes—. Y sí, necesito que me entregues a tu primer hijo con Cody.
—¡No! No te daré a mi hijo. Él será el próximo alfa real y...
—Ella no le dará al cachorro —la corta Lola—. No puede tener al alfa real, no permitiré que cree otros mutantes de strigoi.
—Lo que quiera o no hacer con el pequeño perro es mi problema, el de Damián y Jack, de nadie más. Así que nadie te pidió opinión, sobrina.
—No te daré a mi hijo, padre, y eso no está en discusión.
Meredith toma la mano de Lola y empieza a caminar hacia la salida, pero antes de cruzar se detiene en seco por las palabras dichas por su padre.
—Entonces es mejor que vigiles tu alrededor, Meredith, no sea que tu hijo nazca como un monstruo o desaparezca al nacer.
Las palabras de su padre resonaron en su mente como un eco aterrador. Meredith sintió un escalofrío recorrerle la espalda. La amenaza era clara, y aunque había enfrentado muchas adversidades, esta era diferente. No solo se trataba de su vida, sino de la de su futuro hijo.
—No puedes intimidarme con tus palabras vacías —respondió Meredith, intentando mantener la compostura. Pero sabía que la incertidumbre era un enemigo formidable.
—¿Vacías? —replicó el demonio, sonriendo con desdén—. Solo te estoy advirtiendo. En este juego, las sombras tienen sus propias reglas. Y tú, querida hija, aún no las conoces.
Meredith se volvió hacia Lola, su mirada llena de determinación. Sabía que debía proteger a su hijo a toda costa. Pero la realidad de la situación la golpeó con fuerza. No solo debía enfrentarse a su padre, sino también a un mundo lleno de peligros y traiciones.
—Debemos irnos —dijo Lola, apretando la mano de Meredith con fuerza—. No podemos quedarnos aquí más tiempo.
—¿Y qué hay de los diamantes? —preguntó Meredith, sintiendo la presión del tiempo.
—Ya no importa. Tu vida y la de tu hijo son lo primero.
Ambas comenzaron a retroceder, pero el demonio les bloqueó el camino, su expresión se tornó oscura.
—No tan rápido. La conversación no ha terminado.
Meredith sintió que la tensión en el aire crecía. Sabía que las sombras no solo ocultaban secretos, sino que también guardaban peligros inimaginables.
—Escucha, padre —dijo, tratando de mantener la calma—. No voy a permitir que me amenaces. No tengo miedo de ti ni de las sombras.
El demonio se rió, una risa fría que heló la sangre de Meredith.
—¿Miedo? No se trata de miedo, sino de lo que está en juego. Recuerda, las sombras siempre están observando.
Con un movimiento rápido, el demonio extendió su mano, y una sombra oscura se deslizó hacia Meredith y Lola. Ambas retrocedieron, sintiendo el frío que emanaba de esa oscuridad.
—Si decides desafiarme, te aseguro que no será solo tu vida la que corra peligro. Las sombras tienen una forma de cobrar lo que les pertenece.