Georgia

14

Escuché el teléfono vibrar en mí mesita de luz, intente despertarme por completo para atender a esa emergencia. No me fijé, solo atendí. Mi voz sonaba cortada, mientras Leo me pedía que fuera a recibirlo en la entrada. Sabía que estaba ebrio, arrepentido de salir solo. Con suerte, el taxista no se aprovechó de su estado, existía buena gente aún. Salí de la cama, poniendo unos pantalones y cruce todo el salón, recorrí el pasillo con mis llaves para dejar que el cuerpo torpe y desequilibrado de mi amigo fuéramos a mí departamento. Cerré la puerta con una patada, dejando a Leo recostarse en el sillón con necesidad de dormir. No sé por qué eligió venir a mí casa. Cole vivía más cerca de él, y Nora tenía dos compañeras de piso algo estrictas con los chicos. O, capaz que él solo recordó mí dirección, lo cual tenía sentido. Leo tenía los ojos cerrados, sin decir nada, se durmió porque comenzó a babear y roncar como leñador. Fui por unas mantas, lo cubrí con estas, también busqué una almohada para que no tuviera dolor de espalda. Volví a mí dormitorio para seguir durmiendo, luego iba a enterarme que pasaba con mi amigo rubio y su desahogo con un bar.

Me desperté a las ocho, siendo que debía trabajar y recibir una entrega de libros nuevos de Dracula, creo que solo serían treinta. Tomé una toalla, ropa y entre a mí baño. Recordé a Leo en mí sala, asique retrocedí unos pasos y seguía durmiendo plenamente. Volví al baño, dónde prepare la ducha y me metí para bañarme. Estuve unos minutos, tonteando y disfrutando del agua sobre mí cuerpo. Me vestí con una camiseta verde, unos jeans claros y unos botines de cierre sobre el frente. Salí, pensando que cocinar de desayuno. Calenté la cafetera, tomé unos huevos y carne semi cocida. Algo americano, que no siempre comía. Comencé a preparar, posiblemente Leo se despertaría por el perfume de la comida y los ruidos. Serví mí café en una taza blanca, bebí unos sorbos mientras revolvía los huevos y sacaba el tocino. Fui a la mesa con mí desayuno, volví a mirar a Leo, creo que no despertaría hasta las tres y yo tenía que trabajar. Confiaba en él. Así le dejaría una copia de llave, había comida y alcohol, cual podría recurrir. Termine de desayunar, me coloque mí pilotín ya que seguía lloviendo. Agarre mí mochila, revise todo. Tiré mí cartera, un suéter blanco y dejé la llave con una nota en la mesita de café, así cuando el chico despertará, lo viera.

Cuando llegue a la tienda, había una anciana de ropas anticuadas. Era un vestido largo hasta sus pies, tenía el cabello canoso y debajo de los hombros, poca cantidad. Estaba parada junto a la puerta, esperando. Me acerque a ella con cuidado, le saludé con timidez y la anciana me miró, con sus ojos metalizados, fríos y aterradores.

-Georgia, - dijo mí nombre sin haberlo dicho- madre me envió un mensaje para ti.

-¿Qué?

-"Cuídate, hay gente mala y tu bondad puede perjudicar"

-¿Quién es usted?

-Átropo.

-¿Eso es un nombre?

-Ya dejé el mensaje, tengo que hacer cosas más importantes, Georgia.

De un segundo a otro, la tierra tembló hasta abrirse y temí que ocurriera un terremoto por primera vez en el país, pero el suelo solo abrió a unos pasos de la anciana, con llamas rojas sobre su cuerpo, saltó al vacío ¡¿Qué carajos?! Eso sí fue extraño y poco común. No recordaba ese nombre, era claro que era griega. No era bella ni esbelta. Tendría unos setenta años mal llevados, como si estuviera enferma. La tierra volvió a cerrarse, regresando a la normalidad.

Tarde en reaccionar, me sentía perturbada y confundida. Primero, era Ares y su persuasión para empezar una pelea. Ahora, aparecía una anciana en la tienda. Estaba pensando en cambiar el trabajo. Capaz, bar tender, ya tenía con qué desahogarme.




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