Georgia

20

Dejé pasar a Lara a mi casa, había salido con sus amigos. Las niñas seguían durmiendo plenamente en mi habitación. Le convidé un café, mientras revisaba que sus hijas estuvieran bien, regresó cerrando la puerta del dormitorio despacio y le entregué la taza. Sonrió, fuimos a la mesa donde nos sentamos junto a mi cuñado que usaba su teléfono. Bebí de mi café, mirándolos a ambos. Si Bill aun estuviera conmigo, estaríamos los cuatro juntos riendo de tonterías de mi novio.

-¿Estuvo todo bien?

-Sí, no se alejaron de la tv.

-Normal-dijo Lara, sonreí- ¿Y, tú, cómo estás?

-Buena pregunta-dije, dejé mi taza sobre la mesa y le miré- Todavía no supero a Bill, casi un mes sin verlo. La tienda se prendió fuego, por lo que ya perdí mi único empleo.

-¿Quemaron la librería?-dijo mi cuñado- ¿Acaso son nazis?

-O, la iglesia ortodoxa-le dije, sabiendo que esa gente también quemaba libros en épocas pasadas. Creo que Atenea estaría destrozada, enviando a su sobrino a generar una guerra. Aunque, tenía sentido.

-Lo siento mucho-dijo Lara- ¿Qué harás?

-No lo sé, aun tengo ahorros de mi viaje a Europa-dijo lamentando tener que romper ese sueño por necesidad- Voy a estar bien.

Lara intercambio una mirada con su esposo, me reí de sus miradas preocupadas. Si supieran lo que realmente me afectaba y lo que perdía, estarían riéndose de mí o asustados. Era mi familia, ellos me criaron después de todo. No podía aceptar que Marcelle nunca haya vuelto por mí, o que Ares quiera llevarme a dónde sea para entrenarme, o aun peor, ser devorada por un dragón. Termine mi café, cuando oí mi celular timbrar y atendí.

-Soy Eros.

-Demonios...No tengo respuesta aun, lo siento. Tengo que...

-Ya sé, ya sé-me cortó el dios, algo preocupado-Ares esta herido.

-¿Qué paso? ¿Qué hizo?

-Estamos en la ambulancia. Te daré la dirección cuando lleguemos al hospital.

-Bueno, pero...-intente decir algo pero Eros me colgó.

Lara y mi cuñado, Dan, me miraban fijamente esperando que dijera algo elocuente. Reprimí mis ganas de llorar o gritar. Asique, solo guarde aquel dolor en un cajón de mi mente que luego pudiera sacar con todas las fuerzas. Respire hondo, me levanté yendo a la cocina donde lavé mi taza y apagué la cafetera. Lara se acercó preocupada, le miré sintiendo algunas lágrimas juntarse en mis ojos.

-¿Quién era?

-Mi amigo, está herido y creo que es grave-le dije, sin mencionar quién en realidad. Mejor así.

-Dan te llevará, ¿dónde es?

-No lo sé, llegarán pronto y luego podré ir con ellos-le dije a mi hermana, sorprendentemente, ella me abrazo. Correspondí.

-Va a estar todo bien.

-Iré a cambiarme-le dije, ella asintió y se alejo.

Entré a mi dormitorio despacio, donde me cambie mis shorts por unos vaqueros y una sudadera negra con el logo de Linkin Park en el pecho. Tomé la navaja, mirándola indecisa pero, ahora que sabía o por lo menos, sentía que las cosas eran verdad, decidí llevarla conmigo. Salí, dejando a mis sobrinas dormidas y me fije mi teléfono, ya tenía la dirección, creo que era el centro de la ciudad. A unas doras horas de acá, le pedí a mi cuñado que me llevará en su camioneta y mi hermana, me sonrió.

Cuando llegué al hospital, me despedí de Dan bajando y cerré la puerta. Camine dentro del edificio, pasando por la recepción sin saber que decir. No sabía cómo estaba registrado, la mujer se quedó mirándome por un momento y saqué el primer nombre que tenía en mi cabeza. Ella asintió, buscando en su computadora y luego, me pidió una firma en su libro de entradas. Sonreí, tomé el plumón escribí rápido y ella me dio la habitación. Era el primer piso, terapia intensiva en el pasillo tres. Corrí por todo el lugar, no sé que me preocupaba. Era un dios, había estado en más batallas que mi verdadera madre. A lo lejos del pasillo tres, una enfermera me detuvo a mitad de camino.

-Habitación 303-le dije, algo asustada y agitada-. Vengo a ver a mi hermano.

-¿Tu hermano tiene cuarenta años?-dijo ella confundida.

Abrí los ojos. Negué, riéndome con nervios. Intenté calmarme y mejorar mi mentira. Le dije que era mi tío, eso estaba algo mejor que lo otro. Ella me dejó pasar al dormitorio, esperaba no equivocarme con la persona cuál venía a ver. Entré, después de respirar como una loca para calmarme. Dentro, la voz profunda de un hombre de mediana edad me dejó paralizada. Avancé dejándome ver. Dos hombres estaban hablando; el primero estaba recostado en la cama con cables y algo jodido, mientras que el segundo insistía en algo.

-¿Ares?-dije, caminando a ellos.

-Georgia.

-¿Es tu verdadera forma?-pregunte incrédula.

Ares asintió. Tenía el cabello azabache, de ojos metalizados y fríos, uno de ellos estaba morado. Todo su cuerpo musculoso, tenía cicatrices viejas y otras más nuevas que seguían sangrando debajo de los vendajes. Su tono de piel era bronceado. Vestía el uniforme de internación, pero no lo veía cómodo con él. Extendió su mano con cables y la tomé sin dudar, tenía una agarre algo débil.

-Déjanos-le pidió a su otro hijo.

-¿Estás seguro?-le dijo Eros mirándonos con duda. El otro asintió- Estaré en la cafetería, Georgia.

-Sí, bueno-le dije, espere que se fuera para quedarme a solas con Ares- ¿Puedes explicarme que carajos te paso?

-Acércate- me pidió, avancé más hasta que la luz se reflejo entre nosotros dos- Lo siento.

-¿Qué hiciste, Ares?

-Tranquila, no voy a morir. Soy inmortal.

Rodee los ojos. No quería mirar sus heridas, parecían algo graves. Volví a mirarlo, tenía los ojos achinados y largas pestañas, cejas gruesas y en cantidad. Su mandíbula era firme, dura como todas sus facciones de guerrero. Sentía algo de miedo verlo en su verdadera forma, un tipo de unos cuarenta años. Las manos de Ares tocaron las mías cerrándolas. Nos quedamos en silencio.

-Hades.

-¿Fuiste al Inframundo?-dije sorprendida- Pero...




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