Georgia

22

Al día siguiente, me vestí con unas botas militares y unos jeans, una chaqueta verde ocre con una capucha de peluche rosa. Tomé mi mochila, colocándola sobre mis hombros. Por la madrugada, Eros me pidió que cuidará de Ares, ya que él debía volver al Olimpo. Salí de la casa, donde comencé a caminar a la avenida para tomar un taxi hacia el hospital. Mis amigos querían hacer una reunión esta noche, dudaba de poder ir con ellos a nuestro bar preferido. Todo dependía de cómo Ares estuviera recuperándose. Pedí un auto, luego de ver que una pareja abandonaba uno y lo tomé a tiempo, después que el conductor me vio haciendo señas.

-Disculpe, señorita-dijo el conductor, saliendo a la calle.

-No pasa nada, pero gracias por llevarme.

Le di la dirección, dobló en la siguiente calle. Del estéreo se escuchaba a Imagen Dragons con "Believer", el conductor no era muy grande de edad, a lo sumo tendría casi cuarenta y bien llevados. Me fijé sus datos, su nombre era Jared Lora. Era un largo camino, así pensé preguntar sobre su trabajo y sus experiencias. El muchacho pareció interesarse, contando sobre su primer día y la cantidad de insultos que se llevó por sus pasajeros. Luego, de seis meses se acostumbró a llevar gente y tener charlas, consolar a las chicas borrachas y soportar a los empresarios con sus charlas telefónicas. Me di cuenta que Jared tenía todo el disco de la banda, no dejaba de sonar en el auto y no sabía si era fanático o porque yo no me quejaba de su elección musical.

Cuando llegué al hospital, me despedí de Jared y le pagué, me dio el vuelto bajando del taxi. Camine a la entrada del edificio, yendo a la recepción para volver a registrarme y seguir mi camino. En el segundo pasillo, llegando a terapia intensiva me tropecé con un chico rubio que vi ayer en la cafetería. Se quedo mirándome por un momento, luego pego media vuelta yéndose por su lado. Arquee una ceja confundida de esa actitud, ni siquiera se disculpo. Negué con la cabeza, entré al área y fui a la habitación de Ares.

-¿Ah, hola?-dije, asomando mi cabeza por la pared que dividía la habitación y la entrada- ¿Estás presentable?

-Pasa, tranquila-dijo Ares casi riéndose. Sonreí, pasando al resto de la habitación.

Ares estaba tomando el desayuno, aun conectado a los aparatos y los vendajes eran nuevos. Acerqué una silla quedándome a su lado, me ofreció una mandarina y acepté hundiéndome de hombros. Comí, mientras veía el rostro menos golpeado del hombre y una sonrisa mientras lo observaba, luego me miró esperando mi resultado.

-Te dieron una buena paliza-reconocí, él sonrió-. Y, todo por mí.

-No empieces, Georgia.

-¡Ni siquiera me preguntaste si quería verla!-le dije frunciendo el ceño, él suspiro- En serio, qué no te entiendo...¿Te vas por cuarenta años, y vuelves para recuperar a Marcelle y que seamos una familia feliz? ¡Así no funciona, Ares!

-No me grites, niña-tercio esperando que me arrepintiera de mi arrebato-. Creo que tú no entiendes lo que es perder...Vi en tus ojos cuando te dije la verdad, que eres mi hija. Tuve la sensación de perderte igual, Georgia.

-Capaz que no entienda muchas cosas de dioses, pero entiendo que mi vida es así y lo acepto-dije mirándolo con rencor, y no era su don. Realmente, lo sentía así. Me reincorporé, sacando un libro de mi mochila y lo dejé sobre la mesita del desayuno- Para que veas lo te que perdiste de mi vida, y puedas conocer algunas cosas de mí.

Era un álbum de fotos, uno de mis preferidos. Cuando tenía unos once años, hasta los dieciocho. Años de preparatoria, concursos y amigos, fiestas, demás. Busqué mi dinero en la mochila, me quité la campera y miré a Ares que estaba riéndose por una de las fotos. Rodee los ojos, me acerqué y noté que era una foto donde me disfrace de payaso con mis amigos.

-Era Halloween, y el primer día que conocí a Nora-le dije, busqué mi celular en mi mochila y lo guardé en el bolsillo de mi pantalón-. Iré a comprar unas galletas, ya vuelvo.

-¿Te gustan los payasos?-preguntó, mirándome mientras caminaba hacia la salida.

-No, son ridículos. Prefiero acróbatas-dije, salí.

Fui a un pasillo saliendo de terapia intensiva, había visto unas máquinas de comida y bebidas. Alguien más estaba peleando con una de ellas, sonreí. Era el chico rubio cabreado. Me acerqué, sacando un clip de mi pelo y lo clavé en un lateral del botón de salida. El paquete de papas cayó en la caja, el chico se quedó mirándome con confusión y sonreí.

-Un truco-le dije, él asintió con la cabeza y tomó su paquete. Volví a colocarme el clip en mi pelo, sacando mi dinero para elegir unas galletas rellenas y una limonada.

-Soy Jamie.

El chico rubio aun seguía a mi lado, comiendo sus papas. Tomé mis cosas, guardando el dinero que sobro. Sonreí, pegando media vuelta y él me miro alejarme, me detuve en la esquina.

-Soy Georgia.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.