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Había llegado al bar, noté la ancha espalda de Cole inclinado sobre la mesa viendo algo en el celular de Nora. Sonreí, acercándome a ellos y se levantaron para abrazarme, después de mencionarles que Ares estaba en el hospital. Claro, que ellos pensaban todo un romance con el dios, que ellos vieron a un joven de mi edad y ahora, era un hombre maduro, su verdadera imagen. Me senté junto a Cole, que paso su brazo por mis hombros abrazándome contra su cuerpo. Vi a Nora con dos chongos, sus reflejos rojos se veían más bajo las luces blancas del bar. Por otro lado, apareció Leo que venía del baño y nos saludamos.

-¿Ya ordenaron la comida?-pregunto el rubio a los demás. Negaron- Gracias, porque me siento horrible para comer camarones.

-¿Quieres sopa?-propuso Cole en chiste, el otro lo miró mal- Tranquilo, comeré tus camarones y tu sopa.

-¡Vete a la mierda, Cole!-protestó el chico, rodee los ojos.

-¿Entonces, qué vas a comer?-pregunto Nora con calma, antes que estos dos terminaran a los golpes en medio del bar.

-Una ensalada...

Cole estalló en una risotada sonora, dejándome media sorda y los demás le miraron extrañados. Algunas mesas miraron al chico moreno confundidos, suspiré dando una mirada rápida a mi alrededor, dejando que Leo golpeara a Cole con el menú en la cabeza. Noté unos ojos familiares fijarse en nosotros, pero creo que era el encargado que siempre nos regañaba por ser demasiado bocones como ahora. Volví con mis amigos, que seguían peleando y Nora intentaba dejar que discutieran por la comida.

-¡Basta, salvajes!-les corté su rollo, ambos se callaron y me miraron avergonzados de llamar tanto la atención- Cenemos, sin peleas.

-Sí, mamá pata-sonrió Cole.

En ese momento, vino un camarero con una porción de nachos y queso cheddar, unas cervezas aunque Nora había pedido un batido de fresa. La mesa se lleno de anécdotas de jóvenes, de la escuela y nuestras anteriores salidas, recordando buenos tiempos. Aun tenía el álbum de fotos que le enseñé a Ares en el hospital, parecía estar algo cálido con mi infancia y adolescencia. Tal vez, no le diera atención a ese gesto de mi parte, porque ¡Vamos! Era un dios, ¿cuántos hijos tendría por el mundo como semidioses?

Más tarde, fuimos a la sala de videojuegos y compramos varias fichas para jugar. Nora y yo elegimos una consola de disparos, mientras los chicos pensaban jugar carreras. El lugar era agradable, algo viejo con algunas máquinas desconectadas de los años noventa, los clásicos juegos, a veces Cole insistía al dueño que las reparará y este solo gruñía. Nora iba disparando a diestro y siniestro con una sonrisa jubilosa por matar a agentes federales, no sabía si esté juego era un buen ejemplo de mantener un respeto por los policías.

-Tranquila, ya lo mataste a la primera-le dije, viendo como disparaba al último con varias balas.

-Vi que se movió-se excuso, negué con la cabeza- ¡Mira, se movió otra vez, cerdo azul!

Nora estaba asustándome con su mirada asesina, toqué su hombro dándole palmadas para que tranquilizará un momento. Ella se detuvo cuando el juego termino, esta máquina no daba tickets de canje, asique tomé mi lugar para jugar.

-Oye, Georgia-dijo mi amiga, mirando sus uñas celestes.

-¿Qué?

-¿Vas a contarnos sobre Ares?-dijo con cuidado, me hundí de hombros- Es que, no nos contaste muy bien que paso con él.

-No puedo decir muy bien qué paso, solo que está mejorando y pronto podré verlo.

-¿Entonces, podemos conocerlo?

Suspire, estaba distraída con ella y perdí el juego pero, había sacado más puntaje que mi amiga en menos de dos segundos. Por suerte, no se fijo en eso. Trate de inventar algo, estaba cansada de dar excusas, historias inventadas y demás porque luego me olvidaría de algunas y todo quedaría mal. Miré a Nora ilusionada que le contará sobre Ares, salí de las máquinas de disparos y busqué algún paintball, evitando hablar con mi amiga. Este día era algo poco común, y recién comenzaba este nuevo mundo para mí, perseguida por criaturas y tal vez, conocer a otros semidioses. Suspire, si fue un día extraño y también, se hizo largo.