El día se mostraba tan radiante y acalorado como ayer, y nuestros héroes… ¡estaban más veraniegos que nunca! Ambos chicos habían aprovechado su adelanto para comprarse nuevas ropas, y por supuesto que también, en un par de comidas lujosas, pero como siempre eran abusivos con el dinero, obviamente que les duró tan solo un suspiro, ¡pero eso no importaba!, especialmente porque luego tendrían el resto de su recompensa si es que traían consigo el Arca.
—Ban… ¿en verdad crees que hicimos bien en gastarnos nuestro adelanto así nada más?, es decir… era mucho dinero, y sabiendo la suerte que siempre tenemos… —informó con preocupación el rubio, quien no dejó de parlotear hasta que el castaño lo interrumpió.
—Cierra el hocico. Es tarde para llorar ahora, además, quién sabe, puede que el Arca exista realmente y terminemos ganando el resto del dinero —aseguró con un positivismo desbordante.
—No estoy del todo seguro —dijo el rubio llevándose un dedo sobre su barbilla notablemente dubitativo.
—¡Vamos, tú fuiste el que dijo que debíamos hacer esto desde un principio! —se volteó a ver a su amigo, a quien tomó de los cachetes y se los estiró en forma de reproche—. ¡No es momento para andar diciendo que te arrepientes de haber tomado el trabajo!
—¡Ugh! ¡Está bien, está bien! —a Ginji apenas se le entendía lo que decía por el ataque que le propinaba su amigo, y mientras el rubio intentaba detener a su compañero, Shido arribó puntual a su encuentro por lo que lo notaron enseguida en el aeropuerto.
—¡Hey! Veo que han madrugado al final —afirmó su otro camarada, quien los saludaba elevando una mano mientras caminaba hacia ellos, pero, notó el cambio de trajes, lo cual lo sacó de onda—. ¿Qué diablos llevan puesto? —espetó al detenerse repentinamente.
—Oh, bueno, el dinero es una buena estimulación para levantarse, ¿sabes? —mencionó de forma engreída el de lentes—. Por otro lado… —la mirada de Ban cambió a una de molestia después de soltar a Gin—. ¿Acaso no lo ves? ¡Estamos usando el último grito de la moda este verano! —aseguró poniendo sus manos sobre sus caderas para así lucirse.
—Aw, aw, awww —se quejaba el rubio frotándose las mejillas ahora rojas por los estirones.
—No digas tonterías —le replicó, y luego los señaló—. Ya entiendo porque nos les dura nada el dinero. No saben administrarlo para nada —aseguró Shido.
—Cállate, no tienes derecho a opinar cuando eres un mantenido —le recalcó Ban frunciendo el ceño.
—¡No soy un mantenido! —le reprochó levantando su puño.
—Muchachos, tranquilos —intervino Ginji poniéndose entre aquellos dos que empezaban a gruñirse mutuamente—. Y ya que estamos los tres aquí, podemos irnos a la misión de una vez, ¿no? —preguntó a lo último.
—Ah —Shido se rescató, y entonces mientras se enderezaba le contestó a su viejo amigo—. Aún falta un par de compañeros más —levantó su mano para ponerle un freno al otro.
—¿Enserio? ¿No es suficiente con nosotros tres? —Gin parpadeó curioso varias veces.
—No. Es una misión un tanto complicada, por lo que la misma señorita me mandó a buscar a otras dos personas de confianza —avisó Shido.
—Es-espero que no le hayas pedido ayuda a Akabane… —Ginji empezó a temblar en su lugar.
—Sería un dolor en el trasero que ese loco viniera con nosotros —puso mala cara el de lentes.
—No se preocupen —negó con su cabeza, y pronto escucharon unos cascabeles sonar, los cuales los hicieron girar.
—Hola chicos —saludó amablemente Kazuki, quien llegó con Jubei.
—Muy buenos días —acompañó Kakei en su saludo.
—Hola muchachos, es agradable verlos —les dio la bienvenida el chico bestia, quien se acercó a estrechar su mano con el ciego y con el muchacho de finas facciones.
—Somos demasiados —dijo desalentado Ban.
—¡Amigos, me alegra verlos! —el rubio fue a recibirlos también, aunque entre saltos.
—¿Entonces ustedes también tuvieron un adelanto? —se reunió finalmente la serpiente con ellos.
—Sí, así es —asintió felizmente el de largos cabellos.
—Yo nunca dejaría solo al señor Kazuki —informó Jubei.
—Sí, sí… ya sabemos todos sobre tu extraña faceta de acosador —avisó Ban moviendo una mano en el aire como si estuviera espantando alguna mosca.
—Tan desagradable como siempre —comentó Kakei con desdén.
—Tranquilos chicos, hoy estamos todos en el mismo barco, así que no hay motivos para pelear, ¿de acuerdo? —intervino Ginji nuevamente para evitar que Ban hiciera de las suyas—. Tú también Ban, no seas peleonero —le rogó por lo bajo a su compañero, quien lo miró con poco interés.
—Como sea… aun así me parece innecesaria esta cantidad de gente para una misión como esta, es decir… es solo un recinto en el que está metido algo que parece realmente inexistente —declaró él abriendo sus brazos demostrando qué tanto subestimaba el asunto—. ¿Cuántos guardias puede haber? ¿Uno o dos? —se metió las manos en los bolsillos mientras hablaba con ellos.
—Será mejor que no hablemos de eso aquí Mido, igualmente… para que ella esté muy interesada en esto, debe de haber algo más entre medio —indicó Shido—. Seamos coherentes; todo el mundo sabe que esa cosa no existe realmente, y que ese lugar seguramente solo está para mantener la leyenda en pie —explicó elevando un dedo.
—Es inusual que analices las cosas por tu cuenta, chico mono; al parecer ya empezaste a tomarte enserio tu trabajo —Mido sonrió mirando al otro.
—Sacando de lado lo que estás diciendo, Mido, es verdad que hay algo extraño en todo esto —afirmó Kazuki—. No me entrometí porque me haya interesado la oferta, sino más bien por la leyenda del Arca y lo que oculta esta misión, así que… ¿por qué no vamos a averiguar? —aconsejó tranquilamente. De hecho, al de lentes, le pareció extraño que el mismo Kazuki, quien parecía ser una de las personas más listas que había conocido en lo largo de su vida, accediera a esto por simple diversión, pero más raro le parecía el hecho de que el chico bestia estuviera pensando la situación, aunque ya era demasiado tarde como para meditarlo.
Editado: 07.12.2020