Aunque el vagón estaba vacío, los muchachos no dejaban de percibir aquella tétrica risa, la cual ponía a más de uno los pelos de punta, y les despertaba mil dudas. Sin embargo, se darían cuenta pronto, de que estaban surcando el camino correcto.
—Chicos, creo que vamos bien —señaló Ban sin estremecerse ni un poco.
—¡Qué dices Ban!, ¿acaso no has escuchando esa espeluznante risa? —le reprochó Ginji, a quien le temblaban hasta los pantalones.
—Concuerdo con Mido, deberíamos movernos ahora que podemos —mencionó Kazuki, y a continuación, él se adelantó a los demás para ir corriendo en primera instancia.
—¡Señor Kazuki! —lo llamó Jubei quien se fue detrás de él casi a la par.
—¡Muevan ese trasero par de ineptos! —los regañó el de lentes siguiendo a los otros dos.
—¡Ban, espérame! —alegó el rubio mientras se tropezaba por el apuro.
—¡Ya deja de insultarme, maldita serpiente! —le gritó Shido desde la última posición.
De este modo el recorrido por cada cabina se tornó abrumante, especialmente debido a la campanilla que sonaba cada dos minutos en el tren. En otra instancia, los meneos eran leves, pero no mareaban, aunque lo que sí molestaba, eran los eternos pasillos que cruzaban y, además, el insistente trotar de los zapatos. Es aquí que las agitadas voces de nuestros protagonistas, estaban dando claras señales de que su transitar, ya había sido mucho, por lo que era hora de frenar, así que, bañados un poco en sudor, se detuvieron para tomar algo de aire.
—Pero que rayos… ¡esto no termina más! —gruñó Mido mientras se limpiaba la barbilla con el puño.
—¿Cuántos pasillos hemos recorrido ya? —preguntó Ginji tratando de apaciguar su agitación.
—No tengo idea —respondió Kazuki soltando un profundo suspiro.
—Yo perdí la cuenta después del séptimo —informó Shido ya más recuperado de la carrera. De repente, entre tanta confusión por parte del grupo, el único rubio del equipo, se dio cuenta de que había algo brillante en el suelo, a lo que señaló con interés el objeto.
—Oigan chicos, ¡miren eso! —al voltear todos, se encontraron con una caja de oro que poseía unos ornamentos preciosos, y que, sobre su tapa, había dos querubines bien hechos mirándose el uno con el otro. El golpe de suerte había sido tan magistral, que no podían creerlo, especialmente por la parte en que esa cosa se personificó de la nada. Al comienzo los muchachos se quedaron sin palabras, pero enseguida, el primero en reaccionar fue la serpiente.
—¡Tenemos que agarrarla! —señaló, pero apenas se inclinó, de la caja salieron un par de pies y manos que dejaron con los ojos cuadrados a los chicos.
—¡Qué es eso! —expresó casi chillando Kazuki.
—¿Qué es lo que está pasando? —preguntó curioso Jubei, pues no podía entender la situación por estar chicato.
—¡Le han salido manos y pies al Arca! —señaló aterrorizado Ginji mientras se mordía las uñas.
—¡Esa cosa no puede ser el Arca! —aclaró Ban dando un paso con cara de asco hacia atrás. Poco después, vieron cómo esa cosa rara salía corriendo de ellos hacia el siguiente vagón—. ¡Ah! ¡Se escapa!
—¡Sigámoslo! ¡Para nuestra mala suerte, es la única pista que tenemos sobre el Arca! —avisó Kazuki, y de mala gana, Mido asintió.
El inevitable como extravagante encuentro con lo que era su objeto a recuperar, se había llevado a cabo en ese misterioso tren, pero las sorpresas solo acababan de empezar, especialmente porque apenas abrieron la siguiente puerta, se encontraron con un baño termal, en donde muchas mujeres empezaron a gritar descontroladas al ver a esos hombres de poca monta espiarlos. Inmediatamente Mido y sus amigos apretaron los dientes por el descubrimiento inaceptable, así que apenas empezaron a arrojarles cosas, la serpiente cerró la puerta.
—¡Pero qué rayos fue eso! —gritó Shido desconcertado.
—¡Es lo que me gustaría saber a mí! —mencionó el de lentes girándose hacia el chico mono.
—¿Desde cuándo la tecnología de hoy en día te permite entrar a un baño termal apenas abres la puerta de un tren? —meditó el rubio llevándose a la barbilla una mano y sin comprender la temática del asunto, no obstante, fue interrumpido por un coscorrón que le dio su compañero de siempre, quien más tarde lo regañó.
—Si serás cabeza hueca, ¡no hay forma de que esto sea un avance tecnológico lo mires por donde lo mires! —le refutó.
—Déjame ver a mí —se arrimó Shido a ellos, para luego abrir la puerta.
En el primer intento, el paisaje se transformó nuevamente para ahora mostrar un interesante ambiente natural lleno de nieve, el cual inmediatamente atinó a cerrar por la ola de frío que los abordó. Las novedades no dejaban de impactarlos, por lo que cómicamente se miraron los unos a los otros, esperando que Shido repitiera su acción, para luego ahora ser testigos de un volcán en plena erupción. La movida volvió a repetirse al menos unas cinco veces más, para así contemplar en diferentes escenarios, lo que esta puerta mágica ofrecía: el salón de persona 3, el valle donde alguna vez Naruto y Sasuke pelearon, e incluso, el dojo de Akane Tendo.
—¡Esto no tiene fin! —se quejó el desgraciado rey de las bestias.
—Quizás no haya una salida real por esa puerta —mencionó Jubei.
—Hum… —expresó Kazuki mientras se llevaba una mano cerca de su barbilla—. ¿No será una de esas habitaciones cerradas?
—¿A qué te refieres con eso hilandero? —Mido volteó hacia él junto con los demás.
—Me refiero a que quizás podría ser una de esas habitaciones en las que debes buscar objetos para poder salir del cuarto cerrado —informó.
—¿Entonces sugiere que hay que inspeccionar los alrededores señor Kazuki? —preguntó el ciego.
—Sí, así es —asintió.
—¡Eso suena divertido! —declaró Ginji casi saltando en su lugar.
—¡No tiene nada de divertido estar atrapados aquí! ¡Agh! —gruñó la serpiente, llevándose ambas manos sobre su cabeza; no podía creer lo retrasado que era su compañero.
Editado: 07.12.2020