Así como lo habían experimentado desde el comienzo de la misión, Jubei sintió que algo no estaba funcionando bien, pero no podía saber exactamente qué era lo que le provocaba esa sensación, especialmente porque no contaba con uno de los sentidos más importantes que poseía el ser humano: la vista. Detenido un momento por aquello, se mantuvo tranquilo y examinó con cautela sus alrededores. No parecía que algo estuviera fuera de lo común, por lo que dio aviso a sus camaradas de que podrían empezar a subir todos.
—¡No hay nada de lo cual preocuparse! ¡Suban! —dijo.
—Ah… por fin podremos seguir —mencionó Mido aliviado, y fue el primero en arribar junto con Ginji, luego le siguieron los demás, pero al llegar, se escuchó cómo los muchachos soltaron un leve sonido de indignación. ¿Qué cosa había pasado ahora?
—¿Qué ocurre? ¿Por qué todos se quedan callados? —preguntó el desinformado de Jubei.
El pobre amigovio de Kazuki, aún no se había dado cuenta de que delante suyo, estaba su peor pesadilla (para él y para todos), ya que un grupo de ancianas momificadas se encontraban avanzando silenciosamente hacia el descuidado chico a una velocidad extremadamente lenta; estaban casi, ¡casi!... poniéndole sus huesudos dedos encima.
—¡Qué diablos es eso! —volvió a alegar Mido.
—¿Qué cosa? —dijo confundido Jubei.
—¡Queremos jovencitos! —gruñeron por fin las viejas.
—¡Ten cuidado Jubei! —lo tomó de las solapas Kazuki para alejarlo de aquellos gerontes—. ¡Esas mujeres quieren tu juventud!
—¿Cómo sabes que quieren su “juventud” y no otra cosa? —respondió Mido retrocediendo junto a los demás.
—Ah, no otra vez, esto ya lo viví en otro momento. ¡Déjense de joder un poco, quieren! —reprochó Shido a las mujeres mientras se sentía asqueado y temblaba por lo mismo.
—¡Ban, Ban! ¡Vienen por nosotros, hay que hacer algo! —informó Ginji otra vez asustado por lo que sucedía.
Las bizarreadas no dejaban de llegar para ellos, y mucho menos parecía que quisieran darles un respiro, por lo que el de lentes tuvo que pensar en algo rápido, así que miró a sus alrededores observando a Kazuki, quien le hizo dar una idea.
—¡Sacrificio! —gritó al mirarlo.
—¿Sacrificio? —repitió confundido el de pelo largo, y entonces vio a Mido pararse justo a su lado, para luego, bajarle los pantalones sin previo aviso, y así exclamar.
—¡Cómanse ésta! ¡ES UNA MUJER! —lo que soltó fue solo al voleo, pero sin saberlo, la serpiente había tomado un riesgo importante, aunque igualmente no había errado en su proceder, porque el resultado fue positivo, ya que las abuelas, se llevaron sus manos a los ojos mientras gritaban con decepción, a lo cual todo el resto del equipo también miró, como si no se creyeran la reacción de las momias, y sí… había algo diferente en su compañero.
—¡O por Dios! ¡Kazuki es realmente una mujer! —gritó Ginji con dudas de taparse los ojos o no; quería, pero no podía—. ¡Qué has hecho Ban! ¡QUÉ HAS HECHO! —lo regañaba a su amigo.
—¿Qué? ¡No seas estúpido, cómo va a ser una…! —pero al momento de bajar la cabeza lo vio, sí, vio lo mismo que lo demás, y también, al levantar la misma, presenció cómo Kazu estaba con lágrimas en los ojos y notablemente molesto, o más bien… ¿molesta?
—¡Desgraciado! —una buena cachetada voló al rostro del pelicastaño, haciendo que se apartara de ella, e igualmente, aprovechó el momento la hilandera, para subirse los lienzos.
—No puede ser esto cierto —comunicó Jubei todo traumado—. ¡De verdad es mujer! —preguntó completamente incrédulo—. ¡Pero yo estaba seguro de que era hombre! —se arrimó con desesperación a su protegido, y le pidió desesperadas explicaciones—. ¡Usted sabe que no voy a decirle nada al respecto, señor Kazuki, y lo amaré aún si es un travesti!
—En verdad es mujer… no puedo creerlo —refunfuñaba Ban sobándose la mejilla golpeada.
—… —por parte de Shido, estaba que no entendía nada—. ¿Cuándo se hizo la cirugía? —preguntó al final el chico mono.
—¡No me hice nada! ¡Y no digan payasadas! ¡Siempre he sido hombre! —reclamó el que era víctima de toda esa atención.
—Eso lo eres en tu imaginación, reconócelo —informó Ban volteándose hacia su agresor.
—¡Tú ni hables! —lo señaló con una vena en la mejilla.
—¡Señorita Kazuki! —lloriqueó Jubei a los pies de ella.
—¡Qué no soy una chica! ¡Esto acaba de pasar! ¡Debe de ser todo obra de la Arca! —se escusó la muchacha, y todos recordaron que deberían seguir con la historia.
—¡Ah! ¡Es verdad! ¡Tenemos que continuar, aprovechemos que esas viejas están super decepcionadas! —avisó Mido, y entonces, saliendo todos un poco de su estupor, empezaron a trasladarse por encima de los vagones. A todo esto, las viejas estaban tan shockeadas, que permitieron que los muchachos (y la dama), pasaran entre ellos sin mayores consecuencias. No obstante, las cosas salieron de su cauce cuando el ciego que no se daba cuenta de nada, se percató (esta vez) de un sonido peculiar.
—¿Oyen eso? —dijo deteniéndose precipitadamente.
—¿De qué hablas Jubei?, yo no escuchó nada —avisó Kazuki.
—¡Creo que está hablando de eso! —señaló Ginji horrorizado el suelo, a lo que todos miraron, y miles de cien pies comenzaban a venir hacia ellos, aunque por suerte era desde la cola del tren.
—¡Ah! ¡Son miles de insectos! —gritó la serpiente con asco.
—¡Oh por Dios! —vociferó Kazuki, quien no espero ni un momento a los demás para echarse a correr; hasta el pobre de Jubei quedó atrás.
—¡Ah! ¡Señor Kazuki, digo, señorita Kazuki! —expresó ante la perdida de su protegida, y se fue directo a buscarla. Mientras tanto, los demás también empezaron a correr con todas sus fuerzas, alejándose lo más que podían de esa bandada de insectos, los cuales parecían más pesados que esas esqueléticas mujeres que se encontraron momentos atrás, y que obviamente, fueron consumidas por estos bichejos.
Editado: 07.12.2020