Antes de continuar con la aventura de Ban y Ginji dentro del castillo de Drácula (me atrevo a llamarlo así), había que moverse con los demás, donde Shido seguía perdido y no se sabía nada de él. De este modo, sin sospechar que el chico bestia estaba desaparecido y no con los otros, Kazuki con su fiel amigo: Jubei, estaban caminando en ese galpón, el cual se encontraba dentro de todo bastante ordenado, aunque lleno de porquerías por aquí y por allá.
—Este lugar me está empezando a incomodar —comentó Kazuki, quien escuchaba el sonido de sus zapatos en eco.
—No se preocupe señorita Kazuki, yo la protegeré cuésteme lo que me cueste —señaló el ciego caminando delante de ella.
—Oye… —se detuvo la muchacha, quien puso mala cara por algo que su compañero dijo—. Deja de referirte a mí como: “señorita” —hizo una leve pausa y abrió los brazos también en señal de descontento—. No voy a quedarme así para siempre, así que no te acostumbres.
—Lo siento —dijo con cierto pudor—. Es solo que… bueno, de alguna forma me parece maravilloso que pueda tener esta experiencia, aunque no pueda verla.
—Enserio, ya corta el rollo —le insistió mientras se cruzaba de brazos—. Además, no es como si hubiera cambiado mucho mi cuerpo; me veo igual que siempre.
—¿Enserio? —volteó su cabeza hacia su amiga.
—Sí. ¿Acaso tengo que hacer algo especial para que me creas? —mencionó ladeando la cabeza.
—Pues ahora que lo dice… —volvió a voltear hacia delante.
—No estarás pensando… —se escuchó responderle con un tono de incomodidad.
—¡No podríamos tener otra oportunidad en nuestras vidas! —se volteó plenamente hacia ella, haciendo que Kazuki se encogiera en su lugar por la repentina exclamación de Jubei—. ¡Quizás hasta podríamos… formar familia en un instante!
—… —Kazuki miró a otro lado avergonzada, y hacia otros lugares también, puesto que el nivel de incomodidad estaba aumentando para él, o más bien para ella, puesto que nunca se pensó que Jubei tuviera esos deseos tan profundamente escondidos dentro de su ser, aunque no era de extrañar siendo como lo era Kakei.
—¿Acaso está mal querer hacer algo con la persona que amo? —preguntó ahora agachándose y reverenciándose ante ella, cosa que hizo retroceder un poco a Kazuki, pues seguía sosteniendo su estado anteriormente descripto, no obstante, no podía hacer oídos sordos a los deseos de su acompañante, así que… estaba empezando a ceder. Pero antes de darle una respuesta, la chica miró a sus alrededores analizando el sitio, hasta que encontró una especie de puerta que parecía dar a un pequeño gabinete, así que eso le hizo dar una idea.
—¡Oh! —expresó y señaló el placar—. ¿Qué tal si vamos ahí Jubei?
—¿Ah? ¿A dónde? —preguntó el otro.
—¡Allá, allá! —repitió y lo tomó de su brazo para empezar a guiarlo—. Déjamelo a mí —informó, y entonces soltó una última frase—. Si quieres probar… entonces hagámoslo —se le escuchó decir con un tono de vergüenza a lo cual, Jubei se iluminó y se dejó llevar por su compañera hasta ese closet en donde irían a hacer algunas travesuras en medio de su misión. Mientras tanto, Shido había caído sin enterarse de nada, en el mismo paraje en el que estaba la parejita, pero extrañamente no se cruzó con ellos por el momento.
—¿Qué se supone que es este lugar? —comentó con cierto mal humor—. Primero fuimos a parar a un vagón, luego a una oficina, ¿y ahora esto? —mencionó caminando con sigilo, puesto que el lugar a pesar de ser ordenado, le provocaba una cierta desconfianza—. Quizás si me transformo en una de las 100 bestias pueda lograr encontrar a los chicos más rápidamente —comentó, y así lo hizo—. Apariencia de 100 bestias, ¡apariencia de lobo! —una vez hecho el cambio, el mitad hombre notó un raro olor en el aire y entonces empezó a trasladarse—. Puedo sentir el aroma de Kazuki y Jubei cerca, pero… es extraño —se pausó un momento—. El aroma se hace cada vez más fuerte… —poco a poco, Shido se fue asomando con cierta desconfianza, pero se le vio más alarmado cuando empezó a escuchar unos quejidos que le llamaron bastante la atención.
—¿Qué diablos es eso? —dijo con pesar en su voz, y se acercó al placar desde donde provenían, no solo el olor de esos dos, sino que también, esos alaridos tan… ¿sensuales? Por los nervios, Shido iba a abrir suavemente, pero decidió que era mejor terminar con todo rápidamente, además, el estrés de la situación ya estaba pudiendo con él, así que abrió de prepo las puertas y se encontró a unos muy candentes como desalineados Kazuki y Jubei.
—¡Qué diablos están haciendo! —gritó Shido asustado echándose hacia atrás.
—¡Lo mismo tendría que preguntarte! —respondió también Kazuki cubriéndose.
—Deberías aprender a tocar —comentó Jubei, quien reconoció a Shido por su voz debido a su buen oído, y no lo atacó por eso mismo, acto seguido, se empezó a acomodar la ropa, pero antes de que pudieran hablar más sobre el suceso, un hoyo negro se abrió debajo de ellos y los succionó dejando en el aire, unas puteadas inentendibles. Ahora, volviendo para con Amano y Mido, ellos se encontraban aún en la casa esa, discutiendo ahora algo que no tenía ni pies ni cabeza.
—¡De qué diablos estás hablando! ¿Se te frío el cerebro en esa piscina o qué? —le preguntó con un exagerado desconcierto.
—No he enloquecido ni nada así Ban Mido —cerró dramáticamente sus ojos—. Yo soy… ¡El vampiro eléctrico! —volvió a señalar como si retomara la posición que sostuvo en el anterior capítulo.
—Ya habías dicho eso —le refutó con pesadez el otro—. Ya déjate de bromas Ginji, estamos en medio de un trabajo, y aún no sabemos dónde diablos se encuentra nuestro enemigo, así que… —le hizo una seña con su mano—, baja de ahí y hazme el favor de dejar de hacerte el payaso.
—¿Payaso? —preguntó el rubio descolocándose.
—Eso fue lo que dije —avisó levantando una mano a la altura de su hombro, y de repente, un agujero se abrió sobre la cabeza de la serpiente, y de ahí mismo se empezaron a escuchar voces que se tornaban cada vez más cercanas, por lo que el de lentes no pudo evitar levantar la cabeza hacia la dirección de las voces, y de repente, ¡pumba!, se le cayeron los otros tres personajes sobre él.
Editado: 07.12.2020