Ha pasado una semana desde que Dereck no se acercó a mí, Emily y Tom me han preguntado por él y sólo atino a responderles que está ocupado.
Quizás fui muy dura con lo que le dije la última vez pero no me arrepiento, es exactamente como me siento y me importa muy poco si herí sus "dulces sentimientos".
De hecho ha sido la semana más tranquila y relajante que he tenido, como si estuviera tomando el sol en la playa.
Me levanto de mi cama con la sonrisa más grande que tengo y aspiro una bocanada de aire fresco.
—Ah, se puede sentir la paz —me digo a mi misma.
Esos dos meses fueron los más largos que sentí en mi vida. Dereck podía ser un demonio muy sexy y hermoso pero eso no le quitaba lo irritante, y no había nada que odiara más.
En ese momento Copito se subió a mi cama maullando y comenzó a restregar su cuerpecito peludo contra mi costado pidiendo que lo acariciara. Toqué su pelaje con cuidado y subí hasta sus orejitas para después agarrar su rostro pequeño con delicadeza y plantarle un beso en su frente.
Me sentía rebosante.
Salí de la cama y fui a mi baño para poder asearme.
Al terminar mi baño opté por ponerme unos shorts y una blusa simple de tiras color azul, también coloqué unas medias de ositos en mis pies y finalmente me peiné dejando mi cabello suelto.
Cuando salí de mi habitación me aseguré de que no había nadie rondando por mi cocina, al verificar que todo estaba tan solo como cuando me acosté solté un suspiro agradecida y después le serví la comida a Copito quien en señal de agradecimiento se frotó en mi pierna.
—Mi bebé lindo —siempre que le hablaba así, mi voz extraña únicamente para los animales y niños salió a flote.
Lo dejé con su comida y fui a preparar la mía.
Aún eran las ocho de la mañana y el sol ya se estaba asomando por las ventanas, aproveché el hecho de que hoy era domingo y por lo tanto descansaba.
Ya mañana sería diferente.
Al final me hice algo sencillo para desayunar y corrí a mi sofá para ver algo en la televisión.
Una hora después cuando estaba a punto de quedarme dormida el timbre sonó con insistencia por lo que me sobresalté y caí del sofá formando un estruendo.
—Joder —toqué mi cabeza en el lugar donde me golpeé, eso había dolido.
Cuando el dolor quedó atrás los nervios comenzaron a recorrerme, de verdad no quería que el que estuviera detrás de esa puerta fuera Dereck.
Llevaba una buena semana sin verlo, casi hasta podría gritar por toda la vecindad lo agradecida que estaba con el de arriba, pero eso se vería muy ridículo.
Reuniendo un poco de la valentía que tenía, me levanté del suelo y fui directo hacia la puerta, la abrí con cuidado dejando mi cuerpo detrás de ella y asomando un poco de mi cara por si tenía que actuar rápido y cerrarla.
Cuando vi de quien se trataba casi le ruego al cielo que habría preferido al demonio.
—¡Hermanita! —Rosie no me dio tiempo de cerrarle la puerta en la cara, ella la empujó conmigo detrás haciendo que yo retrocediera y hasta casi cayera, entró como si fuera la dueña del mundo y se posicionó delante de mí contendiendo una sonrisa macabra.
Pido perdón por haber despotricado en tu contra Dereck, nadie me irrita más que mi jodida hermana.
—Rosie —mi voz sonó aburrida, cosa que no pasó desapercibida para ella, su lindo rostro se contrajo pero rápidamente volvió a sonreír como si nada pasara.
Ella iba a hablar pero esta vez fui víctima de un ataque cardíaco al ver la cabellera rubia y pulcra de mi madre posicionarse al lado de Rosie.
Mierda, llegó la caballería.
—Clarisa —asintió en mi dirección.
¿Qué clase de saludo era ese? Hace cuatro años no me ve y sólo dice "Clarisa". De verdad que no ha cambiado nada.
Quizás Rosie cambió en apariencia pero algo me decía que seguía siendo la misma Rosie de siempre.
Sus caderas que anteriormente eran más pronunciadas ahora habían disminuido su volumen, aún así seguía teniendo más que yo, ya de por si su contextura era gruesa, solo que ahora le sacaba un buen provecho a su cuerpo curvilíneo.
Rosie es muy hermosa, no es algo que alguna vez negué, las dos somos bonitas a nuestras maneras.
Ella igual que mi padre, yo igual que mi madre.
Un gangazo el que se dieron esos dos.
Creí que la primera vez que las viera después de cuatro años me pondría histérica y hasta sufriría de un ataque de pánico. No niego que estoy nerviosa, pero además de eso me encuentro lo bastante tranquila como para bromear.
—¿No saludaras a nuestra madre? —la voz aterciopelada de Rosie habló por segunda vez, ella no había dejado de inspeccionar mi apartamento e inspeccionarme a mí.
—Ni siquiera sé quién eres —dije toda esa oración con la seriedad que podía reunir en un momento así, no le quité los ojos de encima a mamá en ningún momento, ni siquiera cuando su rostro se contrajo lleno de confusión y Rosie avanzó un paso hacia adelante mirándome con rabia.
—¡¿Cómo te atrev...
Rosie no terminó sus palabras porque en ese momento mi risa salió en un estruendo, mierda, nada era mejor que ver a mi madre, la gran Laurent Stone, perdiendo su típico semblante indiferente.
Pasar del desconcierto a la profunda rabia en unos minutos era más de lo que podría desear haber visto. Después de cuatro años de verdad me siento feliz de verlas.
—¡Mierda! ¡Era broma! ¡Era broma! —reí otra vez—. No se lo tomen todo tan a pecho.
Las dos mujeres frente a mí parecían querer sacarme los ojos.
»Sus rostros en este momento son el regalo más grande después de cuatro años.
—Tan impertinente como siempre, tus defectos no dejan de aumentar Clarisa.
Reí.
Hace mucho tiempo que sus palabras no me movían ni una uña.
—Los suyos tampoco señora Stone —imité su voz "elegante" y después reí.
Rosie gritó en cuanto terminé de hablar.