ABADDON
El demonio llamado Abaddon suspiró profundamente, sentado en la silla que siempre utilizaba cuando vivía constantemente en el infierno.
Se preguntó muchas veces si antes se había sentido así de vacío por hacer lo que se supone que ama desde que nació.
Sabía que no, porque antes no tenía algo —o alguien— en la tierra que le importara tanto como ahora. Sentía que esa parte inexistente de su deformado cuerpo demoníaco, por alguna razón comenzaba a latir, a funcionar.
Satán únicamente tuvo el lujo de mirarlo de reojo cuando lo hizo volver de forma abrupta, y después se echó a reír como si viera una telenovela con final trágico.
Lo que dijo después hizo que Abaddon se enojara por completo.
—¿Cómo se siente volver a tu hogar?
Abaddon tenía claro que esa frase era una indirecta. Él podía vivir en la tierra, pero debía abandonar todo lo que una vez fue parte de su cuerpo, todo su poder demoníaco. Viviendo como un humano normal, pero estando al tanto de todo lo que pudo ser y eligió dejar atrás.
Innumerables demonios ya lo habían hecho, y jamás habían regresado. Viviendo y muriendo como lo decidieron, mas lamentándose de todo lo que perdieron por un momento en la tierra que confundieron con amor y felicidad, con algo fuera de la monotonía de ser un demonio.
Tanner había sido el único demonio que renunció tempranamente a su poder y realmente amó y disfrutó vivir como un humano junto a la persona que amaba. Eso definitivamente molestó a Satanás, por lo que le otorgó la vida eterna aún sin ser un demonio.
Solo para que él viera como las personas que amaba morían sin que pudiera hacer algo para evitarlo.
Y aún así Tanner no se inmutó y eligió pasar todo su tiempo con su familia, desde antes, ahora y después.
Abaddon volvió a suspirar, esta vez pensando en Clarisa.
La noche que ambos pasaron había sido un recuerdo que no borraría jamás de su cabeza. Esa noche de éxtasis fue el detonante de que ahora se encontrara en esta posición.
A pesar de todo estaba relajado, y muy seguro de sus sentimientos.
En cualquier momento volvería con Clarisa.
No lo dudaba.
****
Clarisa.
—É-Él r-realmente se f-fue… —balbuceé en voz baja.
Muy dentro de mí sabía que Dereck no podría haberse ido así como así.
Algo tuvo que llevárselo, así como el demonio que antes había venido por él. Pero esta vez debió haber sido algo más fuerte, tan como para desaparecerlo sin dejar un solo rastro.
Emily y Tom han estado conmigo, quejándose eso sí, pero dándome la compañía que ahorita mismo necesito.
Me siento un poco patética.
Hasta ahora me doy cuenta que verdaderamente no puedo hacer nada, porque lo sobrenatural se sale de mis manos.
—¿Tienes alguna idea para traerlo devuelta? —pregunta Tom, está acostado en el sofá intentando resolver un cubo de Rubik. Mientras que Emily se puso en la tarea de hacer algo de comida para los tres.
Lo miré sin comprender en cuanto dijo eso.
—¿Traerlo devuelta? —repetí confusa.
Él asintió dejando de lado el cubo y mirándome.
—Sí, así como lo trajeron la primera vez, así como quizás también volvió —respondió.
Abrí mis ojos asombrada.
—P-Pero… necesitaríamos mucha gente —divagué—, hacer un ritual… alguien que sepa hacerlo… yo no sé de esas cosas, me aterran debo admitirlo… nunca se lo dije a Dereck para que no se burlara de mí… también admito que fue lo que más oculté de mis pensamientos desde que lo conocí… o sea, era ilógico que conviviera con él y todo lo que representaba para que después se enterara que me daba mucho miedo la ouija y esas cosas de invocar fantasmas… no creo que se haya dado cuenta… ¿o sí? Realmente espero que no porque…
—¡¡Clarisa!! —ambos me gritaron logrando que saliera de mis pensamientos y divagaciones.
Los miré.
—¿Ah?
Tom y Emily rieron.
—¿Quién inició el ritual al que fuiste invitada esa vez?
¿El ritual?
Fruncí mi ceño confundida.
—¿Cuál ritu-
Oh mierda.
¡Parker!