Ghaleon, el último dragón dorado

PARTE FINAL

Pasaron un par de horas cuando la respiración de Arturo cambió, estaba despertando.

—Hasta que por fin despertaste —le dije.

—Pensé que estaba muerto.

—Casi. Por muy poco logramos sobrevivir —Arturo no dijo nada, así que continué—, tras un hechizo milenario logré combinar nuestros corazones heridos y ahora son uno solo.

—¿De qué nos sirve estar vivos?, ya no hay forma de salvar este mundo. —Arturo trató de moverse, pero tenía gran parte del cuerpo destrozado.

—Hay algo que no saben sobre las runas —empecé a contarle—, tienen un poder asombroso, pero si no las usas con cuidado, no te servirán de nada. —Arturo se giró a mirarme con esa expresión de confusión—. Cuando él me derrotó llevaba sin saberlo una poderosa combinación de tres runas. Su ambición será su derrota. Al ponerse las seis lo único que conseguirá es neutralizar sus poderes, en cambio obtendrá la capacidad de abrir un portal a lo desconocido.

—¿Podrá viajar a otros mundos? —preguntó sorprendido.

—No conozco a nadie que lo haya logrado, solo historias de los dragones que intentaron viajar, muchas muertes y solo uno regresó —suspiré con resignación—. Y lo único que dijo antes de morir fue que el poder de las runas era la clave. Después de eso, nadie más lo intentó.

—Entonces ahora podremos derrotarlo. —Arturo sonó confiado, pero negué con la cabeza.

—El problema es la sangre de los dragones que en vida tomó, lo han hecho más fuerte de lo que esperaba, aparte aún conserva el poder de dos runas, aunque el poder sea individual, representa un gran desafío.

—Entonces, vuelvo al mismo punto, no hay forma de derrotarlo. —Arturo se resignó tapando su rostro con un brazo—. Debí detenerlo antes.

—No tienes la culpa, ninguno de los dos sabía en lo que se estaba convirtiendo —traté de confortarlo—, pero aún hay una esperanza: tu runa, la que llevas escondida en la ropa. Es compatible con mi corazón, si drenamos nuestros poderes y nuestras vidas a esta runa, podremos detenerlo.

—¿Cómo lo haríamos? si ninguno de los dos puede moverse.

—Con ese poder, uno de los dos podrá ir a enfrentarlo y acabarlo. —Acerqué la runa a donde se encontraba.

—Tendrás que ser tú —contestó Arturo con una media sonrisa mientras tomaba un poco de la sangre que le brotaba por la herida y embadurnaba la runa.

—Tus heridas son menores que las mías, pueden sanar y podrás enfrentarlo —contradije—. Tienes que ser tú, tienes que hacerlo por tu familia. Tu hija, te necesita.

—Lo sé —respondió con muy poca fuerza—, pero si no logro sanar está herida, tanto mi corazón como el tuyo dejara de latir, y habremos perdido la única oportunidad que tenemos para derrotarlo, por eso debes ir tú.

Estuvimos en silencio por un momento hasta que decidí hacer lo mismo que Arturo y embadurné la runa con mi propia sangre.

—Esto nos tomará varios meses, realmente espero que el mundo pueda resistir —suspiré cerrando los ojos, y en seguida me puse a recitar frases en la lengua original de los Dragnir, era un cántico que daba una sensación de nostalgia y furia, y hablaba de la hermandad y el amor.

—Yo solo espero que no ataque a mi familia ni al pueblo —suspiró Arturo.

Después de eso volvió a perder la conciencia, no tenía más alternativa que seguir con el conjuro. Si de todas maneras iba a morir, esa sería la mejor forma, al lado de mi único amigo.

Mientras seguía drenado mi vida y la de Arturo a la runa de fuego, podía ver con definición los recuerdos de ambos, al principio fuero los suyos, todos los momentos felices que vivió. Tuvo una vida plena, a pesar de la perdida de sus padres. En alguna ocasión me contó sobre ellos, pero me había dicho que no los recordaba; no obstante, se equivocó. Si los había conocido, aunque era un infante como para que pudiese recordarlo a voluntad.

Después vinieron los míos. Yo si tenía muchas cosas de las que me arrepentía. La guerra me había quitado mucho. Fui cobarde al hacer el hechizo del sueño, tal vez si no lo hubiera hecho, habría tenido una vida con Luxdrak, mi hermosa dragona de luz luna. Pero, mi mayor arrepentimiento, había sido enseñarle el mayor poder del mundo a alguien que solo lo usaría para destruirlo. Mi último recuerdo fue la locura de Séfer.

Supe que el conjuro había terminado, con cuidado retiré la mano de Arturo de la runa. No tenia la certeza de cuantos meses habían pasado. Arturo seguía inconsciente, pero vivo; solo por el poder del hechizo; de otra forma ya habría estado muerto por inanición.

Esa era la ultima oportunidad que nos quedaba para resarcir nuestro error al haber confiado en quien no debimos. Coloqué la runa en mi pecho, debajo de una escama y partí en busca de aquel rufián.

Usé un hechizo sobre mis ojos y oídos, el poder conjunto de los dos me dio un mayor alcance a mis sentidos. Escuché lo que parecía ser una batalla. Usé otro hechizo en mis alas y volé lo más rápido que pude con este nuevo poder.

Después de unos minutos pude ver la batalla, aunque más bien parecía una masacre. Séfer se encontraba destrozando a varios humanos, entre los cuales parecía haber muchos guerreros del sol. Ni todos juntos podían hacerle frente. Detrás de ellos se encontraba un numeroso ejército de engendros, desprendían un putrefacto olor a magia negra.




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