Perdida
Juan caminaba de regreso a casa luego de haber terminado su trabajo en la mecánica, pero aún le esperaba más labores en casa viendo los animales que tenía en su rancho debido a que su padre estaba enfermo y su madre hacia lo posible, para mantener en orden el rancho además lavaba ropa en el pueblo, pero también se esforzaba mucho por lo que tenía problemas de salud.
La vida de ellos era dura, pero mientras estuvieran juntos las incomodidades no importaban. Juan realizaba cada día la misma rutina levantarse a las cinco de la mañana para sacar la leche, mudar el ganado ver el cultivo, y luego al taller al igual su madre, se encargaba de pequeñas labores junto a su esposo. Juan era un chico de veintiún años, alto de cabello negro y ojos marrones, de bajos recurso por lo que sólo completó sus estudios hasta el colegio y como su padre cayó enfermo tuvo que volverse jefe de casa todos en el pueblo lo conocían y lo apreciaban por su carácter.
Domingo bajo con sus padres hacer compras para la semana compraron legumbres, vegetales, cereales, carne. Hecho las compras fueron a la Iglesia a rezar y pedir a Dios que les diera fuerza para seguir adelante, Juan pidió más por su padre que por sí mismo pidió que recuperará la salud, por su madre que ya no realice tantos esfuerzos.
Saliendo de la Iglesia un accidente ocurría un auto se había volcado las personas salieron al socorrer de los tripulantes donde el piloto falleció debido al impacto, Juan junto con otros se metieron al barranco de dieciocho metros a rescatar a los heridos sacaron a cuatro heridos, y un muerto. María, Alice y Luis asistieron a los lesionados dando primeros auxilios hasta que llegaron los paramédicos y se los llevaron al hospital de la ciudad.
Dos años pasaron después del accidente.
Juan había reunido una buena suma de dinero para llevar a su padre hacerse los estudios médicos. Juan salió de viaje a la ciudad a reservar la cita médica, dirigiéndose al hospital Esperanza en la ventanilla de información agendo la cita médica para el chequeo médico.
La cita quedó programada para una semana después Juan le informo a su padre sobre la cita médica que sacó para él y le pidió que se cuidará que no hiciera ningún esfuerzo para lo cual solicitó a ayuda de su madre para controlarlo ya que eran muy obstinado y seguía trabajando a pesar de las recomendaciones del médico, durante la semana Juan cosechó papas, choclos y los vendió ganando ochocientos treinta dólares un extra más para comprar la medicina que mandaría el doctor a comprar.
Entraron al hospital Esperanza justo en la hora acordada Roberto padre de Juan fue llamado a realizarse el chequeo duro aproximadamente alrededor de una hora después de ello nos llamaron al consultorio del doctor Erick Sandoval quien informó que dentro de una semana tendría los resultados de los exámenes, pero también les adelantó algo de lo análisis diciendo el señor Roberto tenía debilitado el corazón.
La noticia los estremeció al grado de asustarlos por lo cual el doctor le recomendó que se abstuviera de realizar cualquier esfuerzo físico hasta estar cien por ciento seguro de que anomalía arrojaran los exámenes. La señora Isabel madre de Juan pidió alguna pastilla o fármaco para su esposo ya que en ocasiones se ponía mal. El doctor les dio la misma recomendación del inicio nada de esfuerzo que este relajado porque de nada serviría auto medicarse.
Llegando al pueblo la tragedia los esperaría bajaron del bus y observar que no hubiera vehículos en ambas direcciones cruzaban la carretera, sin previo aviso un carro marca Toyota apareció la señora Isabel al percatarse gritó - CUIDADO
Juan al mirar trato de agarrar a sus padres y quitarlos del camino del vehículo, pero su padre don Roberto lo empujó al otro lado de la carretera salvando a su hijo, pero no fue lo mismo con su esposa, el Toyota los hizo volar a los dos por encima de este golpeándose contra el asfaltado el impacto fue tan grave que ninguno de los dos se movió del suelo, la sangre manchada su ropa y la carretera.
Juan se quedó estremecido con un nudo en la garganta sus ojos se tornaron vidriosos y las lágrimas corrían por sus mejillas como un río, algunas personas que vieron el siniestro desde de su ventana y otros afuera se acercaron.
Don Jacinto se acercó a Juan con la voz apagada lo llamo: - Juan, Juan, Juan
En ese momento soltó un gritó tan fuerte. – No…. Abalanzándose sobre los cuerpos inertes de sus padres los sacudía a ambos diciendo – Reaccionen mamá, papá reaccionen no me dejen, por favor, no lo hagan. Mientras los abrazaba.
Don Jacinto lo tomo por los hombros y le decía – Se han ido, Juan, no puedes hacer nada
–No, ellos están vivos, aún lo están. Lo repitió con la voz fuerte y quebrada
–Juan, Juan
–No, llama a María, Alice a Luis y ellos te dirán… que siguen con vida.
–Juan no te engañes tú lo sabes
Arrodillado sobre la carretera dio tres golpes fuertes con las manos en el asfalto, – No, No, No. La gente que los conocían se acercaron a mover los cuerpos y los llevaron a la morgue, la Policía llegó a tomar declaraciones, don Jacinto que lo presenció el accidente declaró todo que era un auto marca Toyota doble cabina, color negro que se dio a la fuga.
La semana que debía ser de reposo para su padre se convirtió en una semana de duelo para Juan, el dinero que había juntado para los exámenes y medicina para su padre y madre ahora debían utilizarse en los gastos fúnebres, en pocas horas el dueño del vehículo fue detenido.