Gia

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A Gia no le gustaba nadie, era muy cerrada, poco sociable, no era tímida pero socializar no era lo suyo. Pasar desapercibida era su tarea, aunque sus rasgos y fisonomía no ayudaran.
Creció en una familia numerosa, catorce hermanos, y ella estaba en el medio...perdida en la nebulosa. Tenía pasatiempos poco comunes: le gustaba coleccionar insectos y hojas; tenía un terrario; juntaba piedras de cada lugar que visitaba.
Trabajaba en el municipio de la ciudad, como encargada de liquidar los sueldos; nada que la tuviera muy expuesta. Sólo hacia las cuentas e imprimía los recibos para que alguien más los hiciera firmar por quien corresponda.
Ese mediodía fue atípico, Gino iba de peatón atolondrado texteando sin parar hasta que se la chocó. Su melena espectacular y sus rasgos femeninos lo encandilaron.
- Lo siento, no te vi- sus ojos hicieron contacto pero ella sólo pasó de él. Gino no se rendía a la primera- Hermosa señorita, me gustaría oír su voz mínimamente; un improperio por ser tan bruto estaría bien.
Gia frenó en seco y se giró viéndolo sonreír. Algo en él no le generaba confianza.
- No fue nada, los accidentes ocurren todo el tiempo- una mirada autosuficiente bastó para que el hombre hiciera silencio y ella se sintiera victoriosa, aunque su contrincante no era tan fácil de convencer.
- El mejor accidente de mi vida- dijo apenas audible el aficionado a bocetos en carboncillo.
Con una sonrisa en el rostro llegó a su clase de dibujo. Un momento de entrega total y devoción a la hoja en blanco y las tonalidades oscuras. Al señor Bonafiglio no le gustaba mucho el color, era más monocromático y geométrico; ver a Gia lo inspiró a usar-después de tanto- sus acuarelas.
 

Inmersa en números y observando las tonalidades rojizas de las hojas otoñales, la bella mujer se acercaba a su pequeña casa de madera pintada en blanco con flores de geranios multicolores en la entrada.Olió el aire de la entrada de su casa llenándose los pulmones con ese aroma de jardín, dejó sus zapatos apenas pasó el umbral de la puerta y se dirigió a la cocina por un té de arándanos.
 

Gino estaba impaciente por llegar a casa y hacer unos cuantos bocetos acuarelables, por primera vez le urgía no dar clases. Esa mujer tenía hechizo en su tez, ella no se daba real cuenta de lo que causó en el hombre un par de años menor que ella.



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En el texto hay: arte, persecucion, romance

Editado: 06.10.2020

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