Gia

2

Al día siguiente, por "casualidad", Gino volvió al sitio a exactamente a la misma hora, pero se sentó en una banca a esperarla. Así pudo verla en todo su esplendor, caminando decidida hacia la que supuso era su casa. Sin poderse resistir mucho, corrió detras de ella y la chocó cuando ella frenó delante de un pequeño muro de piedras irregulares de color anaranjado claro. Gia no solía maldecir, menos a extraños; pero al girarse hacia su atropellador...

-Conchale- dijo muy ofuscada, comiendo al hombre con los ojos y no en el buen sentido.

-¿Eso se supone, es un insulto?- Gino se dió el gusto de reirse de ella causando en Gia una aversión tal que estaba alcanzando tonalidades más violáceas que rojizas.

-¿Qué mal he hecho yo en ésta vida para que tu me atropelles? ¿Acaso jamás viste una mujer antes? ¿Tengo algún cartel que dice: "atropellame"?- se cruzó de brazos con toda su furia.

-¿Te han dicho que eres  toda una deidad griega cuando sucumbes en la hybris?- Gino no sabía que estaba cruzando el umbral de lo terriblemente peligroso, cuando el chasquido y el ardor en su piel lo sorprendieron. Gia no entendía a qué se refería, pero él empezaba a atemorizarla. Ofelia, su hermana estaba muy mal de la cabeza si pensaba que ser acosada era romántico; pensó en lo que le diría si se enterara y rodó los ojos involuntariamente. Corrío dentro de su casa sin oler su jardín (cosa realmete alarmante para alguien que amaba el suelo donde pisa), dejando a Gino con su mano acunando su rostro y una sonrisa ladeada.

Gino no se rendía facilmente, le gustaban los retos y más siendo artista. Si algo no lo retaba a superarse, entonces no valía la pena ser hecho. Por una causalidad muy conveniente, Gia había olvidado allí sus lentes de leer y como es una persona que ama tener lo suyo el estuche de dichos anteojos era surcado por una etiqueta que dejaba ver un nombre garabateado con letra de oficinista cansada. El profesor de arte sonrió ampliamente y repitió "Gia Rigatti" para sí y se dibujó en su mente a la bella mujer en una góndola en Venecia. ¡Toda una obra de arte!

Decidió encaminarse hasta su puerta y sólo dejar el estuche, no quería más bofetadas aunque eso hiciera que pintase obras tan maravillosas como la que había imaginado. Dejó el estuche en el suelo delante de la puerta y una de sus tarjetas manchadas de carboncillo, tocó la puerta y corrió hasta la vereda de en frente donde se resguardó detrás de un auto. La vió salir a los minutos con su rostro contrariado y un vestido de seda fría floreado, le pareció que el tiempo pasaba en cámara lenta cuando se agachó a tomar el objeto; no se le pasó inadvertida su mueca de repulsión al ver la tarjeta y luego la vio cerrar la puerta otra vez.



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En el texto hay: arte, persecucion, romance

Editado: 06.10.2020

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