Sabía que si la llevaba a Obsidian conmigo, tarde o temprano lo descubriría. Mi cuerpo ya había llegado a su límite, y había aceptado la sentencia de que podía morir en cualquier momento. Cada vez que me daba un ataque, me iba de inmediato. Me había acostumbrado a que cada respiro requiriera esfuerzo y a que el dolor fuera constante. Me había acostumbrado tanto que había sido fácil ocultarlo sin mucho esfuerzo. Pero había llegado a un punto donde eso ya no era posible.
(Bueno, esto apesta).
Cuando desperté, el ataque había pasado y estaba de vuelta a la normalidad —bueno, a mi normalidad, de todos modos— y la pequeña coneja estaba desplomada al borde de la cama, dormida. Esperaba haberlo soñado, pero su presencia allí me confirmó que realmente había sido ella quien me encontró en medio del ataque.
(...Si has descubierto mi enfermedad, tendré que matarte.)
MC- Nnn...
Me di la vuelta, y en cuanto lo hice, ella empezó a resbalar de la cama. Extendí el brazo y la agarré antes de que cayera, levantándola hacia la cama conmigo, con cuidado de no despertarla. Le subí la manta hasta cubrirla y la abracé, tratándola más como un almohadón que como a una persona, pero aun así siguió dormida. Estaba claramente agotada, y me pregunté cuánto tiempo habría estado velando por mí.
(...Tienes los ojos muy hinchados. Maldita seas, Walter, tenías que...)
Aún albergaba una débil esperanza de que no supiera toda la verdad, pero al ver su rostro, hasta eso me arrebató.
(¿Qué debería hacer, entonces, cuando despiertes?)
--------------------------------------------------------------------------
El sol finalmente estaba saliendo, llenando la habitación con su tenue resplandor dorado, pero yo aún no tenía respuesta. Dejé escapar un largo suspiro, y la pequeña coneja comenzó a moverse entre mis brazos.
Gilbert- Buenos días, pequeña coneja.
MC- Ah...
(Es aún más obvio ahora que tienes los ojos abiertos...)
Gilbert- Vaya, te ves horrible. Tienes unas ojeras terribles.
Extendí la mano, acariciando la suave piel bajo sus ojos, y su expresión se torció un poco, como si incluso ese leve contacto le doliera.
MC- Buenos... días...
(...Todo lo que tendrías que hacer es fingir que no lo sabes.)
Ella rodó completamente hacia mí, aferrándose a mi camisa mientras apoyaba su cabeza contra mi pecho, justo sobre mi corazón. Yo estaba tan frío que incluso su suave calor se sentía febril en comparación.
Gilbert- Por la forma en que actúas... supongo que él te contó todo.
(Ahora que sabes de mi enfermedad, no puedo permitir que hagas lo que quieras... Si lo permito, podrías interponerte en mis planes.)
Incluso si la enfermedad acabara conmigo eventualmente, tenía que seguir siendo un secreto. Los rhodolianos habían ocultado la muerte de su propio rey exactamente por la misma razón. Cualquier noticia sobre mi muerte tendría un enorme impacto que se extendería por todo Obsidian. Con la familia imperial desaparecida, sería demasiado probable que otras naciones invadieran la nuestra. Y tanto si lo hacían como si no, los nobles de Obsidian que quedaran se sentirían libres de hacer lo que quisieran de nuevo, y el imperio volvería a caer en la decadencia.
(He trabajado duro para asegurarme de que mi sustituto pueda cumplir el papel, pero eres una de las pocas personas que reconocería al instante que no soy yo).
Incluso si ella prometiera no decírselo a nadie, sabía lo mala que era mintiendo. No había forma de garantizar que pudiera guardar mi secreto.
(Pero si me dices que no sabes nada... Si decides dejarlo estar, y no presionar más allá de esto...)
MC- Me dijo... que no te queda mucho tiempo.
(...Maldita sea.)
MC- Y... no puedo fingir que no lo sé.
Gilbert- ...Ya veo.
(Si no puedes... Eres una conejita muy tonta.)
Gilbert- Bueno, si esa es tu decisión...
Me liberé con fuerza de su agarre, extendiendo la mano hacia ella, pero simplemente se quedó allí tendida.
(Debiste saber que si llegabas a saber demasiado, tendría que matarte. Pero... bueno, tal vez ahora pueda morir sin remordimientos. Si estás muerta... realmente no me quedará ningún arrepentimiento.)
Su cuello era tan delgado que estaba seguro de que se rompería al instante, pero aun así coloqué mis manos alrededor de él y comencé a apretar. Podía sentir su pulso, aleteando desesperadamente bajo mis dedos, y su respiración comenzó a hacerse corta, en jadeos forzados.
Gilbert- No hay excepciones, ni siquiera para ti. Cualquiera que lo sepa debe morir.
Ella alzó las manos, intentando liberarse de las mías, con los dedos arañando desesperadamente mientras sus uñas se clavaban en mi piel. Habría sido más fácil, en cierto modo, si se hubiera quedado quieta y me hubiera dejado matarla. Pero ella iba a luchar.
(Siempre fui amable contigo, así que supongo que te hiciste una idea equivocada. ¿Acaso te aferrabas a la ilusión de que eras la única persona a la que no mataría?)
La sangre brotaba del dorso de mis manos, pero ella seguía luchando.
(Duele)
Me dolió aún más cuando mi cuerpo me traicionó y mis pulmones se negaron a respirar.
MC- No... lo... diré... a nadie...
Gilbert- No confío en las personas. Solo soy una bestia que eligió no amar a nadie. Puede que haya fingido ser tu amigo, pero puedo matarte sin dudarlo. Estoy bastante seguro de que ya te lo había dicho antes.
Por alguna razón, cuanto más apretaba mi agarre en su garganta, más dolor sentía. Era como si hubiera envuelto mis manos alrededor de mi propia garganta y me estuviera ahogando a mí mismo, no a ella.
(No pienso nada al matar a otros. No siento nada cuando los mato. Deseché esos sentimientos hace mucho, mucho tiempo.)