Draco estaba sentado frente al escritorio de su padre en la biblioteca de la mansión siendo separados por una mesa de cedro pulido de un marrón brillante con acabados delicados. Lujosa, costosa sin duda, labrada por un artesano, un artista maestro de en la manipulación de la madera. Lucios estaba recostado en su silla de espaldar alto y a su espalda un amplio ventanal dejaba entrar los cálidos rayos de sol matutino. Lucios miraba a su hijo fijamente, pensando en el mejor método de abordarlo con respecto a la petición de Hermione.
-Debo suponer que ha solicitado esta reunión para comunicarme de la decisión que tomo al respecto mi matrimonio. –hablo después de unos minutos en silencio Draco mirando a su padre tranquilamente con sus piernas cruzadas recostado casualmente de su silla como si el tema en si no tuviera ninguna importancia.
-Así es Hermione me ha pedido ayuda para buscar un medio para anular el matrimonio. –informo Lucios estudiando la expresión de Draco y sus ojos que se esforzaban por no dejar ver la ira que lo carcomía lentamente al oír aquellas palabras.
-En la familia Malfoy nunca ha habido un divorcio y no soy yo quien va a romper esa tradición. – se apegó aquellas costumbres y tradiciones de las cuales su padre como cabeza de la familia se negaba a dejar en el olvido a pesar de los nuevos tiempos. Pero aun así Lucios no estaba dispuesto a seguir esa regla.
-Has roto todas nuestras costumbres al acostarte con ella y engendrar un hijo en su vientre y he de recordarte que eres su esposo. Así que no creo que si te divorcias de ella eso perjudique a nuestra familia. Incluso seria benefactorio para ti. Te podrías casar con Pansy. Después de todo eso fue lo que siempre quisiste y no dejaste de recordárnoslo todo este tiempo-. Lucios sabía lo que pretendía su hijo, podía oler su necesidad de Hermione a metros de distancia. Pero él era tan idiota que no se daba de cuenta. Quizás con ese empujón hacia su separación comprendiera lo que está a punto de perder por sus estupideces y líos constantes de faldas.
-Me niego, Hermione es mi esposa, y lo seguirá siendo hasta que algunos de los dos muera-. Las manos de Draco se hicieron puños y su seño se frunció. Ya no podía esconder la ira que lo invadía. El no dejaría a su esposa. No le daría el gusto a Hermione de verse libre de él. Ella tenía que pagar todo lo que le había hecho. Su venganza aun no terminaba.
-No comprendo tu obsesión con lastimarla Draco. Y la verdad es que todo se está yendo de las manos. Hoy la golpeaste, dime la próxima vez la pondrás bajo un crucios para lastimarla. – Lucios se levantó de su silla y camino hacia el ventanal dándole la espalda a Draco en señal de estar meditando un poco aquella situación.
-Yo nunca usaría una maldición para herirla. Y lo de hoy fue porque me obligo hacerlo. –alego apegándose a su mentira susurrándola entre dientes, como si temiera decirla en voz alta. Como si aquello fuera un pecado imperdonable que temía confesar.
-¿Esa es tu defensa? – Lucios se giró para ver a su hijo con una ceja alzada dándole a entender que esa no era suficiente excusa para defenderse de sus acciones.
-Ella me restregó a la cara que tenía un amante. ¿Qué querías que hiciera? ¿Que la felicitara? Ha herido mi orgullo. –Draco no podía reprimir aquel extraño dolor que se apoderaba de su pecho cada vez que recordaba aquellas palabras de Hermione confirmándole su amorío fuera del matrimonio. La odiaba. Como podía ella volverlo loco con tan solo abrir la boca y destruir la confianza que él le tenía. Porque a pesar de todo el confiaba que ella nunca se acostaría con otro. Pero Hermione para el no tenía principios desde que se acostó con el aquella noche. Sin embargo él había confiado en ella. ¿Y para qué? Para ser traicionado. Si la odiaba.
Lucios miro la ira creciente en su hijo y con una gota de maldad quiso comprobar algo que él veía desde hacía ya muchos años atrás y que Draco no lograba ver.
-Hermione es una mujer hermosa y joven Draco, y con una larga fila de pretendientes detrás de ella. No me extrañaría que buscara refugio en los brazos de otro hombre, que la comprenda y no mire a otra mujer cuando esta con ella. Tú le eres infiel... ella tiene el mismo derecho de pagarte con la misma moneda. No comprendo cuál es tu ira.- las palabras de Lucios fueron tranquilas pero llenas de doble intensión. Quería comprobar si le causaban daño a su hijo y la respuesta no tardó en llegar. Draco impulsado por la rabia se puso de pie y apoyo sus palmas en la mesa que tembló ante la ímpetu y fuerza ocasionando un leve sonido en sus patas.
-¿Me estás diciendo que apoyas la infidelidad de Hermione? – pregunto incrédulo tratando de controlar la voz. No quería que su madre o Hermione lo escucharan. -Draco tú no puedes juzgarla cuando te has encargado de humillarla públicamente. Para nadie de nuestro círculo social es un secreto que ustedes dos no están juntos. De hecho lo único que los mantiene unido es Abraxas. Y eso no está lejos de la realidad.
-¡Ella es mi esposa y siempre lo será no importa los chismes que nos rodean! –esta vez no pudo controlar la voz que se elevó unas octavas más.
-Tanto es tu odio o simplemente es la única forma de esconder tus verdaderos sentimientos. –Lucios dejo paralizado a Draco que lo miro fijamente asimilando sus palabras.
-Los únicos sentimientos que evoco hacia ella son de desprecio. –Draco se enderezo tomando su temple imperturbable.
-Eso no es lo que estas dejando claro. –Lucios volvió a tomar asiento en su mesa con el ceño fruncido ya las cosas para el estaban un poco más claras.
-Si no hay nada más que discutir me retiro. Ya estoy retrasado. –Draco le dio la espalda a su padre y se dirigió a la puerta. Cuando su mano toco el serojo la voz de su padre lo paralizo en acto.