12 de septiembre de 2021
Miré el edificio del instituto desde la acera, sintiendo una mezcla de nervios y emoción. El aire fresco de la mañana me revolvía el pelo mientras ajustaba mi mochila al hombro y terminaba el cigarro apuradamente por el nerviosismo.
"Solo es un nuevo lugar", me repetía para tranquilizarme, pero no lograba calmar el nudo que apretaba mi estómago, nunca se me habían dado bien las nuevas experiencias.
Entre por las grandes puertas de metal, notando enseguida el murmullo de los pasillos llenos de estudiantes. Las risas y el sonido de pasos acelerados me abrumaron de inmediato.
Mientras intentaba encontrar mi clase me detuve un momento, mirando a mi alrededor sin saber qué dirección tomar. En ese instante, una voz a su lado la sacó de sus pensamientos.
—¿Tú también estás perdida? — preguntó una chica alta, de cabello rizado y con una expresión de desconcierto similar a la mia.
Asentí aliviada, agradecida por no ser la única nueva a estas alturas.
—Sí... No tengo idea de dónde estoy —admití con una pequeña risa nerviosa.
—Yo tampoco —la chica suspiró y me extendió la mano—. Soy Julia, por cierto.
—Dalia —respondí, estrechándole la mano con una sonrisa tímida.
Antes de poder continuar hablando, otra voz se unió a la conversación.
—¡Oh, gracias a Dios, no soy la única! —exclamó una tercera chica, que se acercaba apresurada con una carpeta bajo el brazo. Era menuda, de cabello corto y ojos vivaces—. Me he perdido como tres veces antes de encontrar este pasillo.
Inmediatamente intercambié una mirada divertida con Julia
—Yo soy Iris —añadió la recién llegada—. Así que... ¿Alguna idea de dónde queda nuestra clase?
—Ni la más mínima idea, sólo sabemos que es la número 303 y que debería estar en este edificio — respondió Julia.
Mientras avanzavamos por los interminables pasillos, mi nerviosismo inicial comenzó a disminuir, era agradable no estar sola en esta primera mañana caótica, y Julia e Iris parecían estar en la misma sintonía.
Finalmente, encontramos el aula. Al entrar, notamos que ya había varios estudiantes sentados en sus pupitres, y el ambiente se sentía extrañamente silencioso. Escaneé el lugar rápidamente. Había algo raro en la atmósfera, como si todos estuvieran demasiado ocupados observando, pero sin decir una palabra; era lo que tenía empezar con el curso ya iniciado; la gente ya había tenido una semana para conocerse y hacer sus grupos.
Un grupo en particular, sentado cerca de la ventana, llamó mi atención; eran tres chicos que no habían dejado de mirarnos desde el momento en que pusimos un pie en el aula.
—¿Habéis notado a esos chicos? —susurró Iris en cuanto se sentaron.
—¿Cómo no? No paran de mirarnos —respondió Julia en un tono algo más bajo.
Eché otro vistazo rápido hacia ellos, los chicos no eran desagradables, pero no entendía el afán por observarnos como si fuesemos tres bichos raros. El resto de los alumnos murmuraban entre ellos y otros no apartaban los ojos de sus teléfonos. El ambiente era raro, como si se hubieran metido en un lugar que no les correspondía.
—Creo que nos ha tocado la clase más rara que había —susurré apretando los dedos alrededor del bolígrafo que tenía en la mano.
Antes de que alguna pudiera responder, el profesor entró en la sala, rompiendo la tensión con una voz fuerte y segura.
—¡Buenos días! —dijo, dejando su maletín sobre el escritorio—. Soy el profesor Ortega, vuestro tutor para este curso. Espero que tengáis muchas ganas de empezar el año.
Mientras el profesor comenzaba a pasar lista, las tres chicas trataron de relajarse, aunque las miradas constantes desde el otro lado de la sala seguían pesando sobre ellas.
Después de las interminables clases el recreo dio comienzo. Los rayos del sol daban una apariencia cálida a la terraza de la cafetería en la que nos habíamos sentado, creando un ambiente totalmente relajado.
—Bueno, chicas —empezó Julia, siempre la más directa—. Vamos a pasar bastante tiempo juntas y no sabemos mucho sobre nosotras.
Asentí sonriendo tímidamente, me costaba un poco abrirme, debido a experiencias pasadas, pero sentía que con estas dos podía ser ella misma.
—Suena bien —dijo Iris, inclinándose hacia adelante con una sonrisa curiosa—.
Julia se rió.
—Está bien. —Hizo una pausa, pensando por dónde comenzar—. A ver, soy de un pueblo a un par de horas de aqui, por lo que he tenido que mudarme para poder estudiar, no me gusta mucho, pero te acostumbras con el tiempo.
Iris se inclinó hacia atrás en su silla, cruzando los brazos sobre el pecho.
—Bueno, ahora voy yo —dijo, sonriendo—. Soy la pequeña de dos hermanos, a veces es un caos aguantarles, pero me encanta. Práctico ballet desde pequeña y aunque me encanta a veces es demasiado.
—¡Guau, qué guay! —exclamó Julia—. ¿Y haces presentaciones y cosas de esas?—
Iris se encogió de hombros, sonrojándose un poco.
—Alguna que otra, pero no soy muy fan de los escenarios.
Yo escuchaba atentamente asintiendo mientras las conocía mejor. Cuando las dos terminaron, Julia me miró.
—Tu turno, Dalia. Cuéntanos algo sobre ti.
Jugué con el mechero de mi mano como intentando organizar mis pensamientos antes de hablar.
—Bueno, nací aquí y yo también soy hija única, me gusta la lectura y la música, y práctico MMA desde hace algunos años—dije, esbozando una sonrisa.
Iris me miró con curiosidad.
— Vaya! Mejor nunca meternos contigo entonces— dijo ella riendo— ¿cómo empezaste eso?
Julia levantó una ceja, interesada.
— Bueno, mis padres siempre insistieron y después de una mala racha me decidí, es cómo una forma de soltar todos los problemas y pensamientos negativos, me ayuda a desconectar—
Iris me miró con admiración.
—Yo no podría hacer eso. Pero podrías enseñarme algún movimiento por si acaso— rió
—Tal vez algún día —respondí sintiendome en paz.
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Editado: 25.10.2024