21 de septiembre de 2021
Era un día soleado, me encontraba con Julia e Iris en nuestro lugar habitual durante el recreo, la cafetería.
Julia estaba hablando de una serie que había empezado a ver, cuando de repente una figura alta y familiar se acercó a nosotras.
Era Alex, uno de los chicos que siempre parecía estar cerca, pero sin haber hablado con ellas antes.
—Hola —dijo con una sonrisa amigable, deteniéndose frente a la mesa donde estabamos sentadas—. ¿Puedo sentarme?
Lo miramos, sorprendidas por la repentina iniciativa, pero no había nada inquietante en su actitud. Parecía más curioso que otra cosa.
Julia fue la primera en responder.
—Claro, siéntate —dijo, haciéndose a un lado para dejarle espacio.
Alex se sentó junto a ellas, apoyando los codos en las rodillas mientras las miraba con interés.
—Soy Alex. Hemos estado en la misma clase estos días, pero no habíamos tenido la oportunidad de hablar. ¿Empezasteis más tarde no?
Asentí con una sonrisa tímida.—Sí, nos acabamos de cambiar hace poco —
—Eso pensé —continuó él—. Nosotros ya llevábamos una semana de clase y tenemos nuestros grupos.
—Sí, se nota que sois un grupo bastante cerrado —comentó Iris, sin malicia pero con curiosidad.
Alex se rió ligeramente.
—No tanto, es más porque el resto no es que sean mucho de nuestro estilo, así que nos juntamos los tres y supongo que por eso parecemos tan unidos. Pero siempre es bueno conocer a gente nueva.
Julia, que siempre era la más directa, lo miró con una ceja levantada.
—Entonces, ¿por qué habéis estado mirándonos tanto? —preguntó, aunque en su tono había más diversión que desconfianza.
Alex pareció un poco sorprendido por la pregunta, pero luego se encogió de hombros, sin perder la sonrisa.
—Bueno, no era con mala intención. Solo estábamos curiosos por conoceros. No tenéis pinta de que os guste estudiar esto— Hizo una pausa algo nervioso— Es decir, el resto de chicas de la clase son son así como vosotras, se las ve más raras y desagradables.
Sentí cómo sus mejillas se sonrojaban ligeramente, pero mantuvo la compostura.
— Como nosotras ¿eh? —dijo Iris, riendo un poco—. Bueno, eso es un cumplido, supongo.
Alex sonrió, y el ambiente relajado continuó.
—Así que, ¿qué os parecen las clases hasta ahora? —preguntó él, cambiando de tema—. Espero que no os parezcamos demasiado raros.
—Para nada —respondió Dalia rápidamente—. Aunque el primer día fue un poco extraño, ya nos estamos acostumbrando. El sitio es... diferente.
—Sí, lo entiendo. Este lugar puede ser un poco... único al principio. Pero no os preocupéis, seguro que os adaptáis rápido. Y si necesitáis algo, podéis contar con nosotros —añadió con sinceridad—. De verdad.
—Gracias —dijo Julia, visiblemente más relajada tras la conversación—. Puede que te tomemos la palabra.
Alex se levantó entonces, mirando hacia el grupo de chicos que lo esperaba más allá, cerca de las canchas.
—Bueno, os dejo por ahora. Nos vemos luego en clase, ¿vale?
Las chicas asintieron, y Alex se despidió con una sonrisa antes de marcharse.
Cuando se alejó, Iris fue la primera en hablar.
—Pues... parece majo.
—Sí, y mucho menos raro de lo que pensábamos —añadió Julia, riendo suavemente.
Nos encontrábamos riendo y hablando entre nosotras esperando a que la profesora comenzase la clase cuando él entró por la puerta, todo el mundo parecía absorto a su presencia, en las dos semanas que llevaba de clase no lo había visto pero parecía que los demás ya lo conocían.
—Matheo, no puedes estar viniendo cuando te de la gana— dijo María, la profesora, mientras fruncía su ceño y rodaba sus ojos como si ya estuviese acostumbrada a sus comportamientos.
Él se paseó por la clase con una actitud despreocupada y se sentó con los chicos, acomodándose en su silla como si no acabara de llegar tarde, como si el tiempo se moviera a su ritmo y no al de los demás.
—Es Matheo— nos dijo Julia susurrando al ver como le habíamos mirado.
—¿Lo conoces?— Preguntó ahora Iris sorprendida.
—Es de mi pueblo, hemos ido al mismo colegio desde que éramos pequeños. Pero… —hizo una pausa, como si intentara elegir cuidadosamente sus palabras— ha cambiado mucho desde la última vez que lo vi.
Ellas siguieron hablando de él entre susurros mientras yo no podía dejar de pensar en su presencia, había algo en él que me daba curiosidad, tenía algo que me atraía terriblemente.
Me encontraba en casa viendo la tele cuando mi teléfono vibró y al ver que era Lucas, mi corazón dio un vuelco. Sin embargo, la conversación no fue como había esperado.
Hola, amor. ¿Cómo estás? —dije, tratando de sonreír a pesar de la sensación de desánimo que sentía, tenía la sensación de que hoy tampoco podría verlo.
—Hey, Dalia. Estoy bien, ¿y tú? —respondió Lucas, su voz sonando un poco distante.
—Bien, aunque… no puedo dejar de pensar en que no nos hemos visto en una semana—admití, tratando de mantener la conversación ligera.
—Lo sé, lo sé. Es solo que tengo mucho trabajo esta semana. La uni me tiene ocupado—dijo Lucas, un tono de disculpa en su voz.
Sentí una punzada de frustración, era como si sus esfuerzos por hacer que la relación funcionara estuvieran desvaneciéndose, y eso me molestaba más de lo que esperaba. Yo también tenía clases, que estudiar y que entrenar y siempre sacaba tiempo para poder estar con él.
—¿Pero es que no podemos hacer un esfuerzo? —pregunté, mi voz se comenzó a elevar ligeramente sin poder evitarlo—. ¿No puedes encontrar un hueco, aunque sea un rato?
—Lo intento, Dalia. No es fácil —replicó Lucas, su tono volviéndose defensivo—. Sabes que tengo cosas que hacer.
—Sí, pero parece que tus "responsabilidades" son más importantes que nosotros —dije, sintiendo que la frustración se transformaba en enojo—. Es como si solo te importara lo que tienes que hacer y no cómo me siento yo; yo también tengo cosas que hacer pero saco tiempo.
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Editado: 25.10.2024