Capítulo 1: "Nueva Vida"
El tiempo ha pasado, y cada día sigue doliendo. La carga es más ligera, pero el dolor persiste como una sombra constante. Me despierto a las 3:00 AM, sin más que hacer a esa hora, y una vez más revivo aquel día en mi mente. El eco de la bolsa plástica en la que sacaron a mi padre aún resuena en mis pensamientos.
Recuerdo cómo mi hermana, con el rostro desfigurado por el llanto, fue sedada, mi hermano está en estado de shock, incapaz de pronunciar palabra, y mi mamá... la veo al borde del colapso.
El oficial, con una frialdad que me resulta casi cruel, le pregunta a mi madre: "¿Sabe que pudo llevarlo a esta situación? ¿Tenía porte de armas? ¿Vio algún comportamiento inusual en su esposo?"
Mi mamá solo responde con un casi inaudible "No". Las palabras parecen escapar de su boca como susurros de desolación.
El oficial sigue, implacable, con preguntas rápidas e impersonales, desconectado del dolor de mi mamá, me hace hervir la sangre. En ese momento, decido tomar las riendas, empujando mi propio dolor a un lado.
—Oficial, sé que está cumpliendo con su deber, pero mi mamá no está en condiciones de contestar sus preguntas —le digo, tratando de mantener la calma mientras una rabia silenciosa crece dentro de mí.
El oficial me mira con cara de fastidio. Me entran ganas de golpearlo, de lastimarlo, de tomar su lapicero y enterrárselo en la mano, de causarle daño para que sienta al menos una fracción del dolor que sentimos.
—Si desea, puedo contestar sus preguntas. Yo no estaba en casa, pero puedo responder según lo que sé.
Me observa unos segundos, analizando la situación. Seguramente se pregunta qué información útil podría obtener de mi. Finalmente, lanza la pregunta que me destroza:
—Todo apunta a que su padre se ha decidido terminar con su vida ¿Sabe usted si tenía algún problema, padecía de depresión o consumía alucinógenos?
Sus palabras son como un puñetazo en el estómago.Hasta ese momento, creí que habíamos sido víctimas de un robo que salió mal. Le pregunto, con voz entrecortada:
—¿Cómo?
El oficial repite, notando mi incredulidad, su paciencia claramente agotada:
—Por los hallazgos encontrados, presumimos que su padre ha decidido terminar con su vida. ¿Sabe usted si tenía problemas, padecía depresión o consumía alucinógenos?
Si en ese momento hubiese sabido todo, le habría dicho: Tenemos problemas económicos, perdió todo lo que había creado durante 20 años en el ramo de la construcción, tomó malas decisiones para generar ingresos rápidos y también perdió sus ahorros. Además, parece que sufría de depresión, pero no nos dimos cuenta, y esa noche decidió emborracharse y jugar con la pistola que al parecer escondía, tomando como resultado este horrible ¿"accidente"?.
Sin embargo, lo único que salió de mi fue un simple "No".
El oficial, al ver que no sacaría nada de nosotros, simplemente me dedicó una sonrisa melancólica y me indicó que continuarían con las averiguaciones.
Desde entonces, organicé el funeral, la sucesión, hablé con los proveedores a quienes debíamos millones, creé acuerdos de pago. Reduje nuestros gastos por debajo de nuestros ingresos, todo con tal de no ser embargados.
Para ello, vendimos carros, la casa, joyas, todo aquello que pudiese ser de valor. Si algo nos enseñó todo esto, es que la tranquilidad puede costar una vida.
Tiempo después, nos dimos cuenta de que mi papá fue mal asesorado por Lorenzo Sorní, un empresario de la misma rama que básicamente lo ayudó a perderlo todo para comprar la empresa a precio de ganga, todo entorno a la relación que tenían era confusa sin embargo entenderla no lo devolvería.
Mi mamá asumió el control de esta familia, y empezamos una era matriarcal. Ella es, por mucho, la mejor nutricionista que pueda existir. Se enfoca en trastornos hormonales femeninos y, a través de la alimentación, ayuda a tratarlos. Además, tiene un ojo increíble para los negocios, aunque sé que guarda en su corazón el dolor de no haber estado al lado de mi papá, creando equipo para salir de esa situación que lo llevó a creer que no había más salida. Fundó "MATIZZES", una empresa que se encarga de la comercialización de productos adaptógenos.
Mi hermana, abogada, trabajó bajo las órdenes de mi mamá buscando todo vacío legal que nos ayudara a enfrentar la situación. La reina de la impuntualidad sufrió un cambio de 180 grados. No dejó de ser impuntual, pero se culpaba por no reconocer las señales que papá pudo haber dado. Esas preguntas casuales sobre los contratos, las decisiones, que ella sentía contestaba de manera ligera. Sé que siente que pudo haber visto más allá y ser un apoyo para resolverlo. Así que ahora cada caso lo estudia con detenimiento, aunque sea una simple consulta.
Mi hermano pasó una época muy difícil. Abrió la puerta justo en el momento en que esa mala manipulación activó el arma. Vio la escena en vivo. Sé que mi papá no lo esperaba en casa, ya que siempre salía de fiesta, así que fue una fatal coincidencia. Desde ese día, mi hermano cambió. Se culpó una y mil veces por no estar presente, por no meter las manos en la tierra para ayudar a papá. Luego de un año de terapia, creemos que liberó esa carga, pero aun así no va a fiestas, no se permite descansar del trabajo y lleva una vida de orden y control. Es el mejor trabajador de nuestra empresa.
Por mi parte, trabajar en la ONG y estar rodeada de empresarios fue una bendición. Me ayudaron a solucionar todo y cada uno de los compromisos adquiridos por mi padre en vida. No fue nada fácil, vivir por debajo de nuestros ingresos, liquidar la empresa, vender todo aquello que no fuese realmente necesario, aprovechar nuestros recursos disponibles para generar ingresos.