Fabio se alejó del stand de MATIZZES con Noa a su lado. Sus padres, Cristina y Josué, se quedaron atrás, estudiando otros nuevos empresarios, respetando el espacio necesario entre ellos. Vicente, en cambio, parecía haber perdido todo interés en Noa y decidió regresar al área de belleza para explorar más el rubro. A Fabio le sorprendía el giro de los acontecimientos; normalmente, su hermano no dejaba escapar una oportunidad como esa.
Mientras caminaban, Fabio no pudo contener su irritación. —¿Qué fue ese espectáculo, Noa? —preguntó, manteniendo un tono lo más neutral posible, aunque con un toque de sarcasmo.
Noa, con su acostumbrada actitud desenfadada, sonrió y se encogió de hombros. —Es hora de que nuestra relación avance, Fabio. Solo vine a apoyar. Además, escuché que los 'ángeles inversores' habían visto un nuevo negocio y quise venir a conocerlo.
Fabio paró en seco, mirando a Noa con incredulidad. —Oh, claro, porque lo que toda feria de negocios necesita es un drama digno de telenovela. ¿De verdad crees que esta es la manera de apoyar? Tu actitud fue totalmente fuera de lugar.
Noa lo miró con una expresión que mezclaba desafío y confusión. —No entiendo por qué estás tan molesto. Pensé que...
—No, Noa —la interrumpió Fabio, su tono ahora firme y sin espacio para discusiones—. Nuestra relación, si es que alguna vez hubo una, termina aquí y ahora. Esto no tiene cabida en mi vida ni en mis negocios.
Noa quedó momentáneamente desconcertada, pero rápidamente recuperó su compostura. —Fabio, no seas ridículo...
—No soy yo quien está siendo ridículo, Noa —replicó Fabio, cortante y con un toque de sarcasmo—. Esto es profesional y así se mantendrá. Nada más.
Sin más palabras, Fabio se dio la vuelta y se alejó, dejando a Noa con la boca abierta y la mirada de alguien que no estaba acostumbrado a ser desafiado.
Más tarde, Noa se apartó en un rincón discreto y sacó su teléfono. Marcó un número conocido y esperó. Del otro lado de la línea, una voz profunda y oscura contestó.
—Papá, los Urriaga estaban en el stand de MATIZZES, como me habías dicho —informó, su tono mezclando frustración y determinación.
La voz al otro lado respondió con un tono de satisfacción. —Bien hecho, Noa. El Imperio Burgos fue derrotado por los Sorní y no se levantarán de nuevo. Solo necesitamos fracturar la relación con los Urriaga y conquistar nuevas riquezas.
Noa sonrió, saboreando la aprobación de su padre, disfrutaba agradarle, este la desprecia por ser mujer asi que cada pequeña victoria es una maravilla. —Sí, papá. Haré lo que sea necesario.
Al colgar, Noa guardó su teléfono y dio un paso atrás, chocando inesperadamente con algo sólido. Al girarse, se encontró cara a cara con un hombre que le robó el aliento. Era alto, con brazos musculosos que claramente no habían sido esculpidos en un gimnasio, sino a través de trabajo duro. Tenía una mirada dura y un aspecto varonil que hizo que Noa sintiera toda su feminidad en un solo instante.
El hombre estaba asesorando a otra empresa en el diseño y distribución de sus stands. Al notar la mirada de Noa, le dedicó una media sonrisa, que solo acentuó su atractivo rudo. —¿Todo bien, señorita? —preguntó, con una voz tan profunda que parecía vibrar en el aire.
Noa, intentando recuperar su compostura, asintió lentamente. —Sí, sí... todo bien —respondió, su voz un poco más débil de lo que hubiera deseado.
Mientras el hombre se alejaba, Noa no pudo evitar seguirlo con la mirada. Quizás el día no había sido tan malo después de todo.
Fabio, mientras tanto, volvió con su familia, decidido a mantener su enfoque en MATIZZES y no dejar que las distracciones lo alejaran de sus objetivos. Sin embargo, la situación anterior resonaba en su mente, un eco inquietante que prometía complicaciones futuras.