Gladiolus - Todo Cambió

Inesperado

Isabella llegó a la sede de los Urriaga con la puntualidad que la caracterizaba. El edificio, una estructura moderna de vidrio y acero, irradiaba sofisticación desde su fachada minimalista. Al entrar, fue recibida por un espacio amplio y luminoso, donde el blanco predominaba en las paredes, contrastando con detalles en negro mate y toques de madera clara que añadían calidez. Las líneas limpias y el diseño funcional del lugar le daban un aire contemporáneo y acogedor, lejos de la frialdad que se esperaría de una empresa de este calibre.

Isabella avanzó por el pasillo, observando las obras de arte abstracto que decoraban las paredes, antes de llegar a la sala de reuniones. Una mesa de cristal ocupaba el centro del espacio, rodeada de sillas ergonómicas negras. Grandes ventanales ofrecían una vista panorámica de la ciudad, creando un ambiente propicio para las negociaciones.

Fabio ya la esperaba, sentado con una expresión que oscilaba entre la seriedad profesional y una leve sonrisa que reservaba solo para ella.

Isabella, qué gusto verte. —Fabio se levantó para saludarla, su tono cálido y formal, pero con un brillo en los ojos que no pasó desapercibido para ella.

Fabio, lo mismo digo. —Isabella respondió con una sonrisa, tomando asiento frente a él.

Fabio procedió a presentar la propuesta de inversión, detallando los beneficios y el respaldo que su empresa podía ofrecer a MATIZZES. Isabella lo escuchaba con atención, tomando notas y evaluando cada aspecto con la precisión que le caracterizaba.

La reunión transcurría con normalidad hasta que la puerta se abrió de golpe. Un hombre de estatura media, cabello canoso y una actitud que llenaba la habitación de una incomodidad palpable, entró sin previo aviso. Era el señor Sorní, una figura que Isabella recordaba con desagrado desde los tiempos en que su padre estaba al frente de los negocios familiares.

Espero no interrumpir —dijo Sorní, aunque su tono indicaba lo contrario. Sin esperar una invitación, tomó asiento junto a ellos.

Isabella mantuvo la compostura, pero su mirada se endureció al ver al hombre que, años atrás, había intentado y logrado desequilibrar a su padre con tretas y juegos sucios. Sorní no era solo un viejo rival; era un enemigo declarado de la familia Burgos.

Señor Sorní, no lo esperábamos. —Fabio trató de ocultar su sorpresa, pero había una tensión en su voz que Isabella notó de inmediato.

Lo sé, Fabio, pero cuando uno tiene una oferta tan irresistible, ¿por qué esperar? —Sorní sonrió con una suficiencia que hizo que Isabella sintiera el impulso de levantarse y marcharse, pero en lugar de eso, se enderezó en su silla, preparada para lo que venía.

Sorní empezó a desplegar su propuesta, una oferta comercial que, aunque en apariencia era atractiva, llevaba consigo un veneno sutil, disfrazado de generosidad. Isabella escuchó en silencio, cada palabra avivando recuerdos amargos de los intentos de Sorní por arruinar a su familia. Su tono era condescendiente, como si ya diera por hecho que ella aceptaría.

Cuando Sorní terminó de hablar, la habitación quedó en un silencio expectante. Isabella lo miró directamente a los ojos, su voz firme pero educada.

Agradezco su oferta, señor Sorní, pero debo declinar. Mi empresa y mi familia han trabajado arduamente para llegar a donde estamos, y no tenemos interés en asociarnos con alguien que, en el pasado,actuó con cualquier cosa menos Misericordia. Le pido, con todo respeto, que se mantenga alejado de MATIZZES y de cualquier asunto relacionado con los Burgos.

Sorní la miró con una mezcla de sorpresa y molestia. No estaba acostumbrado a que lo rechazaran, y mucho menos con tanta claridad.

—Tienes agallas, Isabella, pero ten cuidado. A veces, el camino más difícil es el que elegimos por ignorancia. Fabio, un consejo de amigo: mantén tu distancia de los Burgos. No quiero verte arrastrado en sus problemas.

Fabio frunció el ceño, sorprendido por la actitud de Sorní. Siempre había creído conocerlo bien, pero esa amenaza velada encendió todas sus alarmas.

Señor Sorní, agradezco su consejo, pero mis decisiones las tomo yo. Y le pido que no vuelva a irrumpir en mi empresa de esta manera, y menos maltratando a mi personal. Aquí valoramos el respeto.

Sorní lo miró con desdén, su boca curvándose en una sonrisa sardónica.

A veces, Fabio, se aprende a las malas. Espero que elijas sabiamente. —Con esas palabras, se levantó y salió de la sala, dejando tras de sí una atmósfera cargada de tensión.

Cuando la puerta se cerró, Isabella exhaló un suspiro que no sabía que estaba conteniendo. Fabio, aún procesando lo que acababa de suceder, se volvió hacia ella.

¿Estás bien? —preguntó, su tono más suave.

Lo estaré. —Isabella asintió, tratando de sacudirse la incomodidad de la confrontación. —Gracias por defenderme.

Fabio la miró con seriedad, pero había un toque de calidez en sus ojos.

No tienes que agradecerme. Somos socios, y no permitiré que nadie te intimide, ni a ti ni a tu empresa.

Isabella sonrió, sintiendo un extraño alivio al escuchar esas palabras.

Fabio, creo que se avecina turbulencia —dijo, intentando aligerar el ambiente con un toque de humor, pero sabiendo que sus palabras tenían un trasfondo muy real.

Fabio asintió, su expresión volviéndose pensativa.

¿Conoces un buen abogado? —preguntó, medio en broma, medio en serio.

Isabella soltó una pequeña risa, a pesar de la situación.

Conozco al mejor. Y creo que lo vamos a necesitar.
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Hola.! Si has leido hasta aquí por favor dejame tu comentario, ¿que te ha parecido? Es la primera vez que escribo y ha sido desafianto, cuantos escenarios, cuantas cosas por pasar. Mi mente juega y juega.
Gracias!




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