Los días siguientes a la notificación de Aduanas fueron un verdadero desafío. Aunque contaban con una reserva suficiente de producto para mantener a sus clientes abastecidos durante más de dos semana, el plazo de resolución impuesto por las autoridades los mantenía al borde de una crisis de tiempo. Una semana de retraso podía ser catastrófica e Isabella lo sabía mejor que nadie.
Cada mañana, el teléfono de Isabella comenzaba a sonar apenas el sol asomaba en el horizonte. Las llamadas de sus clientes, preocupados y ansiosos, eran incesantes. Y cada día, ella respondía con la misma calma meticulosa: "Todo está bien. Estamos trabajando en ello. Su siguiente pedido será entregado sin demora."
Fabio, como ya se había vuelto costumbre, llegaba temprano a la oficina de MATIZZES para ayudar en lo que fuera necesario. Supervisaba la línea de distribución y manejaba al personal con una serenidad que contrastaba con la tormenta interna que sabía que Isabella estaba enfrentando. Nadie entendía cómo, de la noche a la mañana, toda la ciudad se había enterado de la situación en Aduanas, lo que solo añadía más presión al ya tenso ambiente.
Dos días antes de que se cumpliera el plazo, ocurrió lo inesperado. Isabella, quien llevaba días sin descansar lo suficiente ni comer adecuadamente, se desmayó en los brazos de Fabio mientras revisaban los últimos informes en su oficina. Fabio, con una rapidez que no permitía lugar para el pánico, la llevó a la clínica más cercana.
Los médicos le informaron que Isabella había sufrido una descompensación. Nada grave, pero necesitaba reposo y una mejor alimentación. Le administraron suero con vitaminas y minerales por vía intravenosa y decidieron dejarla en observación durante 24 horas.
Poco después, Alessandra y Vicente llegaron a la clínica. Al ver la preocupación en el rostro de Fabio, Alessandra rápidamente decidió que no le contarían a su madre, Bárbara, lo que había sucedido. Su madre estaba en otro estado, junto a Briccio, tratando de cerrar un trato comercial crucial para MATIZZES. La última cosa que necesitaban era añadir más preocupaciones a una situación ya tensa, especialmente con los rumores que estaban llegando hasta allí.
___Fabio ___dijo Alessandra, mirándolo con una mezcla de preocupación y determinación,
___necesito que cuides a Isabella. Recibí una llamada de un informante que promete ayudarnos. Esa es nuestra última carta, y tengo que jugarla____
Vicente quien no podía negar la admiración que sentía por la inteligencia mordaz y su habilidad para resolver problemas de Alessandra dedició acompañarla___. No voy a dejar que vayas sola, es demasiado arriesgado.__
Fabio asintió, entendiendo la gravedad de la situación. Observó cómo Alessandra y Vicente se iban juntos, notando un aire nuevo de confianza y complicidad entre ellos. Luego, volvió a la habitación donde Isabella comenzaba a despertar. Aunque él también estaba preocupado, sabía que perder la inversión sería un golpe duro para los Urriaga, aunque no mortal. Pero para MATIZZES, y para Isabella en particular, el impacto sería devastador.
Sacudió esos pensamientos de su mente. Ahora, lo único que importaba era Isabella. Se acercó a ella, sonriendo con calidez mientras ella parpadeaba, tratando de ubicarse.
"¿Cómo te sientes?" preguntó Fabio, con un tono suave y tranquilizador.
"Mejor... creo," murmuró Isabella, aunque su expresión mostraba que su mente seguía trabajando a mil por hora, pensando en los clientes, los plazos y las posibles consecuencias.
Fabio, notando que Isabella estaba sobrepensando la situación, decidió hacer algo impulsivo pero necesario. Se inclinó suavemente y, sin previo aviso, la besó. Fue un beso cargado de cariño, respeto, admiración y un anhelo profundo. Fue una forma de compartirle la calma y serenidad que ambos necesitaban en ese momento.
Isabella se quedó inmóvil, sorprendida al principio, pero pronto se dejó llevar por la tranquilidad que el beso le transmitía. Cuando finalmente se separaron, Fabio la miró a los ojos y le dijo con una voz firme pero llena de ternura: "Confía en mí. Todo va a estar bien."
Isabella le devolvió una tímida sonrisa, sus ojos reflejando una mezcla de agradecimiento y un sentimiento que ella aún no se atrevía a identificar del todo. Asintió lentamente, y al cabo de una hora, se quedó dormida nuevamente, con la sensación de que, quizás, las cosas sí podrían mejorar.
Fabio se quedó a su lado, observándola dormir con una expresión de protección y afecto. Sabía que el día siguiente traería nuevos desafíos, pero por ahora, solo podía esperar. Cerró los ojos, intentando descansar, con el pensamiento de que lo que estaban construyendo juntos era más fuerte que cualquier adversidad que el destino pudiera lanzarles. Mañana sería un nuevo día.