Cuando Sorní se enteró de lo que había sucedido, su mente no podía procesarlo. ¿Cómo era posible que se hubieran salvado? No había manera, a menos que alguien hubiera hablado. Con el ceño fruncido y las manos apretadas en puños, tomó su teléfono y marcó el número de Pedro. Este último, quien había estado esperando la llamada, puso su mejor tono, fingiendo preocupación.
Con voz fría y cortante habló —Pedro,explícame cómo demonios pudieron salir de esta. No había manera.—
Pedro Con una calma forzada contesto —Señor Sorní, Matizzes entregó toda la documentación requerida… Y no solo eso, presentaron evidencia suficiente para abrir un expediente de investigación contra el departamento de aduanas. La oficina está intervenida ahora.—
Dentro de su corazón, Pedro sentía un oscuro placer. Había cumplido órdenes atroces bajo el mandato de Sorní, pero ahora, ver cómo su jefe tambaleaba, le daba una retorcida sensación de justicia.
—Si yo caigo, tú vienes conmigo. No lo olvides, Pedro.—
Con un tono fingido de preocupación, pero disfrutando en su interior pedro mantenía la conversación—No soy tu enemigo, Sorní. Estamos juntos en esto. Créeme, tampoco quiero que mi vida termine en prisión… o peor.—Pedro conocía bien de lo que Sorní era capaz, y sus palabras, aunque dichas con cautela, estaban cargadas de significado.
Sorní, al escuchar esto, sintió un leve consuelo. Pedro no lo traicionaría, al menos no todavía. Pero no podía ignorar lo evidente.
—Alguien nos ha delatado. Encuentra al pajarito—
—No puedo ocuparme de la investigación aquí en aduanas y buscar al traidor al mismo tiempo. Debo cubrir nuestras huellas primero. Creí que tus hombres estaban vigilando a Alessandra. Ese trabajo era tu responsabilidad desde que vimos que esa abogada era tan mordaz e intrépida. ¿Qué pasó?—
La furia de Sorní estalló al escuchar la verdad en las palabras de Pedro. Sabía que tenía razón, pero no podía soportar que alguien más se lo recordara. Colgó el teléfono abruptamente, su ira ardiendo en su interior. Había subestimado a Alessandra, creyendo que no lograría nada, pero ahora estaba seguro de que el encuentro con ese indigente tenía algo que ver. ¿Quién era ese indigente?
Un ligero toque en la puerta lo sacó de sus pensamientos. Permitió el acceso y vio entrar a Noa. Aunque era su hija, la presencia de Noa siempre le provocaba un sentimiento de fastidio. Ella no era el hijo varón que él quería, no era lo suficientemente buena para él, y verla le recordaba ese fracaso.
—Padre.— Los años le habían enseñado a Noa que su padre no era un hombre afectuoso. No esperaba calidez de él.
—¿Qué quieres, Noa?—
—Quiero entender la situación. Sé que Matizzes recibirá su mercancía mañana. ¿Qué tan mala es la situación?—
La pregunta de Noa fue como un aguijón en el orgullo de Sorní. En un arranque de ira, lanzó el vaso de whisky que sostenía. El cristal voló por el aire, rozando a Noa, pero ella ni siquiera se inmutó.
—¡Nada puedo hacer en este momento! ¡Estamos en una maldita encrucijada!—
Noa permaneció impasible. Había aprendido a no mostrar miedo ante su padre, a pesar de que él nunca había sido más que una figura distante y cruel para ella. Pero ahora, mientras lo veía destrozado por la rabia, recordó el momento en que entendió que su padre no la quería por ser mujer.
Flashback— Tenía ocho años, y el sol de la tarde iluminaba el patio de la casa de los Sorní. Noa estaba emocionada, su padre había prometido enseñarle a montar a caballo ese día. Pero cuando llegó al establo, vio a su primo, un niño un poco mayor, ya montado en el caballo que su padre había preparado. Sorní estaba ahí, riendo y aplaudiendo mientras su primo trotaban. Cuando Noa se acercó, Sorní la miró con una mezcla de desprecio y condescendencia.
—"Las niñas no montan caballos grandes, Noa. Este es para tu primo. Tú puedes usar el poni.—
Esa humillación había quedado grabada en su corazón como una cicatriz. Había aprendido entonces que, para su padre, ella siempre sería menos, siempre sería un error. Ese día, Noa comprendió que no importaba lo que hiciera, nunca sería lo suficientemente buena para él.
Fin del flashback—
De vuelta en la oficina, Noa mantuvo la compostura, aunque la vieja herida se revolvía dentro de ella. Aun así, no estaba dispuesta a mostrar debilidad.
Con una sonrisa torcida su padre le dijo —Dime, Noa… ¿Qué estarías dispuesta a hacer por mí?—
La pregunta cayó como un trueno en la habitación. Noa, sorprendida y sintiendo una mezcla de celos y desdén, se tomó un momento antes de responder.
—Lo que sea.— Sabía que era mentira. Nunca permitiría que su padre la usara para salir impune de sus crímenes. No estaba dispuesta a caer con él en sus injusticias.
Sorní la miró con sospecha, intentando discernir si Noa realmente hablaba en serio. Pero Noa mantuvo su expresión serena, sin dejar entrever sus verdaderas intenciones. Sabía que estaba jugando un juego peligroso, pero no le quedaba otra opción. Había jurado no caer en las trampas de su padre, aunque eso significara enfrentarse a él.
La tensión en la habitación era densa, casi palpable, cuando Noa se levantó para irse. Sabía que su padre estaba en una encrucijada, pero también sabía que ella tenía que protegerse. Había aprendido que en el mundo de su padre, confiar era un lujo que no podía permitirse.
—Si me necesitas, estaré en mi oficina.—
Sorní la observó mientras salía, sabía que Noa no era alguien en quien pudiera confiar completamente, pero tambien esperaba que esa niña estuviese dispuesta servir finalmente para algo.