Amunet llegó a la ciudad con su coche, llevando a las cuatro hermanas.
—Ya están aquí—Dijo Ilonka con un auricular enchufado a su audífono. Bajo las escaleras y junto con su dama de compañía abrieron las puertas para que pudieran salir. —¡Hola! ¿Me habéis echado de menos?
—Solo han sido pocos días, ¿crees que eres el centro de atención? Es broma, te he echado muchísimo de menos—Dijo Lyra.
—Y yo—Se abrazaron. —Por cierto, chicas, esta es Riza, mi dama de compañía y protectora personal—Riza tenía un pañuelo en la muñeca izquierda de colores violeta y rosa.
—No creí que tuvieras que tener guardaespaldas.
—No he sido yo, mi hermano se ha empeñado en que me acompañe porque nuestra familia se ha creado muchos enemigos.
—¿Estás bien Ilonka? ¿Te cuidan bien aquí?
—Si señora Amunet, muy bien la verdad.
—¿Ahora podemos ir? Porfa, porfa—Dijo Edith.
—¿Ir a dónde?
—He descubierto que aquí hay enterrado un tesoro escondido—Dijo Edith enseñando un libro.
—Osea que habéis venido por mí, habéis venido por el tesoro.
—No, no, hemos venido por las dos cosas en verdad—Dijo Melody. —¿Quieres venir con nosotras?
—Será como en los viejos tiempos, como los momentos en que hicimos de detectives como la vez en que las estatuas se movieron, o cuando queramos saber dónde estaba el reloj dorado, o cuando queríamos desenmascarar a la dama de la noche, que por cierto no ha vuelto a aparecer desde esa noche…
—Ya lo he pillado Edith, son muchas ocasiones, de acuerdo, voy con vosotras—Riza le cogió del brazo. —Em... Riza también viene, si no os importa.
—Una amiga más, hola, soy Yuko—Se presentó.
—Riza—Se dieron la mano.
—¡Vamos que el tesoro no espera!—Dijo Edith emocionada.
—Impaciente—Dijo Ilonka sonriendo. Amunet las veía marchar muy contentas, pero ella no lo estaba tanto.
—“No estoy segura de dejarla aquí”—Pensó.
Las seis se fueron en busca del tesoro, siguiendo el mapa que el libro traía dentro. Pasaron por varias calles con bastante basura por los suelos.
—Ayer fue el último día de la fiesta de las carrozas, es un festival que se celebra en memoria a la fiesta y la diversión—Explicó Riza.
—¿A que es una idea magnifica? Nosotras fuimos dos días seguidos, cantan, hacen espectáculos, y decoran cada calle con una temática diferente—Dijo Ilonka.
—¿Ya es de fiar esa amiga tuya?—Susurró Yuko.
—No te preocupes, está de nuestro lado.
—¡Es por aquí!—Dijo Edith con el libro cerrado. —Vamos, el tesoro no espera.
—Tú no esperas que es diferente, el tesoro no se va a ir por patas—Dijo Lyra.
—Muy graciosa Lyra, aquí dice que el tesoro que ocultan las cuevas de Yaina son el más preciado de los tesoros.
—¿Por qué se llaman las cuevas de Yaina?—Preguntó Ilonka.
—Yaina fue una niña muy solitaria cuando vivía aquí, toda esta ciudad todavía se estaba formando, habían más prados y menos edificios, y ella era una niña muy enferma y eso le hizo ver la vida con otros ojos. De todas formas muchos dicen que se trata de una leyenda o un mito, y otros sin embargo creen que fue real—Dijo Riza.
—¿Y tú qué piensas?—Preguntó Melody.
—Que fue un mito, no creo en nada que no sea lógico o racional.
—Pues chica, te has equivocado de princesa—Dijo Lyra.
—No soy una princesa.
—Está bien, no te enfades, solo digo que si te tiene que seguir a todas partes para protegerte digo yo que tendrás un título de nobleza.
—Lyra ¿y eso que tiene que ver?
—Me he ido por las ramas, Riza, Ilonka y nosotras cuatro si creemos en la magia, es más, en todo el verano no nos han parado de molestar criaturas mágicas y objetos encantados.
—Os acordáis del día en que una estatua de cristal se coló en nuestra casa y robo el trofeo de Yuko? Al final resultaron ser muy majos, menos Oscar, nunca le caímos bien—Dijo Melody.
—Como olvidarlo ¿y qué me decís de el día de la niebla? Casi nos pillan pero todo salió bastante bien, y todos los habitantes de Ópalo quedaron sin sus recuerdos anteriores, para que no nos pregunten nada de esa noche, eso es secreto confidencial—Dijo Lyra.
—Fue impresionante, y esa vez que abrimos una caja y salió un Dúffun y casi todo el pueblo se convirtió en una flor, como se llamaba, Nomeolvides.
—Eso fuiste tú quien abrió la caja.
—Está bien, creo que ya lo ha pillado—Dijo Ilonka.
—Además puede leer la mente.
—¿Qué?
—No Lyra, ya no puedo—Dijo cruzando sus brazos.
—¿Podías?
—Fue un accidente, uno que si cierta persona no se hubiera lanzado al rio, eso jamás hubiera pasado.