Ya era por la tarde y pasaron un día todas juntas, incluyendo a la señora Amunet.
—En realidad ya sé que no hay mucho que hacer en este pueblo, pero nos lo hemos pasado bien ¿no?
—Y que lo digas— Dijo Melody tirándose al suelo, Ilonka también se tiró puesto que las dos estaban muy cansadas.
—Vamos, ¿qué os pasa? ¿No me digáis que ya estáis cansadas? Pero si todavía no ha terminado.
—Ah, ¿que todavía hay más?— Preguntó Yuko, se estaba apoyando en sus piernas
—Vamos, yo estoy contigo, yo no estoy cansada— Dijo Edith todavía con energía.
—Así me gusta, fuerte, como tiene que ser.
—Edith, ¿qué has comido? Has comido chocolate ¿verdad? Por eso estas así— Dijo Lyra quien se había sentado al lado de Melody.
—No seáis gallinas.
—¿Gallinas? Las gallinas van más rápido, yo prefiero ser un caracol— Dijo Ilonka todavía tumbada en el suelo. Mientras protestaban contra Lyra quien parecía estar más enérgica, la señora Amunet recibió una llamada telefónica.
—¿Si diga? Soy yo, ¿Qué pasa? De acuerdo— Cerró la llamada. —Chicas, ha surgido un imprevisto y no podre seguir con nuestro día familiar, os prometo que otro día estaremos todas juntas.
—No te preocupes, no pasa nada— Dijo Lyra.
—Estamos bien, ve sin problemas— Dijo Yuko.
—¿De verdad? Bueno pues, esta noche os preparare algo rico para compensaros— Empezaba a irse.
—Pero yo quería…—Edith fue interrumpida y con la voz dulce y floja que tenía en ese momento, solo la escuchó Melody.
—Tú no querías, no querías nada, Ssssh.
— Volved a casa y no salgáis esta noche— Gritaba mientras se alejaba.
—Vamos, hay que recuperar mi trofeo— Dijo poniéndose de pie.
—¿Ahora? Que pereza…
—Mi trofeo, Ilonka, no puede esperar más— Yuko la cogió del brazo y la llevó arrastras.
—Le han venido las fuerzas de repente— Comentó Melody.
—¿Alguna tiene idea de cómo lo haremos?— Preguntó Lyra.
—¿Dialogando?— Preguntó Edith.
—Prueba, no tenemos nada que perder— Dijo Ilonka.
—¿Y un plan B? por si acaso se pone chunga la cosa— Dijo Lyra.
—¿Plan B? coger el trofeo, correr y avisar a todos de lo que está pasando, será de noche así que…
—Buen plan, y otra cosa, ¿vamos a tener que esperar aquí hasta que se ponga el sol?—Preguntó Melody. Todas aceptaron.
Llegó la noche, las estatuas empezaron a moverse cuando ya no les quedaba ni un poco de luz en su cuerpo.
—Eh chicas, ya se mueven— Susurró Edith, quien era la primera que las vio.
—Se van a enterar— Se levantó.
—Eh, Yuko, ¿qué vas a hacer? Vuelve— Susurró Ilonka.
—Hermanos y hermanas, ha llegado la hora—Volvió a decir la misma estatua de barba blanca.
—Todavía no ha llegado la hora, tengo muchas cosas que contaros y la primera ¿¡donde está mi trofeo!?
—¡Una humana! Nunca nos había visto un humano por la noche.
—¿Qué haces aquí jovencita?— Dijo el anciano.
—Quiero recuperar mi trofeo de cristal, ese que tenéis ahí— Lo señaló. Era un trofeo con un corazón de cristal en la cima de un cilindro.
—Señor hay más como ella—Le dijo otra estatua al ver que las demás se acercaban a Yuko.
—Solo queremos hablar—Dijo Edith.
—¿Hablar de qué? No hay nada de qué hablar, hoy vamos a vengarnos por lo que nos habéis hecho.
—¿Y qué es lo que os hemos hecho exactamente?—Pregunto Melody.
—Algunos nos miráis con mala cara.
—Nos rompéis como si nada, no vigiláis.
—¡Y por si fuera poco ni os molestáis en montarnos ni os disculpáis!— Las estatuas empezaron a decir sus razones.
—Está bien, tranquilos, pues si que son descuidados— Respondió Melody.
—¿Hay alguna manera de arreglarlo sin que tengáis que salir del jardín?— Preguntó Edith.
—¿Nos queréis ocultar? Saldremos a la luz y verán de lo que somos capaces.
—¡Esperad!— Edith hizo callar a todos, muy pocas veces lo hacía. Solo si era necesario. —Entiendo vuestro sufrimiento, pasan de vosotros como si fuerais invisibles y si os hacen caso es solo para dañaros con actos o palabras ofensivas.
—¿Qué le pasa a esa?— Preguntó una de las estatuas.
—Pero os tengo que decir, que no estáis solos, yo también sé que es, que te traten mal y que te rompan en pedazos y que luego no te quieran ni pedir perdón. Pero la venganza nunca es la solución.
—Eso es muy bonito, pero no me lo creo. Es una humana
—Ella también tiene sentimientos—Dijo Ilonka. —Como vosotros.
—¿Niñas? ¿Que hacéis aquí?— La señora Amunet entro en el jardín sorprendida.
—¿Que gritos son esos?— Preguntó el policía Carlos, era el jefe del escuadrón.
—¡Era una trampa! ¡Nos ha despistado para que no nos pudiéramos vengar!—Dijo la misma estatua de antes, era un señor de unos 40 años y llevaba una gorra incrustada.
—No, no es verdad— Dijo Lyra.
—Donde está…Yuko—La había encontrado, Yuko estaba yendo en silencio hasta donde se encontraba su trofeo. —Como no… ven aquí— Susurró Melody.
—¿Que está pasando aquí? Os dije que no salierais.
—No lo entendéis, el problema eran ellos. Bueno… en realidad es nuestra culpa.
—Por supuesto que lo es— Dijo Carlos.
—No la estáis entendiendo bien, se refiere a todos los habitantes del pueblo— Dijo Ilonka.
—Señor, yo estoy dispuesto a dialogar con usted si no hace más daño a mi gente— El de la barba hablo.
—¿Qué? ¿Ya está? ¿Nos vamos a rendir tan fácilmente?
—Oscar, la sabiduría no está en la violencia, está en el saber que es más correcto para todos.
—Pues yo no lo veo así—Dijo furioso, paso entre las cinco y corrió hacia el sur
—¡Oscar!
—Yo voy a hacer que entre en razón— Dijo Edith antes de irse tras él.
—Hoy no la reconozco, ¿es la misma Edith de siempre? Lo digo porque la otra no se hubiese atrevido a seguirlo— Comentó Melody.