Todos los presentes en la fiesta salieron en busca de Ilonka, lo que no sabían es que ella ya estaba dentro del bosque, sentada encima de una roca empezó a llorar.
—¡No! Nunca me llamaras por ese nombre Ilonka ¿¡queda claro?!—Recordó.
—¿Por qué? No pido nada malo, solo quiero llamarla mamá…
Los cielos se volvían negros poco a poco, venían lluvias desde el norte, pero al parecer a Ilonka le daba igual, no se movió de la roca, recogió sus piernas y puso su cara boca abajo, escondida de lo que le rodeaba.
—¿Qué haces aquí?—No contestó. —Hola ¿estás sorda?—Al tocarla por un momento Ilonka levantó la cabeza de inmediato. —¿No me escuchas?
—No puedo leerte la mente no se qué dices, no puedo escuchar normal, pero tú eres… la chica de antes, la que quería el reloj dorado.
—No escuchas pero sí que recuerdas.
—Déjame en paz—Se volvió a poner en su posición de antes con la cara boca abajo. La chica se quitó dos clips redondos de color plata y se presentó.
—Me llamo Zyne—La chica se quito la capucha a parte de los clips. Tenía el cabello rojo, rizado y totalmente suelto.
—¿Te he escuchado? ¿Como…?
—Estos dos clips son hechos de metal pintado, no me has podido leer la mente porque los llevaba puestos.
—¿Lo sabías? ¿Sabías que podía leer la mente?
—Escucha, ese reloj es muy importante para mí, no es cualquier reloj antiguo, ese reloj tiene el poder de ver el pasado en el momento exacto que pongas, es como una especie de viaje en el tiempo sin interferir en él. Necesito saber lo que pasó en un sitio y día concreto.
—Si te dejo el reloj ¿lo devolverás cuando termines?
—Te lo prometo, solo lo necesito para saberlo luego os lo devolveré enseguida que termine.
—Está bien, los gemelos Déneon están en mi casa. Por cierto, me llamo Ilonka.
—Un placer conocerte Ilonka.
Ilonka y Zyne bajaron de la montaña y salieron del bosque, la casa estaba cerca del bosque así que no tardaron en entrar.
—¡Ilonka!—Gritó Amunet.
—¿Que pasa aquí?—Preguntó al verlos a todos atados con cuerdas.
—Ilonka, bonito nombre ¿no crees?
—¿Quién eres tú?—Preguntó enfadada. El hombre tenía la cicatriz en la cara, bajo el ojo izquierdo.
—Me presentaré, soy Francisco Fures y este es mi hermano Iván Fures, somos amigos de tu madre adoptiva—Ilonka miró a la señora Amunet.
—Ella no es mi madre, es solo la señora Amunet.
—No has querido que te llamase mamá, vaya miembro estás hecha Amunet.
—¿Miembro de qué?
—Tampoco lo sabes claro, no les has contado nada ¿verdad? Hoy lo van a saber todo. Amunet aquí presente es un miembro de la organización Los Pulpo.
—¿Cómo?—La gente empezaba a hablar entre ellos.
—Entonces era verdad—Susurró Sue.
—Vale, y que si es miembro de Los Pulpo, ¿por que estáis aquí?—Preguntó Ilonka, Zyne todavía seguía a su lado.
—Te voy a contar lo que pasó hace 12 años. Mi hermano, yo, Amunet y tres más formábamos la organización y ese año tenía que ser sagrado, al menos el segundo día de enero.
—¡Ya basta! No tenéis derecho a hacer esto.
—¿Que no tenemos derecho? No fuimos nosotros quien secuestramos a un bebé y desaparecimos del mapa.
—¿De qué hablan?—Preguntó acercándose a ella.
—La señora Amunet te secuestró, ¿cuando fue? Ah sí, el dos de enero. Y luego desapareció de la organización.
—La ibais a sacrificar.
—Era parte del ritual sagrado de la diosa Malia.
—Pero… pero vosotros estáis muy mal de la cabeza.
—¿Entonces nosotras también hemos sido robadas por ti?—Preguntó Melody.
—No, vosotras no.
Yuko utilizó su poder, se cambió por el gemelo de la cicatriz en el brazo, y luego se cambió por Melody, y luego por el de la cicatriz de la cara. Melody liberó a los demás, Lyra controló el agua del grifo para mojar y casi ahogar a uno de ellos.
—¿Tenéis poderes?
—Pues sí, desde hace semanas. ¿Y sabes cuál es el mío? Leer la mente.
—Ilonka vámonos—Dijo Melody.
—No os escapareis de nosotros.
—Toma esta, puñetazo de agua.
—Me ha entrado agua por la nariz—Dijo Iván, el de la cicatriz en el brazo.
—Deja de quejarte y activa la trampa—Dijo Francisco, el de la cicatriz de la cara.
—¿Que es ese sonido?—Preguntó Zyne.
—¡Es una trampa!—Gritó Desmond al escucharlos. Una bomba estalló cerca de ellas, Edith se cayó al suelo y con rasguños en las dos piernas no se podía levantar.