El cansancio la estaba matando.
Tener que ir a la escuela, luego a la empresa de los Hirahara y luego a Deuv era algo que realmente la agotaba.
Jae se encontraba en el taller de Deuv, haciendo círculos en una hoja mientras trataba de no mover su muñeca, pues todavía tenía la venda.
Durante todo el día había tratado de hacer al menos un diseño con las características de la nueva colección, pero estaba cansada y sin sus ocho horas de sueño prácticamente no funcionaba.
Miraba la hoja, cansada y aburrida, preguntándose que estaría haciendo su mejor amiga y al pensar en ella, recordó a Nol y al recordar al pelirrojo, recordó al hisopo con patas.
Recordó su expresión de indiferencia e inconscientemente rió un poco.
Pensó en sus ojos celestes, su cabello castaño y en lo bien que le quedaba cualquier prenda de ropa.
Sin percatarse, comenzó a dibujar al castaño en la hoja.
“¿Cómo se vería Kousuke con un traje de maid?” Preguntó su subconsciente y su mano comenzó a moverse sola.
Terminó el dibujo con un: “Do you think this is funny?” y sonrió al imaginarse a Kousuke diciéndole eso mientras intentaba quitarse el traje.
Miró el dibujo ya terminado y se preguntó por qué había dibujado eso en primer lugar.
—¡JAEEEE! —Canturreó Haneul y Jae rápidamente guardó el dibujo en un bolsillo de su abrigo.
Después, miró atenta a su jefa.
—Vamos a ir a beber algo ¿Quieres ir? —Preguntó la mujer recostándose en la mesa.
—Lo siento, tal vez en otra ocasión, tengo algo que hacer.
Sus compañeros entendieron y ella se despidió, saliendo del gran y moderno edificio.
—El lugar es tan grande y moderno, me sentía como toda una celebridad la primera vez que entré—Habló con emoción—Todos son muy amables, en especial el señor Kim, él siempre tiene paciencia conmigo, aprecio mucho eso.
Suspiró con pesadez.
—Estoy cumpliendo mis sueños —Sonrió con nostalgia—Sé que ustedes estarían orgullosos de mí.
Acarició las letras de las lápidas, pasando sus dedos con delicadeza por cada una de ellas.
—Oh, también saqué el tercer lugar a nivel nacional —Rió un poco — Estaba sorprendida. Sé que había estudiado mucho durante toda mi vida, pude haber sacado el primer lugar, pero de sólo pensar en toda esa atención que recibiría me dio miedo.
Recordó su niñez, cómo el mundo la conoció por ser la niña que había perdido a sus padres y a su pequeña hermana en un fatídico accidente, cómo la gente sentía lástima por ella cada vez que caminaba por la calle.
Cómo tantas cámaras le apuntaban el primer día que salió de la recuperación.
Recordó todo, absolutamente todo lo que vivió después de eso.
—¿Ya les conté sobre los nuevos chicos que conocí? —Cambió de tema al sentir los ojos picándole debido a las lágrimas rebeldes que exigían salir —Creo que no, ¿Por quién debería empezar?
Comenzó a hablar de Nol, Soushi, Dienter... Y por último, del hisopo.
—Les juro que es la persona más atractiva del mundo —Habló con confianza, cómo cuando uno habla sobre algún chisme prohibido — Aunque siempre tiene cara de culo, pero ya no me voy a quejar de eso porque Hansuke me dijo que yo también tengo cara de culo todo el tiempo —Rió sola, en un silencio aterrador.
El clima era un asco, el césped estaba húmedo debido a la lluvia de hace unas horas.
Miró a su alrededor, notando el ambiente tan deprimente que siempre tenían los cementerios.
A lo lejos vio al guardia de seguridad acercándose hacia ella. Inmediatamente supo que le venía a decir que ya era hora de irse, así que se levantó y sacudió un poco su ropa.
—Vendré la otra semana, lo prometo —Beso dos de sus dedos y luego los puso en las lápidas—Los amo.
Miró de reojo la tumba de su pequeña hermana, Akira Kyo, y no pudo evitar sentir cómo su pecho se apretaba.
En diez años nunca le había hablado a su lápida, y no es como si no quisiera, era que solamente no podía.
Akira era una pequeña tan hermosa, tan inteligente, tan amable, tan llena de vida.
A la pequeña le faltaba tanto por vivir, por disfrutar, por conocer, por amar...
Jae se sentía culpable. Si tan sólo ella la hubiera protegido con su cuerpo, si tan sólo hubiera sido ella en vez de Akira.
Porque Jae no lo pensaría ni dos veces por dar la vida por su hermana si tan sólo pudiera retroceder en el tiempo, pero ya era muy tarde, ella ya había muerto.
La de orbes azules imaginó a su pequeña hermana con el uniforme de la escuela primaria, saliendo con sus amigos, graduándose, triunfando en la vida y una lágrima rebelde bajó por su mejilla mientras una sonrisa llena de tristeza se mostraba en sus labios.
Sacudió su cabeza, apartando esos pensamientos y se dispuso a salir del cementerio.