Glamour Oscuro

ESCENA 3

ESCENA 3: EL CAOS MEDIÁTICO - 72 HORAS DESPUÉS

El teléfono de Blanché no ha dejado de vibrar en tres días. Está sobre su mesa de noche, iluminándose cada treinta segundos con una nueva notificación, un nuevo mensaje, una nueva mención en redes sociales.

Son las 6:47 de la mañana de un miércoles. No ha dormido más de tres horas por noche desde el concurso. Su apartamento —dos habitaciones modestas en un edificio de clase media que comparte con su mejor amiga Carolina— está en penumbra excepto por el resplandor insistente de su teléfono.

No quiere mirarlo. Ha estado evitándolo durante horas. Pero finalmente, como siempre, cede.

Desbloquea la pantalla y el tsunami la golpea:

Instagram: 127 notificaciones nuevas Twitter: 89 notificaciones nuevas

WhatsApp: 43 mensajes sin leer

Abre Instagram primero. Su conteo de seguidores, que era de 52,000 antes del concurso, ahora marca 847,000 y sigue subiendo. Cada pocos segundos, el número se actualiza: 847,234... 847,556... 847,891...

Los comentarios en su última foto —una imagen promocional del concurso— son un campo de batalla:

@MariaG_Real: "ROBARON A BLANCHÉ. Esto fue un FRAUDE EVIDENTE. #JusticiaParaBlanché"

@StyleWatcherSV: "Cristina es bonita pero Blanché tenía TODO. Presencia, inteligencia, carisma. Alguien pagó para que perdiera."

@ConspiracyQueenSV: "El papá de Cristina es diplomático. Conoce gente que a su vez conoce más gente. Esto estuvo arreglado desde el principio. #Corrupto"

@BeautyAnalystCA: "Como juez de concursos internacionales, les digo: Blanché era la ganadora obvia. Algo turbio pasó aquí."

Blanché scrollea y scrollea. Miles de comentarios. La mayoría defendiéndola. Algunos atacando a Cristina (esos le hacen sentir náuseas). Otros creando teorías conspirativas cada vez más elaboradas.

Cambia a Twitter. El hashtag #JusticiaParaBlanché ha sido tendencia número uno en el país durante dos días consecutivos. Memes, análisis frame-por-frame del momento en que anunciaron el nombre, comparaciones lado a lado de las respuestas de la ronda de preguntas.

Un video en particular tiene 3.2 millones de vistas: una comparación de su respuesta sobre política ambiental versus la de Cristina. Los comentarios son brutales:

Su teléfono suena. No una notificación, sino una llamada real. El identificador dice: Matutino Despierta

Blanché considera no contestar. Pero ha aprendido en estos tres días que ignorar a los medios es imposible. Eventualmente te encuentran.

—¿Hola? —su voz suena ronca por la falta de sueño.

—¡Blanché! Buenos días, hermosa. Soy Vanessa del equipo de producción de Matutino Despierta. ¿Cómo estás? Todos aquí estamos devastados por lo que pasó.

No suenas devastada. Suenas emocionada por tener una historia.

—Estoy bien, gracias por preguntar.

—Mira, queremos invitarte al programa mañana. Jueves a las 8 AM. Solo una entrevista corta, quince minutos máximo. Dale a la gente la oportunidad de conocer a la VERDADERA Blanché. ¿Qué dices?

Blanché mira el techo de su habitación.

La fama sin plataforma es humo, piensa. Pero el humo puede convertirse en fuego si sabes soplarlo correctamente.

—¿Será en vivo?

—Por supuesto. Nada de edición. Queremos tu voz auténtica.

—¿Y puedo hablar de lo que yo quiera?

Vanessa vacila un segundo: —Bueno, tenemos algunas preguntas preparadas, pero...

—Necesito que quede claro que no voy a atacar a Cristina. Ella ganó. Punto. No voy a alimentar teorías de conspiración.

—Por supuesto, por supuesto. Serás tú siendo tú. Eso es todo lo que queremos.

Mentira. Quieren drama. Quieren lágrimas. Quieren que diga que fue injusto.

—Estaré ahí —dice Blanché—. Envíenme los detalles.

Cuelga antes de que Vanessa pueda dar más explicaciones.

Se levanta de la cama, camina hacia el pequeño espejo de cuerpo completo que tiene apoyado contra la pared. Se mira: ojeras marcadas, cabello revuelto, pijama de algodón.

Esta no es la Blanché que vieron en el escenario. Esta es la real. La que

tiene que descifrar cómo convertir 847,000 seguidores en algo tangible. En dinero. En futuro. En salida.

Su teléfono vibra de nuevo. Esta vez es un email:

Asunto: Oportunidad de Colaboración - Marca de Cosméticos Luna Beauty

Abre el correo con el corazón acelerado:

"Estimada Blanché, hemos seguido tu participación en el concurso y estamos impresionados con tu presencia y autenticidad. Nos encantaría discutir una posible colaboración como embajadora de nuestra marca. Nuestra oferta inicial es de $2,000 por tres posts en redes sociales..."

Dos mil dólares Por tres fotos.

Es algo, piensa. Pero no es lo que quiero. No es lo que necesito.

Porque en las semanas previas al concurso, cuando era la favorita absoluta, los patrocinadores grandes —las marcas internacionales, las empresas de alta gama— la cortejaban. Le hablaban de contratos de seis cifras, de viajes, de oportunidades en mercados internacionales.

Ahora le ofrecen Luna Beauty. Una marca local respetable pero pequeña. La diferencia entre lo que pudo haber tenido y lo que tiene.

Guarda el email para responder más tarde.




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