Glamour Oscuro

ESCENA 8

ESCENA 8: LA CRISIS EXISTENCIAL - 3 AM EN SU CAMA

Son las 3:17 AM según el reloj de su mesita de noche.

Blanché llegó a casa del aeropuerto a las 9 PM, exhausta del evento provincial (que fue exactamente tan aburrido como anticipó). Carolina ya estaba dormida. Se duchó rápidamente, se puso su pijama vieja, y se metió a la cama planeando dormir inmediatamente.

En cambio, sacó el libro de su bolso.

Leyó las últimas 25 páginas que le faltaban.

Luego volvió a leer el Capítulo 3.

Luego el Capítulo 5.

Ahora está sentada en su cama con la lámpara de noche encendida, el libro abierto sobre sus piernas, un bolígrafo en la mano, subrayando y anotando como si estuviera estudiando para el examen más importante de su vida.

Porque, de cierta forma, lo está.

Encuentra la línea que la persigue:

"La mayoría de las personas fallan no por falta de talento, sino por estar mal equipadas cuando la Oportunidad toca a su puerta."

Lee esa línea una vez. Dos veces. Cinco veces.

Y entonces el flashback la golpea sin permiso:

FLASHBACK: LA NOCHE DEL CONCURSO - LA RONDA DE PREGUNTAS

Las seis finalistas están en semicírculo en el escenario. Han pasado por traje de baño, traje de noche, y ahora llega la parte que supuestamente demuestra que son "más que una cara bonita": la ronda de preguntas.

El juez que hace la pregunta es el Embajador Wilhelm Kohen, representante alemán ante la ONU, sesenta y tantos años, con esa mirada que evalúa si eres sustancia o performance.

A Cristina le toca primero. Su pregunta es sobre cambio climático. Responde bien: cita el Acuerdo de París, menciona responsabilidad corporativa, propone incentivos fiscales para energías renovables. Dos minutos de respuesta articulada. El embajador asiente, satisfecho.

A Valeria le preguntan sobre igualdad de género. Responde predeciblemente: educación, oportunidades, romper techos de cristal. Aplauso educado.

Luego es el turno de Blanché.

El Embajador Kohen se inclina ligeramente hacia adelante. —Señorita Cazafortín, en los últimos cinco años hemos visto la peor crisis de refugiados desde la Segunda Guerra Mundial. Más de ochenta millones de personas desplazadas forzosamente. Si usted fuera Miss Universo, con la plataforma global que eso conlleva, ¿qué haría concretamente —no en teoría, sino en acciones específicas— para contribuir a resolver o mitigar esta crisis?

Blanché sonríe. Ha practicado para preguntas sobre paz mundial, sobre causas sociales.

Responde:

—Embajador Kohen, creo profundamente en la solidaridad humana. Todos somos ciudadanos de un mismo planeta, y cuando vemos a familias sufriendo, desplazadas de sus hogares, es nuestra responsabilidad compartida extender una mano. Como Miss Universo, usaría mi plataforma para crear conciencia sobre esta crisis, para humanizar las estadísticas, para recordarle al mundo que detrás de cada número hay una persona, una historia, un sueño. Trabajaría con organizaciones internacionales, visitaría campos de refugiados, y sobre todo, usaría mi voz para promover el diálogo, la compasión y soluciones basadas en el amor y el respeto mutuo.

Termina con su sonrisa ensayada. El público aplaude.

Pero Blanché nota algo: el Embajador Kohen no asiente como lo hizo con Cristina. Su expresión es... cortés pero decepcionada.

Uno de los otros jueces —la periodista de investigación— hace una pregunta de seguimiento: —¿Qué organizaciones específicas? ¿Qué tipo de soluciones basadas en amor y respeto? ¿Puedes dar un ejemplo concreto?

Y Blanché... titubea.

Porque no tiene ejemplos concretos. No conoce organizaciones específicas más allá de ACNUR, que es lo que todos conocen. No ha investigado realmente la crisis. Solo ha memorizado frases que suenan bien.

—Bueno, trabajaría con... ACNUR y... otras organizaciones relevantes. Y en términos de soluciones, creo que el diálogo internacional es clave, así como programas de integración en países receptores...

Está improvisando. Mal.

La periodista asiente sin expresión y dice: —Gracias.

Blanché regresa a su lugar en el semicírculo sabiendo que algo salió mal.

Cristina, a su lado, le da un apretón de mano solidario.

Dos horas después, Cristina tiene la corona.

FIN DEL FLASHBACK

Blanché está llorando.

No sollozos dramáticos. Lágrimas silenciosas que corren por sus mejillas mientras sostiene el libro.

Llora de rabia. Rabia contra sí misma por haber sido tan estúpida, tan perezosa, tan convencida de que la belleza sería suficiente.

Pero también llora de alivio.

Porque ahora entiende qué salió mal.

No perdió por política. No por conspiración. No porque los jueces tuvieran algo contra ella.

Perdió porque cuando la Oportunidad tocó —cuando el Embajador Kohen le dio la oportunidad de demostrar sustancia— ella no tenía nada que ofrecer excepto palabras bonitas y vagas.

Cristina, en cambio, llegó equipada. Sabía de qué hablaba.

La preparación venció a la belleza. El método venció al talento.

Blanché limpia sus lágrimas con el dorso de la mano.

Siente algo extraño en su pecho. No es solo tristeza. Es algo más complejo.

Es... claridad.

Por primera vez en tres semanas, no se siente perdida. Se siente diagnosticada.

Y un diagnóstico es el primer paso para un tratamiento.

Mira el libro en sus manos. Las páginas están llenas de sus subrayados, sus notas marginales, sus signos de exclamación.

La Dra. Lockhart no le ofrece consuelo. Le ofrece algo mejor: un mapa.

Blanché toma su teléfono de la mesita de noche. Son las 3:34 AM. Demasiado temprano para estar despierta. Demasiado tarde para acostarse.

Abre las notas de su teléfono y empieza a escribir:

Cosas que necesito entender:

  • ¿Qué salió mal exactamente?
  • ¿Qué necesitaba saber que no sabía?
  • ¿Qué es lo próximo? ¿Cuál es mi Oportunidad ahora?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.