ESCENA 13:
EL ANILLO DE OBSIDIANA - EL SÍMBOLO
Dos semanas después. Domingo por la tarde.
Blanché camina por el distrito histórico sin rumbo particular. No tiene dinero para comprar nada, pero Carolina la convenció de salir del apartamento ("necesitas aire, pareces vampiro de biblioteca").
Las calles están llenas de turistas y familias locales. Artesanos venden joyería hecha a mano en mantas sobre el pavimento. Músicos callejeros tocan guitarra. Vendedores ambulantes ofrecen helados artesanales.
Blanché pasa frente a una joyería pequeña. No es cadena comercial. Es taller artesanal con vidriera que muestra piezas únicas.
Algo en la ventana la detiene.
Un anillo.
Simple. Negro. Geométrico.
La piedra es obsidiana pura, cortada en forma octagonal, engarzada en plata mate. No brilla. No llama la atención de manera vulgar. Pero tiene presencia.
Blanché entra a la tienda.
El interior huele a metal y a madera. Las paredes están forradas de vitrinas con collares, aretes, brazaletes. Todo hecho a mano. Todo único.
Una mujer de unos cuarenta años, cabello gris plateado natural, manos manchadas con residuos de pulir metal, está detrás del mostrador trabajando en algo con una herramienta pequeña.
Levanta la vista. —Buenas tardes. ¿Buscas algo específico?
—El anillo de obsidiana en la vitrina.
La joyera sonríe. —Ah, ese. —Se levanta, va a la ventana, saca el anillo de su exhibidor de terciopelo negro—. Es una de mis piezas favoritas.
Le entrega el anillo a Blanché.
Es más pesado de lo que esperaba. La obsidiana tiene profundidad: negro completamente opaco, sin reflejos. La plata que lo enmarca es mate, texturizada, hecha a mano con imperfecciones visibles que de alguna manera lo hacen más hermoso.
—Pruébatelo —dice la joyera.
Blanché se lo pone en el dedo anular derecho.
Le queda grande. Demasiado suelto.
—Prueba en el dedo medio —sugiere la joyera.
Blanché se lo cambia al dedo medio de la mano derecha.
Perfecto.
Se mira la mano. El anillo se ve... correcto. Como si hubiera estado esperando estar ahí.
—¿Por qué obsidiana? —pregunta Blanché, sin quitarse el anillo todavía.
La joyera se apoya en el mostrador, claramente feliz de tener alguien que preg
continúa con lo que falta del capitulo 2
16 dic
unta.
—La obsidiana es vidrio volcánico. Se forma cuando la lava se enfría tan rápido que los minerales no tienen tiempo de cristalizar. —Toca la piedra suavemente con su dedo índice—. Nace del fuego. De la presión extrema. Del caos. Pero cuando se endurece, es una de las piedras más fuertes que existen. Los antiguos mayas la usaban para hacer cuchillos ceremoniales. Corta más afilado que el acero quirúrgico.
Blanché mira el anillo en su dedo con nueva comprensión.
Nace del fuego. Se endurece con el tiempo.
—Y no es oro fácil —continúa la joyera—. No brilla como el diamante. No busca atención. Es poder silencioso. Es... —busca la palabra—...resilencia física.
Resiliencia física.
Blanché siente algo extraño en el pecho. Como reconocimiento. Como si este objeto inanimado entendiera algo sobre ella que la gente no ve.
—¿Cuánto cuesta?
La joyera regresa detrás del mostrador, consulta un pequeño cuaderno con precios escritos a mano.
—Mil dólares.
Blanché siente el golpe en el estómago.
Mil dólares.
Su alquiler mensual es cuatrocientos. Mil dólares es dos meses y medio de vivienda. Es casi todo lo que tiene ahorrado en este momento después de pagar las clases de francés, los libros, el entrenador personal que acaba de contratar.
—Es... es mucho.
—Lo es —admite la joyera sin apologías—. Pero es pieza única. Tardé tres semanas en encontrar obsidiana de esta calidad. Está engarzada en plata .925. No es joyería de producción masiva. Es obra de arte funcional.
Blanché se mira la mano de nuevo. El anillo todavía está ahí. Se ve tan correcto que la idea de quitárselo le genera resistencia física.
¿Realmente necesito esto? ¿Es este otro gasto irresponsable?
Pero entonces piensa en la Dra. Lockhart. En un pasaje específico del libro que subrayó tres veces:
"Los símbolos personales no son frivolidades. Son anclas psicológicas. En momentos de duda, cuando tu cerebro está convencido de que no puedes continuar, tener un objeto físico que representa tu compromiso puede ser la diferencia entre perseverar y rendirte."
Este anillo podría ser eso. Su ancla.
Su recordatorio físico de que ya no es la chica que perdió el concurso porque no estaba preparada. Es la mujer que está forjándose a sí misma, que nace del fuego y se endurece con el tiempo.
—¿Aceptas tarjeta?
La joyera sonríe. —Por supuesto.
Blanché pasa su tarjeta de débito sabiendo que esto la deja con exactamente $347 en su cuenta bancaria. Menos de lo que necesita para sentirse segura. Menos de lo que una persona financieramente responsable debería tener.
Pero más de lo que tenía hace dos meses en términos de propósito.
La transacción se aprueba.
La joyera le da el recibo pero no una caja. —¿Quieres que lo empaque?
—No. Me lo quedo puesto.
—Buena elección. —La joyera le guiña un ojo—. Los símbolos de poder no se guardan en cajones.
Blanché sale de la joyería con el anillo en su dedo medio derecho.
Camina por las calles del distrito histórico con la mano ligeramente levantada, mirando cómo la luz (el poco sol que queda en esta tarde nublada) no se refleja en la obsidiana. La piedra absorbe la luz. No la devuelve.
Como yo, piensa. Absorbo todo lo que puedo. No lo reflejo todavía. Pero lo estoy guardando. Lo estoy convirtiendo en algo sólido.
Toca el anillo con su pulgar izquierdo. El gesto se siente natural, como si ya lo hubiera hecho mil veces.
#4955 en Novela romántica
#1408 en Chick lit
romance con pruebas, amor/formación/ascenso social, drama/ empoderamiento femenino
Editado: 27.12.2025