ESCENA 25:
CITA #9 - SEBASTIÁN, EL VIUDO GENEROSO - PRIMERA PARTE
Seis semanas después de Patricio. Dos semanas después de Carlos (quien resultó ser exactamente lo que parecía: exitoso, soltero, aburrido. Blanché decidió no continuar después de tres citas más).
Cita #8 fue con un abogado corporativo que pasó toda la cena hablando de su ex-esposa. Red flag obvia. No hubo segunda cita.
Ahora, cita #9.
Sebastián Montes. 52 años. Viudo hace tres años. CEO de empresa de importación/exportación.
Lo conoció en The League. Su perfil era diferente: maduro, sin fotos pretenciosas, bio honesta: "Profesional establecido. Viudo. No busco reemplazar lo que perdí, sino descubrir qué viene después."
Algo en esa honestidad hizo que Blanché aceptara la cita.
Se encuentran en un restaurante japonés de alta gama. No es cita típica de "steakhouse para impresionar". Es elección sofisticada.
Sebastián llega exactamente a tiempo (no tarde como power move, no temprano como ansioso).
Es guapo para su edad: cabello gris plateado perfectamente cortado, arrugas que sugieren que sonríe frecuentemente, traje de excelente calidad pero no ostentoso, sin joyería excepto reloj simple.
Se para cuando ella llega a la mesa. Modales old-school.
—Blanché, un placer finalmente conocerte.
—Igualmente, Sebastián.
Se sientan. Un mesero aparece inmediatamente (Sebastián claramente es cliente conocido).
—El omakase para dos, por favor.
El mesero asiente y desaparece.
—Espero que no te moleste —dice Sebastián—. Omakase significa que el chef elige. Es la mejor forma de experimentar sushi auténtico.
—Me parece perfecto. Confío en tu criterio.
La conversación comienza.
Y es... diferente.
Sebastián no habla de sus logros empresariales (aunque Blanché investigó: su empresa factura $50 millones anuales). No menciona su casa (Blanché googleó la dirección: mansión en zona exclusiva valuada en $2.3 millones).
En cambio, pregunta sobre ella. Genuinamente.
—¿Qué te trajo a estas apps de citas?
Blanché considera mentir. Pero algo en Sebastián invita honestidad.
—Curiosidad. Ambición. Quiero conocer gente fuera de mi círculo habitual.
—¿Y tu círculo habitual es...?
—Clase media trabajadora. Nada malo con eso, pero quiero expandir horizontes.
Sebastián asiente. —Honestidad. Qué refrescante. La mayoría de la gente en estas apps finge que está aquí por "amor verdadero" cuando realmente buscan ascenso social o validación.
—¿Y tú? ¿Qué buscas?
Sebastián toma un sorbo de sake antes de responder.
—Compañía inteligente. Mi esposa murió hace tres años. Cáncer. Durante dos años después, no pude mirar a otra mujer. Pero eventualmente te das cuenta: puedes honrar el pasado sin vivir en él para siempre.
—Lamento tu pérdida.
—Gracias. —Su sonrisa es melancólica—. Ella era extraordinaria. Pero irse no me beneficia. Así que estoy aquí, viendo qué ofrece el mundo.
El sushi empieza a llegar. Pieza por pieza. Cada una es obra de arte.
Sebastián explica cada tipo: "Este es toro, atún grasa. Se deshace en la lengua. Este es uni, erizo de mar. Adquirido, no para todos, pero vale la pena intentar."
Blanché prueba todo. Algunos le gustan, otros no. Sebastián aprecia su honestidad cuando dice que el uni no es para ella.
—La mayoría de las mujeres fingiría que les gusta para impresionarme.
—Yo no finjo.
—Lo noto. Es parte de tu encanto.
La conversación fluye hacia temas más profundos: pérdida, reconstrucción, encontrar propósito después de tragedia.
Sebastián habla sobre cómo su esposa lo obligó a prometer que no se cerraría después de su muerte.
—Me hizo jurar que viviría. Que buscaría felicidad de nuevo. Que no la convertiría en excusa para detener mi vida.
Blanché siente algo en su pecho. No atracción sexual. Sino... respeto.
—Debe haber sido increíble.
—Lo fue. Y por eso sé reconocer autenticidad cuando la veo.
Después de dos horas y veintisiete piezas de sushi, terminan.
Sebastián no sugiere ir a otro lado. No presiona por más tiempo.
—Gracias por esta noche, Blanché. Fue exactamente lo que necesitaba: conversación inteligente con alguien que no pretende ser quien no es.
—Yo también la disfruté.
—¿Podemos repetir?
—Me gustaría.
Sebastián paga (esta vez Blanché no ofrece dividir - él claramente tiene recursos y ella está aprendiendo a aceptar cortesía sin sentir deuda).
Se despiden con apretón de manos. No beso. No incomodidad.
Solo respeto mutuo.
TRES CITAS MÁS CON SEBASTIÁN
Las siguientes tres citas son similares: elegantes, conversación madura, sin presión.
Sebastián la lleva a concierto de música clásica. A exhibición de arte precolombino. A cena en su club privado (discreto, antiguo, el tipo de lugar donde CEOs jubilados comen en silencio).
En ningún momento Sebastián intenta nada físico. Ni siquiera toma su mano.
Es... refrescante. Y también confuso.
Blanché empieza a relajarse con él de forma que no se relajó ni con Patricio.
Porque Sebastián no demanda nada. No espera nada. Solo disfruta su compañía.
Hablan sobre libros, sobre filosofía, sobre la naturaleza del éxito.
—¿Sabes cuál es el problema con el éxito? —dice Sebastián durante su cuarta cita—. Que cuando finalmente lo alcanzas, te das cuenta de que no llena el vacío que pensabas que llenaría.
—¿Y qué lo llena?
—Conexión genuina. Propósito. Contribución. Las cosas que no se pueden comprar.
Blanché procesa eso.
Conexión genuina. Algo que ella ha estado activamente evitando.
—¿Tú has encontrado eso? ¿Después de tu esposa?
—Estoy buscando. Por eso estoy aquí.
#4955 en Novela romántica
#1408 en Chick lit
romance con pruebas, amor/formación/ascenso social, drama/ empoderamiento femenino
Editado: 27.12.2025