Golpe de suerte

Capítulo 29. Nikita Stoski

William

Nikita Stoski llegó puntual.
Bien vestido, barba recortada, abrigo caro. Todo en su imagen gritaba control, como si se hubiera preparado no solo para declarar, sino para resistir. Había algo en su postura que me recordaba a ciertos testigos que no tienen nada que ocultar… o que saben exactamente cómo parecer correctos y no levantar sospechas.

Le ofrecí asiento. Él lo tomó sin vacilar. Sin cruzarse de brazos, sin esquivar la mirada. Una buena señal. O una estrategia aún mejor.

—Gracias por venir —dije, marcando un tono neutral—. En primer lugar, quiero recordarle que no está acusado de nada. Solo queremos aclarar algunos detalles sobre su socio, Ángel Valverde.

—Por supuesto —respondió con cortesía—. Haré todo lo que esté en mi mano para ayudarles a encontrar al asesino.

Abrí el expediente sobre la mesa. Fotos. Fechas. La maleta. El nombre de Bert, subrayado dos veces.

—Comencemos por lo básico —dije—. ¿Qué relación mantenía actualmente con Ángel Valverde?

—Socios. Hasta hace una semana. Íbamos a firmar la disolución en breve —respondió con una rapidez casi ensayada—. Yo quería venderle mi parte a Ángel. Había perdido interés en el negocio… en realidad, nunca tuve mucho. Y bueno, no quería seguir, pero sin provocar el caos.

—¿Tenían conflictos?

—Sí. No. No más de los habituales. Cualquiera que haya compartido un negocio sabe que no todo es armonía. Y si además compartías… —sonrió con una mezcla de cansancio y nostalgia— a veces el amor complica más que ayuda.

Lo observé. Ni rastro de cinismo. Solo una tristeza suave que parecía sincera.

—¿Cuándo terminó su relación personal con Ángel? —pregunté.

—Hace un año —respondió Nikita, bajando la mirada—. Fue difícil. Hubo lágrimas, reproches… Yo también sufrí. No quería herir a nadie, pero Ángel... él no quiso aceptar.

—¿A qué se refiere?

—A que no pudo asumir que yo había cambiado. Conocí a alguien que me tocó el alma. Créame, no lo buscaba. Pasó sin planearlo. Al principio, ni yo mismo entendía cómo una mujer podía despertar algo en mí… pero lo hizo. Y ahora sé que no podría vivir sin ella. Es mi aire.

Lo dijo sin grandilocuencias, con una ternura tranquila, sin dramatismos. Y en ese instante, lo borré de mi lista de sospechosos.
Porque una emoción así no se finge. Ni siquiera en Broadway.
Y un hombre capaz de hablar así del amor… no era el tipo de persona que quebraría una columna vertebral para encajar un cuerpo en una maleta.
Al menos, eso me decía la parte de mi cerebro que aún quería creer en ciertas cosas.

—¿Conocía a Bert? —pregunté sin rodeos.

—¿El nuevo... compañero de Ángel? —repitió Nikita, y su expresión cambió al instante. Los ojos bajaron un grado. La voz también.

—Sí —asentí.

Dudó unos segundos, lo suficiente para que se notara que la respuesta no le era indiferente.

—Lo vi un par de veces —dijo al fin—. Sé que vive en un chalet a las afueras, cerca de la playa. Pero nunca pregunté quién era realmente ni a que se dedicaba. Ángel era muy reservado cuando se trataba de él.

Se detuvo un momento, como buscando la palabra justa. Me dio la impresión de que tenía miedo de decir algo que pudiera perjudicarlo.

—Ángel parecía feliz. Eufórico, incluso. Como un adolescente enamorado. No sé… —frunció apenas el ceño—. Siempre pensé que exageraba, como si quisiera provocarme celos. Como si fuera una especie de teatro.

—¿Y no era cierto? —inquirí.

—No. Ya acabé esa historia de mi vida —dijo en voz más baja.

—¿No notó algún cambio en Ángel?

—No —negó con la cabeza—. Últimamente nos veíamos poco —admitió, mirando hacia la ventana como si buscara una salida—. Después de todo lo que vivimos… preferí mantener distancia. Me dolía verlo, pero ya no era mi pareja. Y además…

Hizo una pausa. Esta vez no por vacilación, sino por respeto a lo que estaba por nombrar.

—Jenni —añadió—. Mi actual pareja. Me ayudó a soltar el pasado. A sanar mi alma. Estoy pensando en casarme. Formar una familia. Algo más... normal.

"Algo normal."
Me quedé con esa frase. La dijo sin rencor, sin culpa. Como quien de verdad había pasado página. No parecía un hombre con un asesinato sobre la conciencia.

—¿Cree que Ángel tomaba en serio su relación con Bert?

—No lo sé —encogió los hombros.

—¿Sabía que Ángel planificaba un viaje con él? —insistí.

—Sí. Me lo mencionó de pasada. Que se iban a ir a “una isla paradisíaca” después de firmar los papeles de venta. No pregunté a dónde exactamente. No quise saber. Ya no era asunto mío.

Asentí y tomé nota. A simple vista, no había grietas en su relato. Pero todo sonaba demasiado limpio. Y las historias limpias, en este trabajo, siempre esconden polvo bajo la alfombra.

—¿Dónde estaba la noche del veinticuatro?

—Cenando en casa de mi prometida, con sus padres —respondió sin titubear.

—Bien. Por ahora, eso es todo —cerré la carpeta con calma—. Si recuerda algo más…

En ese momento, recibí un mensaje de Carlos: “Tengo algo interesante. Información del coche. Sal un momento.”

—Perdón. ¿Puede esperarme un segundo?

Nikita asintió en silencio. Salí.

Carlos ya me estaba esperando con el teléfono en la mano.

—¿Qué pasa?

—Jefe, encontramos algo. Una cámara en el acceso sur del parque registró un Ford Bronco saliendo a las 6:30. Pero no en dirección al centro, sino hacia el polígono industrial. Donde está desguaces “Manolo”.—Encendió el video en su teléfono y lo vi el coche grande entrando en el recinto de antiguo negocio de chatarrería.

Mi garganta se tensó.

—¿La matrícula?

—En el video no se distingue, pero hay algo más. Anoche hubo un incendio allí. Ese coche fue encontrado ayer por los bomberos… calcinado en ese mismo polígono. Los expertos de nuestros socios ya están trabajando con él.

—¿Crees que es el coche de Stoski?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.