La conferencia había terminado, y el salón, que minutos antes había estado repleto de periodistas, fanáticos y figuras del mundo del boxeo, comenzaba a vaciarse lentamente. Valeria permaneció en su lugar, observando de reojo a Marco Santoro. Algo en su presencia la atraía, como si el hombre tuviera un aura oscura que invitaba a la curiosidad. La gran mayoría de las personas se despidieron, pero Marco seguía en el centro de la sala, rodeado de su equipo, tomando un par de preguntas rápidas de algunos reporteros que intentaban sacarle algo más que su usual fachada seria.
Ella sabía que tenía que acercarse a él, hacerle alguna pregunta, como cualquier periodista lo haría. Sin embargo, había algo que la detenía. No era miedo, pero sí una sensación que le susurraba que algo en Marco Santoro no era lo que parecía. Su fachada impenetrable, su mirada fija, casi como si estuviera acostumbrado a ocultar más de lo que mostraba, la inquietaba. De alguna manera, Valeria sentía que él no era solo un boxeador. Había algo más detrás de esa mirada intensa y ese cuerpo de acero.
Tras un momento de indecisión, Valeria se levantó, recogió su grabadora y se dirigió con paso firme hacia el grupo de reporteros que aún rodeaban a Marco. Su colega de prensa, Javier, la miró de reojo, un poco desconcertado.
“¿Vas a intentar algo con él?” le preguntó en tono casi burlón.
Valeria asintió, sin darle demasiada importancia a su comentario.
“Sí, solo una pregunta rápida”, respondió, ya acercándose a Marco.
Al escuchar su voz, Marco levantó la mirada y, al reconocerla, asintió con una ligera inclinación de cabeza. Había algo en su actitud que era casi imposible de leer. No se mostró sorprendido, ni incómodo. Simplemente, parecía estar acostumbrado a la presencia de la prensa.
“¿Te puedo hacer una pregunta?” Valeria se detuvo frente a él, sin rodeos.
Marco asintió, su expresión permanecía neutral.
“Soy Valeria López, de El Reportero. Estaba escuchando tu charla y… hay algo que me intriga. Todos hablan de tus logros en el ring, de tu disciplina, de lo que has tenido que superar para llegar hasta aquí… pero, ¿qué hay del precio que has tenido que pagar para estar donde estás ahora? ¿Es solo la técnica lo que te hace ganar, o hay algo más detrás de esa agresividad en tu estilo de pelea?”
Marco la miró fijamente por un instante. La pregunta no era fácil, pero tampoco era nueva para él. Sabía que tarde o temprano alguien le preguntaría sobre su estilo de pelea, sobre sus orígenes. No era la primera vez que lo hacían, pero sí era la primera vez que sentía que la periodista frente a él no solo buscaba una respuesta superficial.
“Lo que hay detrás de mi agresividad…” comenzó a decir, sin apartar los ojos de Valeria. “Es disciplina, trabajo duro. Todo lo demás es irrelevante. Las peleas callejeras que mencionan no son más que un capítulo de mi vida que ya cerré. Si te interesa, puedes investigar todo lo que quieras, pero lo que ves aquí es lo que soy ahora.”
Valeria frunció ligeramente el ceño, sin estar del todo satisfecha con la respuesta. No era el tipo de entrevista que esperaba, pero algo en la forma en que Marco hablaba la dejaba con más dudas que certezas. Había algo de mentira en sus palabras, algo que no podía encajar. Él estaba evitando algo, y Valeria sentía que esa evasión tenía mucho que ver con los oscuros círculos que ella había comenzado a investigar. La mafia, el dinero fácil, las apuestas. Todo parecía encajar, pero no del todo.
“Es interesante lo que dices”, respondió Valeria, no dispuesta a soltarlo tan fácilmente. “Pero, ¿cómo explicas las conexiones que han salido a la luz en los últimos años entre peleas como la tuya y apuestas ilegales? ¿Qué me dices de eso?”
Marco la observó con una nueva intensidad, como si de repente percibiera que ella no solo era una periodista común y corriente, sino alguien que ya sabía demasiado.
“Yo no me meto en ese tipo de cosas”, replicó, sin levantar la voz, pero con un tono claro que reflejaba algo entre la advertencia y la indiferencia. “Si tienes pruebas, deberías ir a la policía, no perder el tiempo conmigo.”
Valeria lo miró a los ojos. Sabía que Marco estaba mintiendo. Algo en su mirada, la forma en que se tensó al mencionar el tema, le decía que él tenía mucho más que ocultar de lo que estaba dispuesto a admitir.
“Voy a hacerlo, no te preocupes”, dijo Valeria, decidiendo cambiar de enfoque, pero sin perder de vista su objetivo. “Solo una última pregunta. ¿Quién te metió en el mundo del boxeo? Porque, según algunos rumores, no fue solo tu talento lo que te permitió llegar tan lejos.”
Marco se quedó en silencio por un momento. Algo en esa pregunta pareció tocar un nervio. Emilio, su viejo mentor, era una figura tan protectora como oscura. Si alguien sabía de su pasado, era él. Y Valeria había tocado el punto más sensible de todos: el hombre que lo había sacado de las calles y lo había introducido en el mundo de los combates organizados.
“Eso no te concierne”, dijo Marco finalmente, sin dejar de mirarla con una mirada fría y decidida. “Si quieres saber más, hay muchas personas que pueden hablar de mí. Pero yo no soy uno de ellos.”
Valeria, aunque frustrada por la falta de respuestas claras, no cedió. Sabía que había tocado una fibra sensible en Marco, y eso solo aumentaba su curiosidad. Algo no encajaba, y ella no pensaba dejarlo pasar. Sin decir más, le dio una última mirada, agradeció la breve entrevista y se alejó, dejando atrás al hombre que, aunque no lo admitiera, tenía mucho más que esconder de lo que mostraba al mundo.